LA BÚSQUEDA FINAL
Rick Joyner
Reconocimientos
Un agradecimiento especial al equipo editorial por todo el fuerte trabajo y las largas horas que hicieron posible este libro: Dianne Thomas, Julie Joyner, Steve Thompson, Trisha Doran, Becky Chaille, Terri Herrera y Felicia Hemphill.
INTRODUCCIÓN
A principios de 1995 el Señor me dio un sueño, el cual constituye el primero de varias experiencias proféticas que se enlazan entre sí. Publiqué una versión condensada del primer sueño en el The Morning Star Prophetic Bulletin (Boletín profético la estrella de la mañana), y en The Morning Star Journal (Diario la estrella de la mañana) bajo el título «The Hordes of Hell Are Marching» (Las huestes del infierno están marchando). A medida que continué buscando al Señor con respecto a esta gran batalla espiritual que había visto, tuve una serie de visiones y experiencias proféticas relacionadas a esto. Publiqué también versiones condensadas en The Morning Star Journal bajo el título «The Hordes of Hell Are Marching», en sus partes II y III. Esta serie llegó a ser, probablemente, uno de los escritos más populares que jamás hayamos publicado. Fuimos abrumados con solicitudes para que las tres partes fuesen publicadas juntas en un libro. Tomé la determinación de hacerlo y comencé añadiendo todo aquello que había quedado fuera en las versiones condensadas. Sin embargo, justo cuando estaba listo para entregar la publicación a nuestro departamento editorial, tuve otra experiencia profética relacionada obviamente con esta visión, la cual contenía —tal como lo presentía— la parte más importante de todas. Esta se incluye en las Partes IV y V de este libro (algo de la Parte W fue publicada en la Parte III en The Journal) Existe también una cantidad considerable de material inédito en las primeras partes de este libro.
Cómo recibí la visión
Una de las preguntas más comunes con respecto a la visión concierne al
aspecto en cómo la recibí. Creo que esta es una pregunta importante y por lo
tanto intentaré responderla brevemente. Primeramente, debo explicar lo que
quiero decir por «visiones» y experiencias «proféticas». Las experiencias
«proféticas», como las llamo, son numerosas y diversas. Estas incluyen todas
las formas primarias con las cuales el Señor ha hablado a su pueblo en las
Escrituras.
Debido a que el Señor es el mismo hoy tal como lo fue ayer, nunca
ha dejado de relacionarse con su pueblo en las mismas formas, y estas
experiencias continúan encontrándose a lo largo de la historia eclesiástica. Como explicó el apóstol Pedro en el sermón
registrado en Hechos 2, los sueños, visiones y profecías son señales
principales de los últimos días y del derramamiento del Espíritu Santo.
Obviamente, a medida que nos acercamos al final de estos tiempos, aquellas
llegan a ser manifestaciones cada vez más comunes en nuestros días.
Una de las
razones por las cuales ahora se han vuelto más comunes es porque las
necesitaremos para concluir nuestros propósitos en esos tiempos. Además es
cierto que Satanás, quien desafortunadamente conoce las Escrituras mejor que
muchos cristianos, también comprende la importancia de la revelación profética
en la relación de Dios con su pueblo, y por eso él está derramando sus propios
dones falsos en gran medida a aquellos que le sirven. Sin embargo, no
existirían dones falsos si no hubiera una realidad genuina, así como no existen
billetes falsos de tres dólares, porque no hay un billete real por este valor.
Poco después de llegar a ser cristiano, en
1972, leí Hechos 2 y comprendí que si este era el tiempo final sería importante
entender aquellas formas en las cuales el Señor nos estaría hablando. No recuerdo
haber orado inicialmente pidiendo estas experiencias, pero comencé a tenerlas,
y esto me dio aun más ímpetu para comprenderlas. Desde aquel entonces mi vida se movió por
ciclos: unos fueron saturados de experiencias muy frecuentes, mientras que
otros transcurrieron sin experimentar nada. Sin embargo, después de cada período
sin experiencias, estas regresaban, ya fuera más poderosas o más frecuentes.
Últimamente se han caracterizado por ambas modalidades.
A través de todo esto
he aprendido mucho acerca de los dones proféticos, de las experiencias y de las
personas proféticas. Estos temas los trataré ampliamente en un libro que será
publicado próximamente. Hay muchos
grados de revelación profética. Los iniciales incluyen «impresiones»
proféticas. Estas revelaciones son genuinas y pueden ser extraordinariamente
específicas y precisas cuando son interpretadas por quienes son experimentados
y sensibles a ellas. Sin embargo, es en este plano que nuestras «revelaciones»
pueden ser afectadas por nuestros propios sentimientos, prejuicios y doctrinas.
Por lo tanto, he resuelto no usar expresiones como: «Así dice el Señor», con
ninguna revelación que viene de esta categoría. Las visiones también pueden
venir en categorías de impresiones. Son suaves y deben ser vistas con «los ojos
de nuestro corazón ». Estas, también pueden ser bastante específicas y
precisas, especialmente cuando se reciben o son interpretadas por los experimentados.
Mientras más abiertos sean los ojos de nuestros corazones, como Pablo oraba en
Efesios 1:18, más poderosas
y útiles podrán ser.
El próximo grado de
revelación es un sentido consciente de la presencia del Señor o de la unción de
su Espíritu Santo, quien ilumina de forma especial a nuestra mente. Con
frecuencia esto llega mientras estoy hablando o escribiendo, lo que me da mucha
más confianza acerca de la importancia o precisión de lo que estoy diciendo. Creo que esto probablemente fue experimentado
por los apóstoles a medida que escribían las epístolas del Nuevo Testamento. Esto
nos dará mayor confianza, pero aún es una etapa donde todavía podemos ser
influenciados por nuestros prejuicios, doctrinas, etc. Este es el motivo por el
cual creo que en algunos aspectos Pablo decía que él estaba dando su opinión,
pero que creía tener el acuerdo del Espíritu del Señor.
En general, se necesita
mucha más humildad que dogmatismo cuando tratamos con lo profético. «Las visiones abiertas» ocurren en un grado
más alto que las impresiones, y tienden a darnos mayor claridad de la que
podamos tener, aun cuando sintamos la presencia consciente del Señor, o la unción.
Las visiones abiertas son externas y se perciben con la claridad de una
pantalla de cine. Debido a que no las podemos controlar, creo que hay menos
posibilidades de mezcla en las revelaciones que llegan de esta manera.
Otra etapa más alta de la experiencia
profética es un trance, tal fue lo que tuvo Pedro cuando fue instruido
para ir a la casa de Cornelio y predicar el evangelio a los gentiles por
primera vez, y como el que tuvo Pablo cuando oró en el templo en Hechos 22. Los
trances eran una experiencia común para los profetas bíblicos. Son como soñar
despierto. En lugar de ver simplemente en «una pantalla» como en una visión
abierta, se siente como si se estuviera dentro de la película, que en realidad
se está allí de una forma muy extraña. Los
trances pueden oscilar desde aquellos que son más o menos leves, donde se es
consciente del entorno físico —e incluso se puede interactuar con él—, hasta
aquellos en donde uno siente que literalmente está en el lugar de la visión.
Esto parece ser lo que experimentó Ezequiel con frecuencia, y probablemente
Juan cuando tuvo las visiones registradas en el libro de Apocalipsis. Todas las visiones contenidas en este libro
se iniciaron con un sueño. Algunas llegaron bajo un sentido muy intenso de la
presencia del Señor, pero la mayoría fueron sorprendentemente recibidas en alguna
etapa de trance. La mayor parte llegó al plano donde yo todavía estaba
consciente de mi medio ambiente, e incluso podía interactuar con él, tal como
responder al teléfono. Si estas eran interrumpidas, o las cosas llegaban a ser
tan intensas que tenía que pararme y caminar, cuando volvía a sentarme
retornaba inmediatamente al punto preciso que había dejado.
En cierta ocasión
la experiencia llegó a ser tan intensa que me levanté y me fui de la cabaña, en
la montaña donde voy a buscar al Señor, y conduje el auto hasta mi hogar.
Después de haber transcurrido más de una semana, regresé y casi inmediatamente
estaba justo donde había quedado. Nunca
he sabido cómo «encender» tales experiencias, pero casi siempre he tenido la
libertad de «apagarlas» según mi voluntad. En dos ocasiones, grandes porciones
de esta visión llegaron en momentos que consideré inoportunos, como cuando
había ido a mi cabana a realizar un trabajo importante, mientras confrontaba un
plazo de vencimiento.
Dos de nuestras ediciones de The Journal estaban algo
retrasadas debido a esto y el último libro que publiqué hubiera esperado
terminarlo unos meses antes. ¡Pero el Señor no parece estar muy preocupado con
nuestros plazos! En el sueño y en los
trances, tuve lo que considero eran dones de discernimiento y palabra de
conocimiento que habían sido magnificados grandemente. Algunas veces, cuando
miro a una persona u oro por una iglesia o ministerio, comienzo a saber cosas
acerca de ellos de las cuales no tengo ningún conocimiento natural. Durante las
experiencias proféticas estos dones operan a un grado que nunca he
experimentado personalmente en «la vida real». Es decir, en esta visión puedo
ver la división de las huestes del mal y conocer todas sus estrategias y
capacidades al instante.
No sé cómo vino a mí este conocimiento; simplemente
sabía las cosas y con gran detalle. En
algunos casos miraba algo o a alguien y conocía su pasado, presente y futuro;
todo a la vez. Para ahorrar tiempo y espacio en este libro, he incluido este
conocimiento simplemente como un hecho sin entrar en explicación de cómo lo
obtuve.
La utilización de revelaciones proféticas
Debo afirmar enfáticamente que creo que ningún tipo de revelación profética
existe con el propósito de establecer doctrina. Para ello tenemos la Escritura.
Existen dos usos básicos para lo profético. El primero es para revelar la
voluntad estratégica, presente o futura, del Señor en ciertos asuntos. De esto
tenemos ejemplo en el sueño de Pablo de ir a Macedonia, y el trance por el cual
se le dijo que se fuera inmediatamente de Jerusalén.
También tenemos ejemplos
en el ministerio de Agabo. Uno de estos está relacionado con una hambruna que vendría
sobre todo, el mundo, y la otra tiene que ver con la visita de Pablo a
Jerusalén. También vemos que dichas
revelaciones son dadas para iluminar la doctrina que se enseña en la Escritura
y que no se percibe con claridad. El ejemplo del trance de Pedro es uno que
iluminó tanto la voluntad del Señor como la sana enseñanza bíblica de la
Escritura, dada con mucha claridad (que los gentiles podían recibir el evangelio),
pero que aún no había sido comprendido por la iglesia.
Las visiones en este libro contienen algunas
revelaciones estratégicas y también iluminaron algunas doctrinas bíblicas que
yo, honestamente, no había visto antes, pero que ahora veo con mucha claridad.
Sin embargo, la mayor parte de la doctrina que fue iluminada para mí en estas
experiencias la había conocido y enseñado durante años, aunque no puedo decir
que las había vivido muy bien. Muchas veces pensé acerca de la advertencia que Pablo
dio a Timoteo, acerca de poner atención a sus propias enseñanzas. Muchas de las
palabras habladas a mí mismo en estas experiencias, yo mismo las he enseñado
muchas veces. Sé que he fracasado en practicar algunas de mis propias
enseñanzas de la forma que debería hacerlo y, por lo tanto, muchas de estas las
acepté como amonestaciones personales. Aun así, también sentía que eran
mensajes generales y los he incluido aquí.
Algunos me motivaron a escribir esto como una alegoría, en tercera persona,
como ocurre en El progreso del peregrino, pero decidí no hacerlo de esa
forma por varias razones. Primero, siento que algunos lo habrían tomado como
resultado de mi propia creatividad, lo cual hubiese sido un error.
Me gustaría
ser así de creativo, pero no lo soy. Otra razón era que sentía que podía ser
más preciso si lo relataba tal como lo había recibido e hice lo mejor que pude
para transmitir estas experiencias de la misma forma que fueron recibidas. Sin
embargo, considero que mi memoria con respecto a los detalles es una de mis
grandes debilidades. En algunos momentos he cuestionado mi memoria con respecto
a algunas cosas en esta visión y creo que usted debe tener por lo tanto la
libertad de hacer lo mismo. Creo que esto es correcto con cualquier tipo de
mensaje como este. Solo las Escrituras merecen ser consideradas infalibles. Mientras
lee, oro pidiendo que el Espíritu Santo lo conduzca a la verdad y que separe
cualquier desperdicio que pueda estar presente entre el trigo.
Rick Joyner
PARTE I
Las huestes del infierno marchando
El ejército demoníaco era tan grande que se extendía tan lejos como podía
ver. Estaba separado en divisiones, cada una cargando una bandera diferente.
Las divisiones más cercanas marchaban bajo la bandera del Orgullo, la Justicia Propia,
la Respetabilidad, la Ambición Egocéntrica, el Juicio Injusto y los Celos.
Existían muchas de estas divisiones malvadas más allá del alcance de mi visión,
pero aquellas en la vanguardia de esta terrible hueste del infierno parecían
ser las más poderosas. El líder del ejército era el mismo Acusador de los
hermanos. Las armas que llevaba este
ejército también fueron nombradas. Las espadas se llamaban Intimidación, las
lanzas Deslealtad y las flechas Acusación, Chisme, Mentira y Búsqueda de
Faltas.
Algunos centinelas y compañías más pequeñas de demonios, con nombres tales
como Rechazo, Amargura, Impaciencia, Falta de Perdón y Lujuria, fueron enviadas
adelante de este ejército para preparar el ataque principal. Las compañías más pequeñas y los centinelas
eran menores en número, pero no por ello menos poderosas que algunas de las
divisiones grandes que los seguían. Eran más pequeñas solo por motivos estratégicos.
Así como Juan el Bautista era un hombre solo, pero le fue dada una unción
extraordinaria para bautizar a multitudes y prepararlas para el Señor, a estas
compañías demoníacas más pequeñas se les dio un poder malévolo extraordinario
para «bautizar a las masas». Un solo demonio de amargura hubiera podido cultivar
su veneno en multitudes de personas e incluso razas o culturas enteras.
Un
demonio de lujuria podría apegarse a un solo actor, película o incluso
publicidad y enviar lo que parecen ser descargas de basura eléctrica que pegan
y «desensibilizan» a las grandes multitudes. Todo esto era para preparar el
camino de la gran hueste de maldad que seguiría. Este ejército marchaba específicamente en
contra de la Iglesia y atacaba a todo aquel que podía. Yo sabía que estaba
buscando un derecho preferencial para ganar terreno en una movida futura por parte
de Dios, destinada a movilizar al pueblo para entrar a la Iglesia. La estrategia primaria de este ejército era
la de causar división en todas las escalas posibles de relaciones —iglesias
unas con otras, las congregaciones contra sus pastores, entre los esposos,
hijos contra sus padres, e incluso niños entre sí. Los centinelas fueron enviados
para ubicarse en las entradas de las iglesias, de las familias o de los
individuos, allí donde el Rechazo, Amargura, Lujuria, etc. pudieran explotar y
hacer rupturas mayores.
Luego las siguientes divisiones se filtrarían a través
de estas rupturas, para vencer a sus víctimas por completo. La parte más sorprendente de esta visión fue
que este ejército no estaba montado sobre caballos, ¡sino principalmente sobre
cristianos! La mayoría de ellos estaban bien vestidos, eran respetables y
tenían la apariencia de ser refinados y educados, pero también parecían
representar casi todo camino de vida. Estas personas profesaban verdades
cristianas para apaciguar sus conciencias, pero vivían conforme a los poderes
de la oscuridad. A medida que se ponían de acuerdo con aquellos poderes, los
demonios asignados a ellos crecían y dirigían más fácilmente sus acciones. Muchos de estos creyentes eran anfitriones de
más de un demonio, pero había uno que obviamente estaba al mando. La naturaleza
del líder dictaminaba cuál división estaba entrando. Aunque todas las
divisiones marchaban juntas, también parecía que al mismo tiempo el ejército
entero estaba al punto del caos. Por ejemplo, los demonios del odio odiaban a
los otros, tanto a los demonios como a los cristianos. Los demonios de los
celos estaban celosos unos de otros.
La única manera en que los líderes de esta
multitud mantenían a los demonios alejados de las peleas entre ellos era enfocando
aquel odio, aquellos celos, etc. en contra de las personas sobre las cuales
cabalgaban. Sin embargo, estas personas con frecuencia terminaban peleando.
Supe que de esta manera algunos de los ejércitos que habían estado en contra de
Israel en las Escrituras, se habían destruido a sí mismos. Cuando su propósito
en contra de Israel se había frustrado, su ira llegó a ser incontrolable y
simplemente comenzaron a pelear unos contra otros. Observé que los demonios estaban montando
encima de los cristianos, pero no estaban dentro de ellos, como en el caso de
los no cristianos. Era obvio que estos creyentes solo debían dejar de estar de
acuerdo con los demonios para poderse liberar de ellos. Por ejemplo, si el
cristiano sobre el cual un demonio de celos estaba montado, comenzaba a
cuestionarlo, este se debilitaba muy rápidamente.
Cuando esto sucedía, el
demonio que se estaba debilitando gritaba y el líder de división dirigía a
todos los demonios en torno al cristiano para atacarlo, hasta que la amargura,
etc. se acumulara en él nuevamente. Si esto no funcionaba, los demonios
comenzaban a citar porciones de la Escritura y la tergiversaban, de tal manera que
se justificara la amargura, las acusaciones, etc. Era claro que el poder de los demonios estaba
arraigado casi completamente en el poder de la decepción, sin embargo habían
engañado a estos cristianos hasta el punto en que los podían usar y hacerlos
creer que estaban siendo usados por Dios. Esto se debía a que los estandartes
de Autojusticia estaban siendo cargados por la mayoría de los individuos, de
manera que aquellos que marchaban no podían siquiera ver las banderas que
marcaban la verdadera naturaleza de estas divisiones. Cuando miré a lo lejos, al fondo de este
ejército vi el séquito del mismo Acusador.
Comencé a comprender su estrategia y
estaba sorprendido de que fuera tan simple. Él sabía que una casa dividida no
podía permanecer firme, y este ejército representaba un intento de traer tal
división a la Iglesia, que ella podía caer por completo de la gracia.
Aparentemente, que la única forma en que él podía hacer esto era usando a los
cristianos para guerrear en contra de sus propios hermanos, y este es el motivo
por el cual casi todos en las divisiones frontales eran cristianos, o por lo
menos profesaban serlo. Cada paso que estos creyentes engañados tomaban en obediencia
al Acusador, fortalecía el poder de este sobre aquellos. Esto hacía que su
confianza y la de todos sus comandantes creciera con el progreso del ejército a
medida que este marchaba. Era evidente que el poder de este ejército dependía
de que los cristianos estuviesen de acuerdo con los métodos del mal.
Los prisioneros
Siguiendo tras las primeras divisiones estaba una multitud de cristianos,
quienes eran prisioneros del ejército. Todos ellos estaban heridos y eran
vigilados por pequeños demonios del temor. Parecía que había más prisioneros
que demonios en el ejército. Sorprendentemente, estos prisioneros tenían sus
lanzas y sus escudos, pero no los usaban. Era impresionante ver que muchos eran
mantenidos cautivos por unos pocos y pequeños demonios de temor muy pequeños y
escasos. Si los cristianos solo hubieran usado sus armas, fácilmente hubiesen
podido librarse y, probablemente, hacerle daño a la hueste entera del mal. Por
el contrario, marchaban sumisos. Encima
de los prisioneros, el cielo estaba negro de buitres, llamados Depresión.
Ocasionalmente estos aterrizaban sobre los hombros del prisionero y vomitaban
sobre él. El vómito era Condenación. Cuando el vómito caía sobre un prisionero
este se ponía de pie y marchaba un poco más recto por un tiempo; luego se
doblaba con mayor debilidad que antes. Nuevamente, me preguntaba por qué los
prisioneros no mataban a estos buitres con sus lanzas, lo cual hubieran podido
hacer fácilmente. Ocasionalmente, los
prisioneros más débiles tropezaban y caían. Tan pronto golpeaban el piso, los
otros prisioneros comenzaban a enterrarles sus espadas y al mismo tiempo los
despreciaban. Los buitres venían y comenzaban a devorar a aquellos que habían caído,
incluso antes que estuviesen muertos. Los demás prisioneros cristianos se
paraban a su lado mirando esto con aprobación y punzando ocasionalmente con sus
espadas a los caídos.
A media que
observaba me di cuenta que estos prisioneros pensaban que el vómito de la
condenación era verdad de Dios. ¡Luego comprendí que los prisioneros realmente
creían que estaban marchando en el ejército de Dios! Este es el motivo por el
cual no mataban a los pequeños demonios de temor, ni a los buitres; ¡pensaban que
estos eran mensajeros de Dios! La oscuridad de la nube ocasionada por los
buitres tornaba difícil que los prisioneros vieran que estaban aceptando
ingenuamente todo lo que les sucedía, como si viniese del Señor. Creían que
aquellos que se tropezaban estaban bajo el juicio de Dios, motivo por el cual
los atacaban así. ¡Creían estar ayudando a Dios! El único alimento provisto para estos
prisioneros era el vómito de los buitres. Aquellos que se rehusaban a comerlo
simplemente se debilitaban hasta caer. Los que lo comían eran fortalecidos
durante un tiempo, con la fortaleza del maligno.
Luego se debilitaban, a menos que
tomaran de las aguas de Amargura que continuamente se les ofrecía. Después de
tomar de las aguas amargas comenzaban a vomitar sobre otros. Cuando uno de los
prisioneros comenzó a hacer esto, un demonio que estaba esperando por un
recorrido se montó sobre él y lo condujo hasta una de las divisiones
delanteras. Peor que el vómito de los
buitres era una sustancia mucosa repugnante que los demonios orinaban y
defecaban encima de los cristianos sobre los cuales montaban. Esta sustancia
mucosa era Orgullo, Ambición Propia, etc., naturaleza que caracterizaba la
división. Sin embargo, la sustancia mucosa hacía que los cristianos se sintieran
mucho mejor que la condenación que ya sentían, de manera que fácilmente creían
que los demonios eran mensajeros de Dios y estaban convencidos que esta
sustancia mucosa era la unción del Espíritu Santo.
Me había sentido tan asqueado por el ejército
malvado que quería morir. Luego la voz del Señor vino a mí diciendo: «Este
es el comienzo del último ejército del enemigo. Este es el engaño final de Satanás.
Su último poder de destrucción se desencadena cuando utiliza a los cristianos
para atacarse unos a otros. A lo largo de la historia él ha empleado este
ejército, pero nunca ha podido utilizar a tantos para sus propósitos malvados
como lo está haciendo ahora. No temas; yo también tengo un ejército. Debes
ponerte de pie y luchar, porque no hay ningún lugar para esconderse de esta
guerra. Debes luchar por mi reino, por la verdad y por aquellos que han sido engañados.» La palabra del Señor fue tan motivadora
que inmediatamente comencé a gritar llamando la atención de los prisioneros
cristianos, diciéndoles que estaban siendo engañados, creyendo que me iban a
escuchar. Cuando lo hice pareció que todo el ejército se volteó a mirarme, y el
temor y la depresión que estaba sobre ellos comenzó a venir en contra mía.
Continué gritando porque pensé que los cristianos se despertarían y se darían
cuenta de lo que les estaba sucediendo, pero por el contrario, muchos de ellos
comenzaron a buscar sus flechas para dispararme. Los otros simplemente se
detuvieron como si no supiesen qué hacer o pensar de mí. Supe entonces que
había hecho esto prematuramente y que había sido un error muy tonto.
Se inicia la batalla
Me di vuelta y vi el ejército del Señor de pie, detrás de mí. Había miles
de soldados, sin embargo eran grandemente excedidos en número por el enemigo.
Estaba conmovido y desalentado, ya que parecía que en realidad los cristianos
utilizados por el malvado eran muchos más que los que había en el ejército del
Señor. También sabía que la batalla que se iba a iniciar, se percibiría como La
Gran Guerra Civil de los Cristianos, porque muy pocos comprenderían los poderes
que estaban detrás del inminente conflicto.
A medida que observaba de cerca al ejército del Señor, la situación parecía
más desalentadora. Solo un número pequeño estaba completamente vestido con su
armadura. Muchos solo tenían puesta una o dos piezas de la armadura; algunos no
tenían nada. Una gran cantidad ya estaba herida. La mayoría de los que tenían
su armadura completa portaban un escudo muy pequeño, el cual sabía que no les
protegería del ataque violento que vendría. Para mi sorpresa, la gran mayoría
de estos soldados eran mujeres y niños. Muy pocos de los que estaban
completamente armados se hallaban entrenados adecuadamente para usar sus armas. Detrás de este ejército había una multitud
que los seguía, similar a los prisioneros, quienes seguían a las huestes
malvadas.
Pero estos eran muy distintos en naturaleza. Parecían extremadamente felices,
como si estuviesen intoxicados. Estaban jugando, cantando, celebrando y
deambulando de un pequeño campamento al otro. Estos me recordaron al festival
de Woodstock. Corrí hacia el ejército
del Señor para escapar del ataque violento que sabía vendría contra mí desde
las huestes malvadas. Desde cualquier ángulo parecía que estábamos a punto de
ser masacrados con una masacre unilateralmente. Estaba particularmente preocupado
por este gentío que seguía al ejército, así que intenté levantar mi voz por
encima del clamor para advertirles que la batalla iba a comenzar. Solo unos
pocos podían oírme. Aquellos que respondieron me hicieron la señal de la paz
con sus manos, y dijeron que no creían en la guerra, que el Señor no permitiría
que nada malo les sucediera. Procuré explicarles que el Señor nos había dado
armadura porque la necesitábamos para lo que iba a suceder, pero simplemente
respondieron que habían venido a un lugar de paz y de gozo, donde nada podría
sucederles.
Comencé a orar sinceramente para que el Señor incrementara el
número de escudos de aquellos con armadura, para ayudar a proteger a los que no
estaban listos para la batalla. Luego un
mensajero vino a mí, me dio una trompeta y me pidió que la tocara rápidamente.
Lo hice y aquellos que al menos tenían parte de su armadura puesta
inmediatamente respondieron, prestando firme atención. Les trajeron más
armadura y se la pusieron rápidamente. Me di cuenta que los heridos no se
pusieron la armadura sobre sus heridas, pero antes que pudiera decir algo acerca
de esto, las flechas del enemigo comenzaron a llover hacia nosotros. Toda
persona que no tenía la armadura completa fue herida. Los que no habían
cubierto sus heridas recibieron nuevas cortaduras en ellas. Aquellos quienes recibieron impactos de
flecha de Calumnia, inmediatamente comenzaron a calumniar a quienes no estaban
heridos. Los que recibieron el golpe con Chisme comenzaron a murmurar y
rápidamente una división mayor se había creado dentro de nuestro propio
campamento. Sentía que estábamos al borde de la autodestrucción, de igual forma
como los ejércitos incrédulos en la Escritura lo habían hecho, sublevándose
para matarse unos a otros.
El
sentimiento de impotencia era terrible. Luego los buitres volaron hacia abajo
para recoger a los heridos y llevarlos al campamento de prisioneros. Los
heridos aún tenían espadas y podían haber derribado a los buitres fácilmente,
pero no lo hicieron. En realidad estaban conduciéndose bajo su propia voluntad,
porque tenían demasiada ira contra aquellos que no estaban heridos como ellos. Rápidamente pensé acerca de la multitud que
estaba detrás del ejército y corrí a ver qué les había sucedido. Parecía
imposible, pero la escena entre ellos era aún peor. Miles estaban caídos en el
suelo, quejándose. El cielo estaba oscurecido por los buitres que los llevaban alzados
para hacerlos prisioneros del enemigo. Muchos de los que no estaban heridos
simplemente observaban sentados con estupor e incredulidad y también eran
fácilmente llevados por los buitres. Algunos habían intentado pelear contra los
buitres pero no tenían las armas apropiadas, y estos ni les prestaban atención.
Los heridos estaban tan airados que amenazaban y alejaban a cualquiera que
intentara ayudarlos, sin embargo, eran dóciles y sumisos ante las bestias. Los del grupo que no habían sido heridos,
pero intentaban luchar contra los buitres comenzaron a huir de la escena de
batalla. Este primer encuentro con el enemigo fue tan devastador que me vi tentado
a huir junto a ellos. Luego, con rapidez sorprendente, algunos de los que
habían huido comenzaron a reaparecer con su armadura completa, sosteniendo
grandes escudos. Este fue el primer aspecto motivador que recuerdo haber visto. Los guerreros que regresaban ya no tenían el
júbilo de la fiesta, sino una sorprendente determinación que lo había
reemplazado. Sabía que ellos habían sido engañados antes, pero que no serían
fácilmente engañados otra vez.
Comenzaron a tomar los lugares de aquellos que
habían caído e incluso comenzaron a formar nuevos frentes para proteger las
filas traseras. Esto generó un gran valor que se esparció al ejército, de tal
manera que comenzó a surgir la determinación de pararse y luchar.
Inmediatamente tres grandes ángeles llamados Fe, Esperanza y Amor vinieron y se
pararon detrás del ejército. Mientras los mirábamos, todos nuestros escudos comenzaron
a crecer. Era asombroso ver cuán rápidamente la desesperación se había tornado
en fe. Era una fe sólida, templada por la experiencia.
El camino alto
Ahora todo el mundo tenía espadas llamadas La Palabra de Dios y flechas que
estaban diseñadas para distintas verdades bíblicas. Queríamos dispararles en
respuesta al ataque, pero no sabíamos cómo evitar herir a los cristianos que
los demonios galopaban. Luego se nos ocurrió que si estos cristianos eran
golpeados con Verdad, se despertarían y lucharían hasta desmontar a sus
opresores. Lancé unas cuantas flechas como lo hicieron otros. Casi todas ellas
golpearon a cristianos. Sin embargo, cuando la flecha de la Verdad les entró, no
se despertaron ni cayeron heridos. Se enfurecieron y el demonio que estaba
montado sobre ellos aumentó en su tamaño.
Esto nos sorprendió a todos y comenzamos a sentir que esta era una
batalla imposible de ganar. Aun así, con Fe, Esperanza y Amor estábamos
confiados que podíamos al menos mantener nuestro propio terreno.
Otro gran
ángel llamado Sabiduría apareció y nos dirigió para luchar desde la montaña que
estaba detrás de nosotros. En la montaña
había una especie de peñascos en diferentes niveles, a una altura donde
podíamos ver. En cada nivel superior los peñascos eran más angostos y resultaba
más difícil permanecer de pie sobre ellos. Cada uno estaba designado para una
verdad bíblica. Los niveles más bajos estaban designados tras los cimientos de
verdades fundamentales tales como «Salvación», «Santificación», «Oración »,
«Fe», etc., y los más altos estaban designados tras verdades bíblicas más profundas.
Mientras más alto escalábamos, más crecían nuestros escudos y espadas, y pocas
eran las flechas del enemigo que podían alcanzar nuestras posiciones.
Un trágico error
Algunos de los que quedaban en los niveles más bajos comenzaron a recoger
las flechas del enemigo y a dispararlas de regreso hacia ellos. Esto fue un
error grave. Los demonios esquivaban las flechas con facilidad y dejaban que
estas le dieran a los cristianos. Cuando
un cristiano recibía un golpe por una de las flechas de Acusación o Calumnia,
un demonio de Amargura o Ira volaba y se posaba sobre aquella flecha. Entonces
comenzaba a orinar y a defecar su veneno sobre el cristiano. Cuando este tenía
dos o tres de estos demonios añadidos al de Orgullo o Autojusticia que ya
tenía, se transformaba en una imagen deformada de los mismos demonios.
Desde
los niveles más altos podíamos ver lo que estaba sucediendo, pero los que se
encontraban en los niveles más bajos, que utilizaban las flechas del enemigo,
no lo podían ver. La mitad de nosotros decidimos continuar escalando, mientras
que la otra mitad descendió a los niveles más bajos para explicarle a estos lo
que estaba sucediendo. A todos se les advirtió que siguieran escalando sin detenerse,
a excepción de unos pocos quienes se situaron en cada nivel para ayudar a los
otros soldados a seguir escalando.
Seguridad
Cuando llegamos a la etapa llamada «La unidad de los hermanos », ninguna de
las flechas nos pudo alcanzar. En nuestro campamento muchos decidieron que esto
era lo más lejos que necesitaban escalar. Comprendí esto porque con cada nuevo
nivel resultaba más precario colocar los pies. Sin embargo, a medida que
escalaba, me sentía más fuerte y más diestro con mis armas, de manera que
continué hacia arriba. Pronto mis
destrezas eran lo suficientemente buenas como para disparar y darle a los
demonios sin herir a los cristianos. Sentía que si continuaba escalando podía
disparar lo suficientemente lejos como para dar justo a los líderes principales
de las huestes del mal, quienes permanecían detrás de sus ejércitos. Lamentaba
que varios habían detenido su marcha en los niveles inferiores donde estaban seguros,
pero desde allí no podían golpear al enemigo.
Aun así, la fortaleza y el
carácter que crecían en aquellos que continuaban escalando, hicieron de ellos
grandes campeones, cada uno capaz de destruir a muchos enemigos. En cada nivel se hallaban flechas de Verdad
desparramadas que sabía habían sido dejadas allí por aquellos que habían caído
de ese lugar (muchos habían caído de cada posición). Todas las flechas estaban
nombradas con la Verdad de aquel nivel. Algunos se rehusaban a recogerlas, pero
yo sabía que necesitábamos todas las que pudiéramos obtener para destruir la
gran hueste que se encontraba abajo. Levanté una, la disparé y le pegué
fácilmente a un demonio, lo cual hizo que los demás comenzaran a recogerlas y a
dispararlas. Comenzamos a diezmar varias
de las divisiones del enemigo. Debido a esto, el ejército maligno entero centró
su atención en nosotros.
Durante un tiempo parecía que mientras más lográbamos,
más nos atacaba el enemigo. Aunque nuestra tarea parecía interminable, ahora
nos llenaba de regocijo. Debido a que el
enemigo no nos podía azotar con sus flechas en los niveles más altos, gran
cantidad de buitres volaban por encima para vomitar sobre nosotros, o para
cargar a los demonios que orinaban o defecaban sobre los peñascos, haciendo que
se tornaran resbalosos.
El ancla
Nuestras espadas crecían después de que alcanzábamos un nuevo nivel, aunque
por poco dejo la mía atrás porque no parecía necesitarla en los niveles más
altos. Fue casi por casualidad que decidí mantenerla, pensando que debió
habérseme dado por alguna razón. Luego, debido a que el peñasco donde estaba
parado era tan angosto y resbaloso, hundí la espada en el piso y me amarré a mí
mismo con ella mientras disparaba al enemigo. La voz del Señor vino luego a mí,
diciendo: «Has empleado la sabiduría que te permitirá continuar escalando.
Muchos han caído por no haber usado su espada apropiadamente para anclarse a sí
mismos.» Nadie más parecía estar oyendo esta voz, pero muchos vieron lo que
yo había hecho, e hicieron lo mismo. Me
preguntaba por qué el Señor no me había hablado esto antes. Luego supe que Él
ya me había dicho esto de alguna manera. Mientras meditaba sobre esto, comencé
a comprender que toda mi vida había sido una capacitación para esta hora.
Sabía
que estaba preparado hasta el grado que había escuchado al Señor y obedecido su
voz a lo largo de mi vida. También sabía que por algún motivo la sabiduría y la
comprensión que ahora tenía no podía ser incrementada ni quitada mientras
estaba en esta batalla. Estaba muy agradecido por cada prueba experimentada en
mi vida y lamentaba el no haberla apreciado más en su momento. Pronto estábamos golpeando a los demonios con
una precisión casi perfecta. La ira ascendía del ejército enemigo como fuego y azufre.
Sabía que los cristianos atrapados en aquel ejército comenzaban ahora a sentir
el choque de aquella ira. Algunos llegaron a airarse tanto que ahora estaban
ocupados disparándose unos a otros. Normalmente esto hubiese sido de mucha
motivación, pero los que sufrían más eran los cristianos engañados, quienes
estaban en el campamento del enemigo. Yo sabía que para el mundo esto parecía
ser un desmoronamiento incomprensible del cristianismo mismo.
Algunos de aquellos quienes no habían
utilizado sus espadas como anclas eran capaces de derrumbar a muchos de los
buitres, pero también se caían más fácilmente de los peñascos donde estaban
parados. Algunos de estos aterrizaban sobre un nivel más bajo, pero algunos
caían hasta el fondo y eran levantados y llevados por los buitres. Pasaba cada
momento libre que tenía procurando hundir mi espada más profundo en el peñasco,
o procuraba amarrarme más fijo a ella. Cada vez que lo hacía, Sabiduría se
paraba a mi lado, así que sabía que era muy importante.
Una nueva arma
Las flechas de Verdad rara vez penetraban a los buitres, pero los herían lo
suficiente como para alejarlos. Cada vez que se alejaban, algunos de nosotros
podíamos escalar al próximo nivel. Cuando llegamos al nivel llamado «Gálatas
2:20» estábamos más allá de la altura donde los buitres podrían soportar. En
este nivel el cielo casi nos enceguecía con su brillo y belleza. Sentía paz
como nunca la había sentido antes. Hasta
alcanzar este nivel, gran parte del espíritu de lucha había sido motivado
mayoritariamente por el temor, odio o disgusto para con el enemigo, como
también lo había sido por el reino, la verdad, o amor hacia los prisioneros.
Sin embargo, fue en este nivel que alcancé la Fe, la Esperanza y el Amor, los
cuales antes tan solo había podido ver a la distancia.
Estaba arrobado por su
gloria. Aun así, sentía que no podía acercarme a ellos. Cuando estaban hombro a
hombro se voltearon hacia mí y comenzaron a reparar y a lustrar mi armadura.
Pronto esta fue transformada y reflejaba de una manera brillante la gloria que
venía de Fe, Esperanza y Amor. Cuando tocaron mi espada comenzaron a titilar
grandes destellos de relámpagos brillantes. El Amor dijo: «Aquellos que
alcancen este nivel, les serán encomendados los poderes de la era por venir.»
Luego, volteando hacia mí con juiciosa seriedad, dijo: «Aún debo enseñarte cómo
utilizarlos.» El nivel «Gálatas 2:20»
era tan ancho que no había peligro de caer. También tenía flechas ilimitadas
con el nombre Esperanza escrito sobre ellas. Disparamos algunas hacia los
buitres y estas los mataban fácilmente. Casi la mitad de los que habían
alcanzado este nivel seguían disparando, mientras que otros comenzaron a llevar
las flechas hacia abajo donde se encontraban los de niveles más bajos. Los buitres seguían llegando como olas sobre
los niveles bajos, pero había menos buitres que antes atacando a cada
cristiano.
Desde «Gálatas 2:20» podíamos golpear a cualquier enemigo en el
ejército, excepto a los líderes mismos, quienes permanecían fuera de nuestro
rango de alcance. Decidimos no utilizar las flechas de Verdad hasta haber
destruido a todos los buitres, puesto que la nube de depresión que creaban
hacían que la Verdad fuera menos efectiva. Esto tomó mucho tiempo, pero no nos
cansamos. Finalmente parecía como si el cielo sobre la montaña estuviese casi
completamente libre de buitres. La Fe,
la Esperanza y el Amor, quienes habían crecido como nuestras armas en cada
nivel, ahora eran tan grandes que las personas más allá del campo de batalla
podían verlas. Su gloria incluso irradiaba en el campo de los prisioneros,
quienes aún estaban bajo una nube de buitres. Me sentía muy motivado que ahora
ellos pudieran ver las cosas de esta manera.
Tal vez, ahora los cristianos quienes
habían estado acostumbrándose al enemigo y los prisioneros quienes estaban
cautivos por ellos, podrían comprender que nosotros no éramos el enemigo, sino
que de hecho habían sido utilizados por él.
Pero este no sería el caso, por lo menos no aún. Aquellos en el campamento
del enemigo que comenzaron a ver la luz de la Fe, la Esperanza y el Amor,
comenzaron a llamarlos «Ángeles de luz», quienes habían sido enviados para
engañar a los débiles o a los que no tenían discernimiento. Supe entonces que
su decepción y atadura era mayor de lo que había creído. Sin embargo, cualquiera que no fuese parte de
ninguno de estos dos ejércitos, los no cristianos, veían su gloria y comenzaban
a acercarse a la montaña para obtener una mejor percepción. Los que se acercaban
a verlos también comenzaron a entender de qué trataba realmente la batalla.
Esto fue de gran motivación. El regocijo
de la victoria continuó creciendo en todos nosotros. Sentía que el estar en
este ejército, en esta batalla, tenía que ser una de las aventuras más grande
de todos los tiempos. Después de haber destruido a la mayoría de buitres que
habían estado atacando nuestra montaña, comenzamos a quitar los buitres que aún
cubrían a los prisioneros.
A medida que la nube de oscuridad comenzaba a
disiparse y el sol brillaba encima de ellos, comenzaron a despertarse como si
hubiesen estado en un sueño profundo; inmediatamente sintieron repulsión por su
condición, especialmente por el vómito que todavía los cubría, y comenzaron a
limpiarse a sí mismos. A medida que contemplaban la Fe, la Esperanza y el Amor,
también vieron la montaña y corrieron hacia ella. La hueste maligna enviaba flechas de
Acusación y Calumnia a sus espaldas, pero no se detuvieron. En el momento en
que llegaron a la montaña, muchos tenían una docena o más de flechas penetradas
en ellos, sin embargo parecía que no se daban cuenta. A medida que comenzaron a
escalar la montaña, sus heridas comenzaron a sanar. Con la nube de depresión
disipada todo parecía más fácil.
La trampa
Los que habían sido prisioneros tenían gran gozo en su salvación. Parecían
estar sobrecogidos con aprecio por cada nivel a medida que comenzaron a escalar
la montaña, lo cual nos dio un mayor aprecio de aquellas verdades. Pronto la
determinación firme de luchar contra el enemigo también surgió en los que
habían sido prisioneros. Se pusieron la armadura provista y rogaban que se les permitiera
regresar para atacar al enemigo, quien los había tenido cautivos y había
abusado de ellos por tanto tiempo. Pensamos acerca de esto, pero después
decidimos que todos debíamos estar en la montaña para luchar. Nuevamente la voz
del Señor habló diciendo: «Por segunda vez has optado por la sabiduría. No
se puede vencer si se procura luchar contra el enemigo en su propio terreno;
deben permanecer en mi Monte Santo.» Estaba
aterrado de que hubiéramos tomado otra decisión importante, simplemente
pensando y discutiendo brevemente.
Luego resolví dar lo mejor de mí para no
tomar otra decisión, con ninguna consecuencia sin la oración. La Sabiduría se
acercó a mí rápidamente, tomó mis hombros firmemente y me miró a los ojos,
diciendo: «¡Esto debes hacer!» Cuando
Sabiduría me decía esto, me llevaba hacia adelante como si me estuviese
salvando de algo. Miré hacia atrás y vi que aunque había estado sobre una
platea ancha de «Gálatas 2:20» me había alejado hasta la orilla sin saberlo.
Había estado muy cerca de caerme de la montaña. Miré nuevamente a los ojos de
Sabiduría y él dijo con seriedad: «Ten cuidado cuando crees que estás firme,
no sea que caigas. En esta vida te puedes caer desde cualquier nivel.» Pensé
acerca de esto durante un tiempo. En medio de la dicha de la victoria que
estábamos comenzando a lograr y de la unidad de los hermanos, me había vuelto
descuidado. Era más noble caerse a causa del ataque severo del enemigo que caer
por motivos de descuido.
Las serpientes
Durante mucho tiempo continuamos matando a los buitres y arrancando a los
demonios que estaban montados sobre los cristianos. Descubrimos que las flechas
de diferentes Verdades podían tener un mayor impacto en diferente tipo de
demonios. Sabíamos que iba a ser una batalla larga, pero ahora no estábamos
sufriendo ninguna pérdida, y habíamos continuado escalando más allá del nivel de
«Paciencia». Aun así, después que estos cristianos lograron que los demonios
cayeran de ellos, pocos se dirigían al monte. Muchos habían tomado la
naturaleza de los demonios y habían continuado en su engaño sin ellos. A medida
que la oscuridad de los demonios se disipaba, podíamos ver la tierra moviéndose
alrededor de los pies de estos cristianos.
Luego vi que sus piernas estaban
atadas por serpientes. A medida que miraba las serpientes, vi que todas eran
del mismo tipo y tenían escrito sobre ellas el nombre Vergüenza. Lanzamos flechas de Verdad a las serpientes,
pero esto tuvo poco efecto. Luego intentamos con las flechas de la Esperanza
sin ningún resultado. Desde «Gálatas 2:20» había sido muy fácil escalar más
alto porque todos nos ayudábamos unos a otros. Debido a que parecía que había
muy poco que pudiésemos hacer ahora en contra del enemigo, decidimos procurar
escalar tan lejos como pudiésemos hasta que encontráramos algo que obrara en
contra de las serpientes. Pasamos
niveles de verdad rápidamente. En la mayoría de ellos ni siquiera miramos si
había algún arma que aparentemente obrara en contra de las serpientes. La Fe,
la Esperanza y el Amor permanecieron con nosotros, pero me di cuenta que
habíamos dejado de lado a Sabiduría, quien se encontraba lejos. Pasaría mucho tiempo
antes que pudiese comprender qué error había sido este. Él nos alcanzaría en la
cúspide, pero el haberlo dejado atrás nos costó el perder una victoria rápida y
fácil sobre las huestes del mal.
Casi
sin advertencia llegamos a un nivel que se abrió hacia un jardín. Era el lugar
más bello que jamás hubiese visto. Encima de la entrada a este jardín estaba
escrito: «El Amor Incondicional del Padre». Esta entrada era tan gloriosa y nos
invitaba de tal forma que simplemente no pudimos resistir el ingresar. Tan
pronto como entré vi un árbol que sabía era el Árbol de la Vida. Se encontraba en
la mitad del jardín y aún estaba siendo protegido por ángeles de extraordinario
poder y autoridad. Cuando los miré, ellos me miraron. Parecían amigables, como
si nos estuvieran esperando. Miré hacia atrás y ahora había allí una hueste de
distintos guerreros en el jardín. Esto nos dio valor, y debido a la conducta de
los ángeles decidimos ir más allá de ellos para llegar hasta el árbol. Uno de
los ángeles gritó. «Aquellos que lleguen a este nivel, que conocen el amor del
Padre, pueden comer.» No me había dado
cuenta de cuánta hambre tenía. Cuando probé del fruto, era mejor que cualquier
otra cosa que jamás hubiese comido.
Pero al mismo tiempo era algo conocido. Me
trajo recuerdos del brillo del sol, de la lluvia, de hermosos campos, de un atardecer
del sol sobre el océano, pero aun más que esto, de las personas a quienes
amaba. Con cada bocado amaba más a todo y a todas las personas. Luego mis
enemigos comenzaron a venir a mi mente y a ellos también los amaba. Pronto, el
sentimiento era más grande que cualquier cosa que hubiese experimentado,
incluso la paz de «Gálatas 2:20» cuando logramos aquel nivel al principio. Luego
escuché la voz del Señor, diciendo: «Este es ahora tu pan diario. Nunca se
te negará. Podrás comer tanto y tan frecuentemente como quieras. No hay fin
para mi amor.» Miré hacia arriba del
árbol para ver de dónde venía la voz y vi que estaba lleno de águilas de un
blanco puro. Tenían los ojos más bellos y penetrantes que jamás hubiese visto.
Me miraban como si estuvieran esperando instrucciones. Uno de los ángeles dijo:
«Ellas harán lo que pidas. Estas águilas comen serpientes.» Dije: «¡Vayan, devoren
a la Vergüenza que ha atado a nuestros hermanos!» Ellas abrieron sus alas y un
gran viento vino y las elevó en el aire. Las águilas llenaron el cielo con una
gloria enceguecedora. Aun tan alto como estábamos, podía escuchar los sonidos
de terror del campamento del enemigo a la vista de las águilas ascendiendo.
El Rey aparece
Luego el Señor Jesús mismo apareció a mano derecha entre nosotros. Se tomó
el tiempo necesario para saludar a cada individuo, felicitándonos por haber
alcanzado la cúspide del monte. Luego dijo: «Ahora debo compartir contigo lo
que compartí con tus hermanos después de mi ascenso: el mensaje de mi Reino. El
ejército más poderoso del enemigo ha sido puesto a pelear, pero no a ser
destruido. Ahora es tiempo que marchemos hacia adelante con el evangelio de mi
reino. Las águilas han sido liberadas e irán con nosotros. Llevaremos flechas
de cada nivel, pero Yo Soy tu espada y tu capitán. Ahora es el tiempo para que la espada del
Señor sea desenvainada.» Luego me volteé y vi que el ejército del Señor
estaba de pie en ese jardín.
Había tanto hombres como mujeres y niños de todas
las razas y naciones, cargando cada uno su bandera la cual se movía por el
viento con unidad perfecta. Sabía que nada como esto había sido visto sobre la
tierra antes. Sabía que el enemigo tenía mucho más ejército y fortalezas a lo
largo de la tierra, pero nada podía permanecer delante de este gran ejército.
Dije susurrando: «Este debe ser el día del Señor.» La hueste entera respondió
como un trueno sorprendente: «El día del Señor de las huestes ha llegado.»
Resumen
Meses más tarde estaba sentado, meditando acerca de este sueño. De modo
alarmante, ciertos eventos y condiciones en la Iglesia parecían ser un paralelo
de lo que había visto cuando las huestes del infierno habían comenzado a
marchar. Recordé a Abraham Lincoln. La única forma en que él pudo llegar a ser
«el Emancipador» y preservar la Unión, fue estando dispuesto a luchar una
Guerra Civil. No solo tuvo que lucharla, sino pelear con la determinación de no
rendirse hasta que la victoria fuera completa. También debió tener la gracia
para luchar la guerra más sangrienta de la historia norteamericana sin
«demonizar» al enemigo con propaganda. Si hubiese hecho esto, podría haber
estado en condición de resolver lo del norte más velozmente, y ganar así una
victoria militar más rápida, pero de esa forma hubiera hecho más difícil la
unificación de postguerra. Debido a que él estaba realmente luchando para
preservar la Unión, nunca hizo de los hombres y mujeres del sur sus enemigos, sino
al mal que los tenía esclavizados. Una
gran guerra civil espiritual ahora se asoma ante la Iglesia. Muchos harán todo
lo que esté a su alcance para evitarlo. Esto es comprensible e incluso noble.
Sin embargo, las concesiones mutuas nunca harán mantener una paz duradera. Esto
solo hará que el conflicto final sea mucho más difícil cuando llegue, y este
llegará. El señor esta ahora preparando un liderazgo que estará dispuesto a
luchar una guerra civil espiritual para liberar a los hombres. El punto
principal será la esclavitud versas la libertad. El secundario, el cual
será el primario para algunos, será el dinero. De igual manera como en la
guerra civil norteamericana en ciertos momentos parecía como si se fuera a
destruir la nación entera, lo que se avecina a la Iglesia en algunos momentos
parecerá como el fin de ella.
Sin embargo, de igual forma como la nación
americana no solo sobrevivió sino que continuó adelante hasta llegar a ser la
nación más poderosa sobre la tierra, lo mismo sucederá con la Iglesia. No será destruida, sino que lo serán las
instituciones y doctrinas que han mantenido a los hombres bajo la esclavitud
espiritual. Aun después de esto, la justicia perfecta en la Iglesia no se
logrará de la noche a la mañana. Existirán las luchas por los derechos de las
mujeres y otros temas para liberar a la Iglesia de otras formas de racismo y
explotación. Estas todas son causas que deben ser confrontadas. Sin embargo, en
medio de la próxima guerra civil espiritual, la Fe, la Esperanza, el Amor y el
Reino de Dios sobre el cual están fundamentados, comenzarán a ser vistos como
nunca jamás lo han sido. Esto comenzará a atraer a todos los hombres hacia el
Reino.
El reinado de Dios está próximo a ser demostrado como uno mayor que
cualquier gobierno humano. Y recordemos
siempre que, con el Señor, «mil años es como un día». Él puede hacer en
nosotros en un día lo que pensamos que tomaría mil años. La obra de liberación
y la exaltación de la Iglesia será una obra realizada más rápidamente de lo que
pensamos es humanamente posible. Sin embargo, no estamos hablando de
posibilidades humanas.
PARTE II
EL Monte Santo
Estábamos de pie en el Jardín de Dios, bajo el Árbol de Vida. Parecía que
el ejército entero estaba allí, muchos de ellos arrodillados delante del Señor
Jesús. Acababa de darnos la orden de regresar a la batalla a favor de nuestros
hermanos quienes permanecían atados, y a favor del mundo que Él amaba. Era una
orden tan maravillosa como terrible. Era maravillosa porque venía de Él. Era
terrible porque implicaba que teníamos que alejarnos de su presencia manifiesta
y del jardín, que era más bello que cualquier otro lugar que jamás hubiéramos
visto. Alejarnos de todo esto para entrar en el campo de la batalla nuevamente
parecía incomprensible. El señor
continuo su exhortación: «Les he dado dones espirituales y poder, y una
comprensión creciente en torno a mi Palabra y mi reino, pero la herramienta más
poderosa que han recibido es el amor del Padre. Mientras que caminen en el amor
de mi Padre nunca fracasarán. El fruto de este árbol es el amor del Padre que ha
sido manifestado a través mío. Este amor que está en mí debe ser su pan
diario.»
En esta escena de tanta
belleza y gloria no parecía que el Señor se estuviese apareciendo en su gloria.
De hecho, su apariencia era bastante común. Aun así, la gracia con la cual se
desplazaba y hablaba hacía de Él la persona más atractiva que hubiese visto jamás.
Se encontraba más allá de la definición humana de dignidad y nobleza. Era fácil
comprender por qué El era todo lo que el Padre ama y estima. Él realmente está
lleno de gracia y de verdad, hasta el punto que parecía que nada más que gracia
y verdad debían importar jamás. Mientras
comía el fruto del Árbol de la Vida, el pensamiento de toda cosa buena que
había conocido llenaba mi alma. Cuando Jesús hablaba era lo mismo, solo que
magnificado. Lo único que quería hacer era quedarme solamente en este lugar y
escucharlo. Recordaba que antes había pensado que debía ser aburrido para los ángeles
el no hacer otra cosa que adorarlo continuamente delante del trono.
Ahora sabía
que no había nada más maravilloso o que llenara tanto de gozo en cuanto a lo
que pudiésemos hacer que simplemente adorarlo. Para esto fuimos creados, y
ciertamente sería lo mejor de estar en el cielo. No podía imaginarme cuan
maravilloso sería si todos los coros celestiales se añadieran. Era difícil creer
que hubiera luchado tanto con la idea del aburrimiento durante los servicios de
adoración. Sabía que esto solo se debía a que había estado casi completamente
fuera de contacto con la realidad durante aquellos tiempos. Estaba prácticamente sobrecogido con el deseo
de regresar y reponer aquellos tiempos durante los servicios de adoración,
cuando le permití a mi mente deambular o me ocupé a mí mismo con otras cosas.
El deseo de expresar mi adoración a Él llegó a hacerse casi insaciable. ¡Tenía
que alabarlo! A medida que habría mi boca estaba asombrado por la alabanza
espontánea que irrumpía del ejército entero al mismo tiempo.
Casi se me había
olvidado que había más gente allí, no obstante todos estábamos en perfecta
unidad. La gloriosa alabanza que siguió no podía ser expresada en idioma
humano. A medida que alabábamos, un
resplandor dorado comenzó a emanar del Señor. Luego había un brillo plateado
alrededor del dorado. Después hubo colores de una riqueza que jamás había visto
con mis ojos naturales, lo cual nos envolvió a todos. Con esta gloria entré en
una esfera de emoción que nunca antes había experimentado. De alguna forma
comprendí que esta gloria había estado allí todo el tiempo, pero cuando nos
enfocamos en Él de esa manera en adoración, comenzamos a ver más de su gloria.
Mientras más intensamente adorábamos, más gloria podíamos contemplar. Si este era
el Cielo, puedo decir que era mucho, mucho mejor de lo que había soñado.
Su morada
No tengo ni idea de por cuánto tiempo continuó esta adoración. Pudieron
haber sido minutos, o tal vez meses. No había ninguna forma de medir el tiempo
en aquel tipo de gloria. Cerré mis ojos porque la gloria que estaba viendo con
mi corazón era igual de maravillosa como la que estaba viendo con mis ojos
físicos. Cuando abrí mis ojos estaba sorprendido de ver que el Señor no estaba
allí, sino un grupo de ángeles se hallaba parado donde Él había estado. Uno de
ellos se acercó a mí y dijo: «Cierra tus ojos nuevamente.» Cuando lo hice,
contemplé la gloria del Señor. Esto no fue un pequeño descanso. Sabía que no
podría vivir sin aquella gloria que ya había experimentado. Luego el ángel entonces explicó: «Lo que ves
con los ojos de tu corazón es más real que lo que ves con tus ojos físicos.» Me
había hecho esta afirmación muchas veces, ¡pero cuan poco había caminado en
ella!
El ángel continuó: «Fue por este motivo que el Señor le dijo a sus
primeros discípulos que era mejor que Él se fuera, de manera que el Espíritu
Santo viniera. El Señor mora dentro de ti. Tú has enseñado esto muchas veces,
pero ahora lo debes vivir, pues has comido del Árbol de la "Vida.» El ángel comenzó nuevamente a conducirme a la
puerta de entrada. Protesté diciendo que no quería irme. Mirándome sorprendido,
el ángel me tomó por los hombros y me miró a los ojos. Aquí fue cuando lo
reconocí; era Sabiduría. «Nunca tienes que irte de este jardín. Este jardín
está en tu corazón porque el Creador mismo está dentro de ti. Tú has deseado la
mejor parte, la de adorarlo y sentarte en su presencia para siempre, y esta
nunca se te quitará. Pero debes llevarla de aquí a donde más se necesita.» Sabía que él tenía razón. Miré más allá
de donde él estaba, hacia el Árbol de la Vida. Tenía una compulsión de tomar
todo el fruto que pudiera antes de irme.
Conociendo mis pensamientos, Sabiduría
suavemente me sacudió. «No. Aún este fruto, recogido en temor, se dañaría.
Este fruto y este árbol están dentro de ti porque Él esta en ti. Debes creer.» Cerré mis ojos y procuré ver al Señor nuevamente, pero no podía. Cuando
abrí mis ojos, Sabiduría aún me estaba mirando. Con gran paciencia continuó: «Has
probado de la esfera celestial y nadie quiere regresar a la batalla cuando esto
ha sucedido. Nadie quiere irse de la presencia manifiesta del Señor. Cuando el
apóstol Pablo vino aquí él luchó por el resto de su vida con respecto a si
debía quedarse y trabajar en favor de la Iglesia, o regresar aquí para entrar en
su herencia. Su herencia fue magnificada mientras más permaneció y sirvió en la
tierra. Ahora que tienes el corazón de un verdadero adorador querrás siempre
estar aquí, pero podrás hacerlo cuando entres en la verdadera adoración.
Mientras más enfocado estés en Él, más gloria verás, sin importar donde te
encuentres.»
Las palabras de
Sabiduría finalmente me habían calmado. Nuevamente cerré mis ojos solo para
agradecer al Señor por esta experiencia maravillosa, y por la vida que Él me
había dado. A medida que hice esto, comencé a ver su gloria nuevamente y toda
la emoción de la experiencia de adoración previa inundó mi alma. Las palabras del
Señor para mí eran tan fuertes y tan claras que estaba seguro que habían sido
audibles. «Nunca te dejaré ni abandonaré.» «Señor perdona mi
incredulidad», le respondí. «Ayúdame a nunca irme ni abandonarte.» Este fue
tanto un tiempo maravilloso como de prueba. Aquí el «mundo real» no era tal, y
la esfera espiritual era mucho más real de lo que me podía imaginar regresando
a la otra. Estaba atrapado tanto con la maravilla como con un terrible temor de
que me despertase en cualquier momento, para hallar que todo había sido
simplemente un sueño. Sabiduría
comprendió lo que estaba sucediendo dentro de mí. «Estás soñando», dijo,
«pero este sueño es más real de lo que piensas que es real.
El Padre le ha
dado sueños a los hombres para ayudarlos a ver la puerta del lugar de su
morada. Él tan sólo morará en los corazones de los hombres, y los sueños pueden
ser una puerta a tu corazón, que te conducirá a Él. Este es el motivo por el
cual sus ángeles tan frecuentemente se aparecen a los hombres en sus sueños. En
ellos pueden traspasar la mente caída del hombre e ir directamente a su
corazón.» A medida que abría mis
ojos, Sabiduría aun me tenía de los hombros. «Yo soy el don primario que te
ha sido dado para tu trabajo», dijo él. «Yo te mostraré el camino y te
mantendré en él, pero solo el amor te mantendrá fiel. El temor del Señor es el
principio de la sabiduría, pero la sabiduría mayor es amarlo a Él.» Luego
Sabiduría me soltó y comenzó a caminar hacia la puerta de entrada. Lo seguí
vacilante. Recordaba el gozo de la batalla y la escalada de la montaña, y eso
era irresistible, pero no había punto de comparación con la presencia del Señor
y la adoración que acababa de experimentar. Dejar esto sería el sacrificio más
grande que jamás hubiese hecho. Luego recordé que todo esto estaba dentro de mí,
y estaba sorprendido que pudiese olvidarlo tan rápidamente. Era como si hubiese una gran batalla
librándose en mi interior, entre lo que veía con mis ojos físicos y lo que veía
con mi corazón.
Me moví hacia adelante, de manera que pudiera estar caminando hombro
a hombro con Sabiduría, y pregunté: «He orado durante veinticinco años de
manera que fuese llevado al tercer cielo como el apóstol Pablo. ¿Es éste el
tercer cielo?» «Esto es parte de él», respondió, «pero hay mucho
más». «¿Se me permitirá ver más?», pregunté. «Verás mucho más. Te estoy
llevando ahora a ver más», respondió.
Comencé a pensar acerca del libro de Apocalipsis. «¿Fue la revelación de
Juan parte del tercer cielo?», pregunté. «Parte de la revelación de Juan era
acerca del tercer cielo, pero la mayor parte fue del segundo. El primer cielo
fue antes de la caída del hombre. El segundo es la esfera espiritual durante el
reinado del mal sobre la tierra. El tercer cielo es cuando el amor y el dominio
del Padre nuevamente prevalezcan sobre la tierra a través del Rey.» «¿Cómo era el primer cielo?», inquirí,
sintiendo un extraño escalofrío mientras indagaba. «Es sabio no estar preocupado
con eso ahora», respondió Sabiduría con seriedad, ya que mi pregunta parecía
haberlo sacudido. «Es sabio buscar conocer el tercer cielo justo como lo has
hecho. Hay mucho más para conocer acerca del tercer cielo de lo que puedes
saber en esta vida, y el tercer cielo es el reino que debes predicar en esta
vida. En las edades por venir se te contará acerca del primero, pero no es
provechoso que lo conozcas ahora.»
Resolví
recordar el escalofrío que acababa de sentir y Sabiduría asintió, lo cual entendí
que era una afirmación acerca de este pensamiento. «¡Qué gran compañero eres!»,
tuve que decirle, a medida que me di cuenta del don valioso que era este ángel.
«Tú realmente me mantendrás sobre el camino correcto.» «De hecho, lo haré »,
respondió. Estaba seguro que sentía
amor de este ángel, que era único, ya que nunca había sentido esto de parte de
otros ángeles. Generalmente mostraban su preocupación más por obligación que
por amor. Sabiduría respondió a mis pensamientos como si los hubiese dicho en
voz audible. «Es sabio amar y no podría ser Sabiduría sino te amara.
También es sabio contemplar la bondad de Dios y lo severo que Él es. Es sabio
amarlo y temerle. Estarías engañado si hicieras algo distinto. Esta es la
próxima lección que debes aprender », dijo él con inconfundible seriedad. «Conozco esto y lo he enseñado muchas veces»,
respondí, sintiendo por primera vez que tal vez Sabiduría no me conocía
plenamente. «He sido tu compañero por mucho tiempo, y conozco tus enseñanzas
», respondió sabiduría. «Ahora estás a punto de aprender lo que algunas
de tus propias enseñanzas significan. Como has dicho muchas veces: "No es
el creer algo en la mente, sino en el corazón lo que produce justicia."» Me disculpé, sintiéndome un poco
avergonzado al haber cuestionado a Sabiduría. Con gracia aceptó mis disculpas.
Fue entonces que me di cuenta que lo había estado cuestionando y desafiando durante
la mayor parte de mi vida, y con frecuencia para mi propio daño.
La otra mitad del amor
«Hay momentos para adorar al Señor», continuó Sabiduría, «y hay momentos para honrarlo con el más grande temor y respeto, así como hay tiempo para sembrar y tiempo para cosechar. Es sabio conocer el tiempo para cada uno. La verdadera sabiduría conoce los tiempos y las estaciones de Dios. Te traje aquí porque era tiempo de adorar al Señor en la gloria de su amor. Esto es lo que necesitabas más que todo después de tal batalla. Ahora te estaré llevando a otro lugar porque es tiempo que lo adores a Él en el temor de su juicio. Hasta que conozcas ambos, existe el peligro de que podamos ser separados el uno del otro.» «¿Quieres decir que si me quedaba en aquella adoración gloriosa te hubiera perdido?», pregunté con incredulidad. «Sí. Siempre te hubiera visitado cuando pudiese, pero rara vez hubiésemos cruzado el camino. Es difícil dejar tal gloria y paz, pero esta no es toda la revelación acerca del Rey. El es tanto León como Cordero. Para los hijos espirituales es el Cordero; para aquellos que están madurando Él es el León. Para los que son plenamente maduros, Él es ambos, el León y el Cordero. Nuevamente, sé que comprendes esto, pero lo has sabido en tu mente. Pronto lo conocerás en tu corazón, ya que estás próximo a experimentar la silla del juicio de Cristo.»
El retorno a la batalla
Antes de abandonar las puertas de entrada al jardín, le pregunté a
Sabiduría si podía simplemente sentarme allí por un tiempo para pensar en todo
lo que había experimentado. «Sí, puedes hacerlo », respondió, «pero
tengo un lugar mejor donde lo puedes hacer.» Seguí a Sabiduría pasando por
las puertas principales y comenzamos a descender de la montaña. Para mi
sorpresa la batalla aún continuaba, pero no tan intensamente como lo había estado
cuando ascendíamos. Todavía había flechas de Acusación y Calumnia volando en
los niveles más bajos, pero la mayor parte de la hueste del enemigo que había
quedado estaba atacando furiosamente a las águilas blancas. Las águilas estaban
prevaleciendo fácilmente. Continuamos
descendiendo hasta que estábamos casi en la base. Justo encima de los niveles
de «Salvación» y «Santificación» estaba el nivel de «Agradecimiento y
Alabanza». Recordé este nivel muy bien porque uno de los ataques más grandes
del enemigo vino cuando intenté alcanzarlo primero.
Una vez que llegamos allí,
el resto del ascenso fue mucho más fácil y cuando una flecha penetraba en
nuestra armadura, la sanidad venía más rápido.
Tan pronto como mis enemigos me vieron en este nivel (no podían ver a
Sabiduría), una lluvia de flechas comenzó a llegar hacia abajo, sobre mí. Las
detuve con mi escudo tan fácilmente que dejaron de disparar. Ahora, sus flechas
casi se acababan y no podían darse el lujo de desperdiciarlas. Los soldados que luchaban aún desde este
nivel me miraron asombrados y con consideración, lo cual me hizo sentir
incómodo. Fue entonces que me di cuenta por primera vez que la gloria del Señor
estaba emanando de mi armadura y de mi escudo. Les dije que escalaran a la
parte superior de la montaña sin detenerse, y que ellos también verían al
Señor. Tan pronto como estuvieron de acuerdo para ir vieron a Sabiduría.
Comenzaron a arrodillarse para adorarlo, pero él los detuvo y los envió a
seguir su camino.
Los fieles
Estaba lleno de amor por estos soldados, muchos de los cuales eran mujeres
y niños. Su armadura estaba desordenada, sucia y estaban cubiertos de sangre;
sin embargo, no se habían dado por vencidos. De hecho, aún estaban alegres y
motivados. Les dije que ellos merecían más gloria que yo porque habían llevado
la mayor carga de la batalla y mantenido su terreno. Parecían no creerme, pero
apreciaban que yo lo dijera. Sin embargo, yo sentía que esto era realmente la
verdad. Cada nivel de la montaña tenía
que estar ocupado, de lo contrario, los buitres que rondaban vendrían y lo
profanarían con vómito y excremento, haciendo difícil el pararse ahí. La
mayoría de los peñascos estaban ocupados por soldados a los que podía reconocer
como de diferentes denominaciones o movimientos que enfatizaban la verdad del
nivel que estaban defendiendo.
Estaba avergonzado por mi actitud, la cual había
mantenido en el pasado para con algunos de estos grupos. Los había considerado
desconectados de Dios y, en el mejor de los casos, mundanos, pero allí estaban
luchando fielmente contra el ataque que venía por parte del enemigo. Su defensa
de estas posiciones probablemente me había permitido continuar escalando como
lo había hecho. Algunos de estos niveles
estaban situados de manera que había una vista amplia de la montaña y del campo
de batalla, pero otros estaban tan aislados que los soldados sobre ellos podían
tan solo ver su nueva posición. Estos parecían no estar conscientes del resto de
la batalla que se estaba librando, ni del resto del ejército que estaba
luchando. Estaban tan heridos a causa de las calumnias y las acusaciones que
podían resistir a cualquiera que descendiese a ellos desde un nivel más alto
para motivarlos a escalar más. Sin embargo, cuando alguien comenzaba a
descender desde arriba reflejando la gloria del Señor, ellos escuchaban; la
mayoría con gran gozo, y pronto comenzaban a escalar con valor y decisión.
Mientras contemplaba todo esto, Sabiduría no dijo mucho, pero parecía estar muy
interesado en mis reacciones.
Descubriendo la realidad
Entonces observé que muchos soldados que habían estado en la cúspide
comenzaron a descender a todos los niveles para relevar a quienes habían estado
tomando sus posiciones sobre esas verdades. A medida que lo hacían, cada nivel
comenzó a brillar con la gloria que llevaban. Pronto la montaña entera había
comenzado a brillar con una gloria que era enceguecedora para los demonios y buitres
que quedaban. Con el tiempo había tanta gloria en la montaña que comenzó a
tener el mismo sentir que en el jardín. Comencé
a agradecer y alabar al Señor, e inmediatamente estaba en su presencia otra
vez. Era difícil contener las emociones y la gloria que sentía cuando hacia
esto.
La experiencia llegó a ser tan intensa que me detuve. Sabiduría estaba
parado a mi lado. Colocando su mano sobre mi hombro dijo: «Entra por sus
puertas con gratitud, por sus atrios con alabanza.» «¡Pero eso era tan real...¡ Sentí como si
nuevamente estuviese allí», exclamé. «Estuviste allí», respondió
Sabiduría. «No es que aquella sea más real, sino que tú lo eres. De igual
manera como el Señor se lo dijo al ladrón en la cruz "hoy estarás conmigo
en el paraíso", tú puedes entrar en el paraíso en cualquier momento. El
Señor, su paraíso y su monte, todos habitan dentro de ti, porque Él está en ti.
Lo que antes eran solo pruebas, ahora son una realidad para ti porque has
escalado la montaña. La razón por la cual puedes verme y otros no, no es porque
yo haya entrado a tu esfera, sino porque tú has entrado a la mía. Esta es la
realidad que los profetas conocían, la cual les dio gran valentía aun cuando
estaban de pie, solos, contra ejércitos. Veían las huestes celestiales que los respaldaban,
no tan solo las terrenales formadas en filas en contra de ellos.»
La trampa mortal
Luego miré por encima de la matanza que se encontraba abajo y sobre el
ejército demoníaco que se retiraba lentamente. Detrás de mí, más de los
guerreros gloriosos continuaban tomando constantemente sus lugares sobre el
monte. Sabía que ahora éramos lo suficientemente fuertes como para atacar y
destruir lo que había quedado de esta hueste del enemigo. «Todavía no», dijo
Sabiduría. «Mira allá.» Miré en la dirección en la cual estaba
apuntando, pero para poder ver cualquier cosa tenía que proteger mis ojos de la
gloria que emanaba de mi propia armadura. Luego logré captar de un vistazo un
movimiento en un valle pequeño. No
lograba ver qué era lo que estaba mirando, debido a la gloria resplandeciente
de la armadura, la que me dificultaba ver en la oscuridad.
Le pregunté a
Sabiduría si había algo con lo cual pudiera cubrir mi armadura de manera que
pudiera ver. Él entonces me entregó un manto para colocármelo. «¿Qué es esto?»,
pregunté un tanto molesto por su mal aspecto. «Humildad», dijo
Sabiduría. «No podrás ver bien sin él.» Con disgusto me lo puse e
inmediatamente vi muchas cosas que no podía ver antes. Así miré hacia el valle
y el movimiento que había visto. Para mi asombro, había una división entera de
la hueste del enemigo que esperaba al que se aventurara a bajar del monte. «¿Qué ejército es este?», pregunté. «¿Y cómo
se escaparon de la batalla intactos?» «Eso es Orgullo», explicó
Sabiduría. «Es el enemigo más difícil de ver después de haber estado en la
gloria. Aquellos que se rehusan a colocarse este manto sufrirán mucho en manos
de este tortuoso enemigo.»
Mientras miraba hacia atrás a la montaña vi
muchos de los gloriosos guerreros cruzando la planicie para atacar al remanente
de la hueste del enemigo. Ninguno de ellos llevaba puesto el manto de humildad
y no habían visto al enemigo que estaba listo para atacarlos desde la
retaguardia. Comencé a correr para detenerlos, pero Sabiduría me detuvo. «No
puedes detener esto», dijo él. «Solo los soldados que llevan puesto este
manto reconocerán tu autoridad. Ven conmigo; hay algo más que debes ver antes
de que puedas ayudar a liderar en esta gran batalla que ha de venir.»
El fundamento de la gloria
Sabiduría me condujo por la ladera de la montaña al nivel más bajo, el cual
se llamaba «Salvación». «Crees que este es el nivel más bajo», declaró
Sabiduría, «pero este es el fundamento de todo el monte. En cualquier viaje,
el primer paso es el más importante, y por lo general el más difícil. Sin
"Salvación" el monte no existiría.» Estaba espantado por la
terrible devastación en este nivel. Cada soldado se encontraba gravemente
herido, pero ninguno de ellos estaba muerto. Las multitudes estaban casi
cayéndose de la orilla.
Muchos parecían
listos a caer, pero esto no sucedía. Los ángeles estaban por todos lados,
ministrando a los soldados con tanto gozo que tuve que preguntar: «¿Por qué
están tan contentos?» «Estos ángeles han contemplado el valor que los llevó a
éstos a sostenerse. No han podido continuar más allá, pero tampoco se han dado
por vencidos. Pronto serán sanados y
entonces contemplarán la gloria del resto del monte, y comenzarán a escalar.
Estos serán los grandes guerreros para la batalla que vendrá.» «Pero, ¿no les
habría ido mejor escalando el monte con el resto de nosotros?» Protesté,
observando su condición presente. «Hubiese sido mejor para ellos, pero no para
ti.
Al haber permanecido aquí hicieron que fuese más fácil para ti escalar, manteniendo
ocupados a la mayoría de tus enemigos. Muy pocos de los niveles más altos se
han extendido para ayudar a otros a venir al monte, pero estos lo hicieron. A
pesar de estar ellos mismos apenas agarrados del monte, se extendieron de esta
forma para ayudar a otros en su camino hacia arriba. De hecho, la mayoría de
los guerreros poderosos fueron conducidos al monte por estos fieles. Estos no
son menos héroes que aquellos que llegaron a la cúspide. Han traído gran gozo
al cielo al conducir a otros a la salvación. Por este motivo todos los
ángeles en el cielo querían venir para ministrarles a ellos, pero solo se les
permitió a los más honorables.»
Nuevamente
sentí vergüenza por mi actitud previa para con estos grandes santos. Muchos de
nosotros los habíamos menospreciado a medida que íbamos escalando los niveles
más altos. Ellos habían cometido muchos errores durante la batalla, pero
también habían mostrado más del corazón del Pastor que el resto de nosotros. El Señor dejaba a las noventa y nueve para ir
tras aquella que estaba perdida. Estos habían permanecido en el lugar donde todavía
podían alcanzar a los perdidos, y habían pagado un precio muy valioso por ello.
Yo también quería ayudar, pero no sabía donde comenzar. Sabiduría dijo: «Está bien que quieras
ayudar, pero lo harás mejor continuando hacia adelante, hacia lo cual has sido
llamado. Todos estos serán sanados y escalarán el monte. Ahora podrán escalar más
rápidamente porque tú y los otros, quienes fueron delante de ellos, destruyeron
al enemigo y marcaron el camino. Ellos se unirán a ustedes nuevamente en la
batalla. Estos son intrépidos; no se retirarán ante el enemigo.»
El poder del orgullo
Estaba meditando en lo
que estaba aprendiendo, tanto al descender del monte como cuando estaba
escalando, cuando el estruendo del campo de batalla me llamó la atención. Ahora
había miles de guerreros poderosos, quienes habían atravesado la planicie para
atacar al remanente de la hueste del enemigo. El enemigo huía en todas las
direcciones excepto una división: Orgullo.
Sin ser detectada en lo absoluto,
había marchado justo hasta la retaguardia de los guerreros que avanzaban, y
estaba próxima a lanzar una lluvia de flechas. Fue entonces cuando me di cuenta
de que los guerreros poderosos no tenían armadura en sus espaldas. Estaban totalmente
expuestos y vulnerables ante lo que los iba a golpear. Sabiduría comentó: «Tú
has enseñado que no hay armadura para la parte trasera, lo cual significa que
estabas vulnerable si huías del enemigo. Sin embargo, nunca habías visto cómo
el avanzar en el orgullo también te hacía vulnerable.» Solamente podía asentir afirmando. Era
muy tarde para hacer algo y era casi insoportable de observar, pero Sabiduría
dijo que yo debía observar. Sabía que el Reino de Dios estaba próximo a sufrir una
gran derrota. Había sentido tristeza con anterioridad, pero nunca esta clase de
tristeza. Para mi sorpresa, cuando las flechas de Orgullo hirieron a los
guerreros, éstos ni siquiera se dieron cuenta. Sin embargo, el enemigo continuó
disparando.
Los guerreros estaban sangrando y se debilitaban rápidamente, pero
no se daban cuenta de ello. Al poco tiempo estaban débiles para sostener sus
escudos y espadas; los bajaron, declarando que ya no los necesitaban. Comenzaron
a quitarse la armadura, diciendo que tampoco era necesaria. Luego otra división enemiga apareció y
comenzó a moverse hacia el frente rápidamente. Se llamaba El Fuerte Engaño. Sus
miembros lanzaban una lluvia de flechas y todas parecían dar en el blanco. Unos
pocos demonios de engaño, todos pequeños y aparentemente débiles, desviaron al
que había sido un ejército grande de guerreros gloriosos. Fueron llevados a
diferentes campamentos de prisión, cada uno denominado tras una doctrina
distinta de demonios.
Yo estaba sorprendido de cómo esta gran compañía de los justos
había sido derrotada tan fácilmente, y aún no sabían siquiera qué les había
golpeado. Dije de pronto: «¿Cómo puede
ser que aquellos que eran tan fuertes, que han llegado hasta la cúspide de la
montaña, quienes han visto al Señor como lo vieron, sean tan vulnerables?»
Sabiduría se lamentó: «El orgullo es el enemigo más difícil de ver, y
siempre surge desprevenidamente por la espalda. En alguna forma, aquellos que
han estado en alturas mayores también corren mayor peligro de caer. Siempre
debes recordar que en esta vida puedes caer en cualquier momento, desde
cualquier nivel.» «"El que piensa estar firme, mire que no
caiga"», respondí. «¡Qué sorprendente me parecía ahora esa Escritura!» «Cuando
crees ser el menos vulnerable a la caída, es, de hecho, cuando más lo eres. La
mayoría de los hombres caen inmediatamente después de una gran victoria», lamentó
Sabiduría. «¿Cómo podemos dejar de ser
tan atacados?», pregunté. «Permanece cerca de mí, busca al Señor antes de
tomar decisiones significativas, y manten ese manto puesto. Entonces el enemigo
no podrá enceguecerte fácilmente como lo hizo con ellos.» Miré mi manto; se veía simple e
insignificante. Sentía que me hacía ver más como una persona que vive en las
calles que como un guerrero.
Sabiduría respondió como si yo hubiese estado
hablando en voz audible. «El Señor está más cerca de aquellos que viven en
las calles que de los reyes. Sólo tienes verdadera fortaleza en la medida que
caminas en la gracia de Dios, y "Él da su gracia a los humildes".
Ningún arma malvada puede penetrar este manto, puesto que nada tiene mayor
poder que su gracia. Mientras lleves puesto este manto, estás seguro en contra
de este tipo de ataques.» Luego
comencé a mirar hacia arriba para ver cuántos guerreros permanecían aún sobre
el monte. Estaba sorprendido de ver cuan pocos había allí. Me di cuenta, sin
embargo, que todos tenían puestos el mismo manto de humildad. «¿Cómo sucedió
esto?», pregunté. «Cuando vieron la batalla de la cual acabas de ser
testigo, todos vinieron a mí solicitando ayuda, y yo les di sus mantos», respondió
Sabiduría. «Pero., ¡pensé que habías estado conmigo todo este tiempo!» «Estoy
con todos aquellos que caminan hacia adelante, para hacer la voluntad de mi
Padre», respondió. «¡Tú eres el Señor! », exclamé. «Sí. Te dije que
nunca te abandonaría ni te desampararía. Estoy con todos mis guerreros como lo
estoy contigo. Seré lo que necesites para que cumplas mi voluntad, y tú
necesitaste sabiduría. » Luego se desvaneció.
Categorías en el Reino
Me quedé parado en medio de
una gran compañía de ángeles que ministraban a los heridos en los niveles de
«Salvación». A medida que comencé a caminar delante de los ángeles, se
inclinaron hacia mí sobre una rodilla y me mostraron gran respeto. Finalmente
le pregunté a uno de ellos por qué hacían esto, ya que aun el más pequeño de
ellos era más poderoso que yo. «A causa del manto», respondió. «Este es el
rango más alto en el Reino.» «Es un simple manto», protesté. «¡No!», replicó el
ángel. «Estás vestido con la gracia de Dios. ¡No hay mayor poder que este!»
«Pero hay miles de nosotros que usamos el mismo manto. ¿Cómo podría representar
un rango?», pregunté. «Ustedes son los temibles campeones, los hijos e hijas
del Rey. El llevaba puesto el mismo manto cuando caminó sobre la tierra. Mientras que estén
vestidos así, no hay poder sobre el cielo o la tierra que pueda permanecer
delante de ustedes.
Todo el mundo en el cielo y en el infierno reconoce ese manto.
Ciertamente somos sus siervos, pero El habita dentro de ustedes, y ustedes
están vestidos con su gracia.» De alguna
manera supe que si no hubiera estado con el manto puesto, y si mi armadura
gloriosa hubiese sido expuesta, la afirmación de los ángeles y su
comportamiento para conmigo hubiesen alimentado mi orgullo. Simplemente era
imposible sentirme orgulloso o arrogante mientras llevaba puesto aquel simple
manto. No obstante, mi confianza en el manto crecía rápidamente.
PARTE III
EL Retorno de las Águilas
En el horizonte veía una gran nube blanca que se aproximaba. En mí surgió
la esperanza solo de mirarla. Pronto había llenado la atmósfera con esperanza,
de igual forma como el sol al amanecer hace huir la oscuridad de la noche. A
medida que se acercaba reconocí las grandes águilas blancas que habían volado
del Árbol de la Vida. Comenzaron a aterrizar sobre el monte tomando sus lugares
en cada nivel al lado de las compañías de guerreros.
Cuidadosamente me acerqué al águila que había
aterrizado cerca de mí, puesto que su presencia era asombrosa. Cuando me miró con
sus ojos penetrantes, sabía que no podía esconder nada de ella. Sus ojos eran
tan impetuosos y resueltos que yo temblaba, mientras que los escalofríos subían
y bajaban en mi cuerpo solo por mirarla. Antes que pudiese preguntarle algo,
ella me respondió: «¿Quieres saber quiénes somos? Somos los profetas escondidos
que han sido reservados para esta hora. Somos los ojos de aquellos que han
recibido las poderosas armas divinas. Se nos ha revelado todo lo que el Señor
va a hacer y todo lo que el enemigo ha planeado en contra de ustedes. Hemos
explorado toda la tierra y juntos sabemos todo lo que se requiere conocer para
la batalla.» «¿No acabas de ver la
batalla que tomó lugar recientemente?», inquirí con la irritación con que me
atreví a expresarme. «¿No pudieron haber ayudado a aquellos guerreros que
acaban de ser llevados cautivos?» «Sí; lo vimos todo, y hubiésemos ayudado si
ellos hubieran querido nuestro apoyo.
Podríamos haberlos ayudado reteniéndolos,
diciéndoles que se sentaran y se quedaran quietos. Pero solo podemos luchar en
las batallas que el Padre nos ordena, y solo podemos ayudar a quienes creen en
nosotros. Solo aquellos que nos reciben como lo que somos, como profetas,
pueden recibir el premio del profeta o el beneficio de nuestros servicios.
Aquellos que fueron emboscados aún no tenían el manto que llevas puesto. Y los
que no lo tienen no pueden comprender quienes somos. Todos nos necesitamos unos
a otros, incluyendo estos que aún están heridos, así como muchos otros a
quienes aún no conoces.»
El corazón del águila
Mientras hablaba con el águila comencé a pensar como él. Después de esta
breve discusión podía ver el corazón del águila y conocerlo tal como él me
conocía a mí. El águila reconoció esto. «Tú tienes algunos de nuestros dones»,
afirmó el águila, «aunque no se han desarrollado muy bien. No los has utilizado
mucho. Estoy aquí para despertar estos dones en ti y en otros como tú, y te
enseñaré cómo utilizarlos. De esta manera nuestra comunicación estará segura. Debo estar seguro o todos sufriremos muchas
pérdidas innecesarias, sin mencionar la pérdida de grandes oportunidades de
victoria.» «¿De dónde vienes?», pregunté. «Comemos serpientes», respondió el
águila. «El enemigo es pan para nosotros. Nuestro sustento viene de hacer la
voluntad del Padre, la cual es destruir las obras del diablo.
Cada serpiente
que comemos nos ayuda a incrementar nuestra visión. Cada fortaleza del enemigo
que derrumbamos nos fortalece, de manera que podemos volar más alto y
permanecer en el aire por más tiempo. Acabamos de venir de una celebración,
devorando las serpientes de Vergüenza, quienes han atado a muchos de tus
hermanos y hermanas. Ellos pronto estarán aquí. Están con las águilas que
dejamos atrás para ayudarlos a encontrar el camino y protegerlos del contra
ataque del enemigo.» Estas águilas
estaban muy seguras de sí mismas, pero no eran orgullosas. Sabían quiénes eran
y para qué se les había llamado. También nos conocían y sabían el futuro.
Su
confianza me daba seguridad, pero aun más a aquellos heridos que permanecían
caídos a nuestro alrededor. Aquellos que habían estado recientemente muy débiles
para hablar, estaban sentados escuchando mi conversación con el águila. La
miraban como niños perdidos que buscan a sus padres y que los acaban de
encontrar.
El viento del Espíritu
Cuando el águila miró a los heridos su rostro se transformó. En lugar de lo
feroz y resuelto que se había visto previamente, para con los heridos era como
un abuelo, delicado y lleno de compasión. El águila desplegó sus alas y comenzó
a agitarlas suavemente, iniciando una brisa fresca que fluía por encima de los
heridos. Era incomparable con ninguna otra brisa que hubiese sentido antes. Con
cada respiro fui ganando fortaleza y claridad mental. Pronto los heridos estaban
de pie, adorando a Dios con una sinceridad que trajo lágrimas a mis ojos.
Nuevamente sentía una profunda vergüenza por
haber despreciado a aquellos que habían permanecido en este nivel. Parecían débiles
y tontos para aquellos de nosotros que estábamos ascendiendo el monte, pero
habían perdurado mucho más que nosotros, y permanecían fíeles. Dios los había
guardado, y ellos lo amaban a Él con un gran amor. Miré hacia la parte superior del monte. Todas
las águilas estaban batiendo suavemente sus alas. Todos en la montaña estaban siendo
refrescados por la brisa que ellas generaban y comenzaron a adorar al Señor.
Primero había cierto desacorde entre la adoración que venía de los distintos
niveles, pero con el tiempo todas las personas en cada nivel estaban cantando
en perfecta armonía. Nunca sobre la
tierra había escuchado algo tan bello; no quería que terminara jamás. Pronto me
di cuenta que era la misma adoración que habíamos conocido en el jardín, pero
ahora sonaba más rica y llena.
Sabía que esto se debía a que estábamos adorando
en la misma presencia de nuestros enemigos, en medio de la oscuridad y del mal
que rodeaba al monte, lo cual lo hacía parecer mucho más bello. No sé cuanto tiempo duró esta adoración, pero
finalmente las águilas dejaron de batir sus alas y se detuvieron. «¿Por qué no
siguieron? », pregunté al águila con la cual estaba hablando. «Porque ahora
están sanos», respondió indicando que los heridos, quienes ahora estaban de
pie, se encontraban ya en perfecta condición. «La verdadera adoración puede
sanar cualquier herida», añadió. «Por favor hazlo de nuevo», le rogué. «Haremos
esto muchas veces, pero no nos compete a nosotros decidir cuando. La brisa que
has sentido era del Espíritu Santo. Él nos dirige a nosotros y no nosotros a
Él. Él ha sanado a los heridos y ha
comenzado a traer la unidad que se requiere para las batallas futuras. La
verdadera adoración también derrama el precioso aceite sobre la Cabeza, Jesús,
que luego fluye hacia abajo por todo su cuerpo, haciéndonos uno con Él y los
unos con los otros. Nadie que entra en unión con Él permanecerá herido ni
sucio. Su sangre es vida pura, y fluye cuando estamos unidos a Él.
Cuando
estamos en Él también estamos unidos al resto del cuerpo, de manera que su
sangre fluye a través de todos. ¿No es así como se sana una herida del cuerpo,
cerrando la herida de manera que la sangre pueda fluir hasta el miembro herido,
trayendo regeneración? Cuando una parte de su cuerpo está herida, debemos unirnos
con esa parte hasta que esté totalmente restaurada. Todos somos uno.» En la euforia que permanecía después de la
adoración, esta breve enseñanza parecía casi esotérica, sin embargo yo sabía
que era básica. Cuando el Espíritu Santo se movía cada palabra parecía gloriosa,
sin importar cuan elemental fuera. Estaba tan lleno de amor que quería abrazar
a todos, incluyendo a las feroces y ancianas águilas. Luego, como en un sacudón, recordé los
poderosos guerreros que recientemente habían sido capturados. El águila
presintió esto pero no dijo nada. Solo me miraba atentamente. Finalmente hablé:
«¿Podemos recuperar a aquellos que se han perdido?»
El corazón del Rey
«Sí. Es correcto que sientas eso», dijo el águila. «No estamos completos y nuestra adoración tampoco, hasta que el cuerpo entero esté restaurado. Aun en la adoración más gloriosa, incluso en la misma presencia del Rey, todos sentiremos este vacío hasta que todos seamos uno, porque nuestro Rey también lo siente. Todos gemimos por nuestros hermanos en cautiverio, pero gemimos aun más por el corazón de nuestro Rey. Aunque tú amas a todos tus hijos, gemirías por aquel que esté enfermo o herido. Él también ama a todos sus hijos, pero los heridos y oprimidos tienen ahora la mayor parte de su atención. Por El no debemos darnos por vencidos hasta que todos hayan sido recuperados. Mientras haya heridos, Él estará herido.»
Fe para mover montañas
Sentado al lado del águila, meditaba en sus palabras. Finalmente comenté:
«Sé que es Sabiduría quien ahora me habla a través de usted, porque escucho su
voz cuando hablas. Estaba muy seguro de mí mismo antes de aquella última
batalla, pero casi fui llevado por la misma presuposición por la cual ellos
fueron llevados, y muy fácilmente pude haber sido capturado con ellos si
Sabiduría no me hubiese detenido. Estaba más motivado por el Odio para con el enemigo
que por el deseo de liberar a mis hermanos.
Desde el principio que llegué a
esta montaña luchando en la gran batalla, he llegado a comprender que la
mayoría de cosas adecuadas que hice fueron por motivos errados, y que muchas de
las cosas erradas que hice tenían buenos motivos para ser hechas. Mientras más
aprendo, más inseguro me siento de mí mismo.»
«Debes haber estado con Sabiduría durante mucho tiempo», respondió el
águila. «El estuvo durante mucho tiempo conmigo antes de que yo comenzara a
percibirlo, pero me temo que la mayoría de ese tiempo lo estuve resistiendo.
De
alguna forma, ahora sé que todavía carezco de algo muy importante, algo que
debo tener antes de entrar en la batalla nuevamente, pero aún no se qué es.» Los grandes ojos del águila se tornaron aun
más penetrantes mientras respondía: «También conoces la voz de Sabiduría cuando
te habla en tu propio corazón. Estás aprendiendo bien porque tienes el manto.
Lo que estás sintiendo ahora es la verdadera fe.» «¿Fe?», contesté. «¡Estoy
hablando de serias dudas!» «Eres sabio al dudar de ti mismo.
Pero la verdadera
fe depende de Dios, no de ti mismo ni de tu fe. Estás cerca de la clase de fe
que puede mover montañas, y moverlas es lo que debemos hacer. Es hora de
llevarla a lugares donde no ha viajado antes. Sin embargo, tienes razón. Aún
careces de algo muy importante. Todavía debes tener una revelación. Aunque has
escalado a la cúspide de la montaña y has recibido de cada una de las verdades
a lo largo del camino, y aunque has estado de pie en el jardín de Dios, probado
de su amor incondicional y has visto a su Hijo muchas veces, todavía entiendes
tan solo parte del consejo entero de Dios, y de una manera superficial.»
Sabía que esto era muy cierto y me confortaba
el escucharlo. «He juzgado a muchas personas y situaciones erradamente.
Sabiduría me ha salvado la vida muchas veces, pero la voz de Sabiduría es aún
muy pequeña dentro de mí, y el clamor de mis propios pensamientos y
sentimientos son demasiados fuertes.
Escucho a Sabiduría hablándome a través de
ti, mucho más fuerte de lo que lo escucho en mi propio corazón, de manera que
debo permanecer muy cerca a ti.» «Estamos
aquí porque nos necesitas», respondió el águila. «También estamos aquí porque
nosotros te necesitamos. Has recibido dones que no tengo, y yo he recibido
dones que no tienes. Has experimentado cosas que no he experimentado y he
vivido cosas que no has vivido. Las águilas te han sido dadas hasta el fin y tú
nos has sido dado a nosotros. Estaré muy cerca de ti durante un tiempo. Luego
debes recibir a las otras águilas en mi lugar. Cada águila es distinta. Es
juntos, no individualmente, como se nos ha permitido conocer los secretos del
Señor.»
Las puertas de la verdad El águila se levantó de la piedra sobre la cual
había estado posada y se remontó sobre la orilla del peñasco del nivel en el
cual estábamos parados. «Ven», dijo él. A medida que me acerqué vi pasos que
conducían hacia abajo, a la misma base de la montaña y una puerta pequeña. «¿Por qué no he visto esto antes?», pregunté.
«Cuando recién llegaste a la montaña, no te quedaste en este nivel suficiente
tiempo como para ver a tu alrededor», respondió. «¿Cómo supiste eso? ¿Estabas aquí
cuando llegué a la montaña?» «Hubiera sabido esto aunque no hubiese esto allí,
porque todos aquellos que pasan de largo esta puerta lo hacen por la misma
razón; no obstante, yo estaba aquí», respondió. «Era uno de los soldados que
rápidamente pasaste en tu camino hacia la parte superior de la montaña.»
Fue entonces que me di cuenta que el águila
era un hombre que había conocido poco después de mi conversión, y con quien
había tenido algunas pocas conversaciones. Continuó: «Entonces quería seguirte.
Había estado en este nivel por tanto tiempo que necesitaba un cambio.
Simplemente no podía dejar a todas esas almas perdidas a las cuales estaba
procurando conducir hasta acá.
Cuando finalmente me comprometí a mí mismo para
hacer la voluntad del Señor, fuese de quedarme o seguir, Sabiduría apareció y
me mostró esta puerta. Dijo que este era un camino más corto hacia arriba. Esta
es la forma como llegué arriba antes que tú. Allí fui transformado en águila.» Recordé entonces que había visto puertas como
esta en niveles. Incluso había mirado rápidamente en una de ellas y recuerdo
cuan asombrado había estado por lo que vi. No llegué muy lejos porque estaba
demasiado enfocado en la batalla, tratando de llegar a la cúspide de la
montaña. «¿Pude haber entrado por cualquiera de aquellas puertas y haber
llegado hasta la cúspide?», pregunté. «No es así de fácil», respondió el
águila, quien parecía un poco irritada. «En cada puerta hay pasadizos, uno de
los cuales conduce a la cúspide. » Anticipando mi próxima pregunta, continuó,
«los otros conducen a otros niveles sobre la montaña.
El Padre diseñó cada
pasillo para que todos pudieran escoger el nivel de madurez que le ha sido
dado.» «¡Increíble! ¿Cómo logró eso?»,
pensé dentro de mí, pero el águila escuchó mis pensamientos. «Fue muy simple»,
continuó el águila como si yo hubiese dicho mis pensamientos en voz audible.
«La madurez espiritual siempre se determina por nuestra disposición de sacrificar
nuestros propios deseos por los intereses del Reino o el bienestar de otros.
La
puerta que requiere el mayor sacrificio para entrar siempre nos llevará al
nivel mayor.» Estaba tratando de
recordar todo lo que el águila me estaba diciendo. Sabía que debía entrar por
la puerta que estaba delante de mí y que sería sabio aprender todo lo que
pudiera de alguien que me había precedido, y que, obviamente, había optado por
la puerta correcta que conducía arriba. «No
fui directamente hacia arriba y no he conocido a nadie que lo haya logrado
así», continuó diciendo el águila. «Pero fui allí mucho más rápido que la
mayoría porque había aprendido mucho acerca del sacrificio propio, mientras
peleaba aquí en el nivel de Salvación. Te he mostrado esta puerta porque tú
llevas puesto el manto, y la hubieses encontrado de todos modos, pero el tiempo
es corto y estoy aquí para ayudarte a madurar rápidamente.» «Hay puertas en cada nivel, y cada una
conduce a tesoros que están más allá de nuestra comprensión», continuó. «No se
pueden adquirir físicamente, pero cada tesoro que mantengas en tus manos podrás
llevarlo en tu corazón. Tu corazón debe ser la casa de los tesoros de Dios.
Cuando llegues a la cúspide nuevamente, tu corazón contendrá tesoros más
valiosos que todos los de la tierra. Nunca se te quitarán, sino que son tuyos
por la eternidad. Vé rápidamente. Las nubes de tormenta se están reuniendo y se
avecina otra gran batalla.» «¡Ven
conmigo!», supliqué. «No», respondió. «Es aquí donde pertenezco ahora; debo
ayudar a estos que estaban heridos. Pero te veré nuevamente aquí. Conocerás a
muchos de mis hermanos y hermanas águilas antes de que regreses, y ellos podrán
ayudarte mejor que yo en el lugar donde los encuentres.»
Los tesoros del Cielo
Amaba tanto a
esta águila que casi no podía soportar dejarla. Estaba contento de saber que
podría verla nuevamente. Ahora la puerta me atraía como un imán. La abrí, y
entré. La gloria que contemplaba abrumaba de tal manera que inmediatamente caí
de rodillas. El oro, la plata y las piedras preciosas eran mucho más bellas de
lo que puede ser descrito. De hecho, eran los rivales de la gloria del Árbol de
la Vida. La habitación era tan grande que parecía no tener fin. El piso era
plateado, los pilares de oro, el techo era un solo diamante puro que reflejaba
cada color que hubiese conocido, así como muchos que no había visto antes. Una cantidad
innumerable de ángeles estaban alrededor, todos vestidos con distintas togas y
uniformes de origen no terrenal.
Mientras
comencé a caminar a lo largo del cuarto, los ángeles se inclinaban en saludo
formal. Uno tomó un paso hacia adelante y me dio la bienvenida, llamándome por
mi nombre. Explicó que yo podía ir a cualquier lugar y ver cualquier cosa que
quisiera en el salón. Nada sería restringido para aquellos que atravesaran la puerta. Estaba tan sobrecogido por la belleza que no
podía ni hablar. Finalmente comenté que esto era aun más bello que lo que había
sido el jardín. Sorprendido, el ángel respondió, «¡Este es el jardín! Esta es
una de las habitaciones en la casa de tu Padre. Nosotros somos tus siervos.» Mientras caminaba, una gran compañía de
ángeles me seguía. Volteé y pregunté al líder por qué me seguían. «A causa del
manto», dijo él. «Hemos sido asignados a ti, para servirte aquí y en la batalla
por venir.» No sabía qué hacer con los
ángeles así es que continué caminando. Me sentía atraído a una gran piedra azul
que parecía tener el sol y las nubes dentro de ella. Cuando la toqué, los
mismos sentimientos me inundaron como cuando había comido el fruto del Árbol de
la Vida. Sentí energía, una claridad mental no terrenal, y un amor que se
magnificaba en todos y por todo.
Comencé a contemplar la gloria del Señor.
Mientras más tocaba la piedra, más se incrementaba la gloria. No quería quitar
mi mano de la piedra pero la gloria llegó a ser tan intensa que finalmente tuve
que hacerlo. Luego mis ojos captaron una
bella piedra verde. «¿Qué tiene esa adentro?», pregunté al ángel que estaba
parado cerca de mí. «Todas estas piedras son los tesoros de Salvación. Ahora
estás tocando la esfera celestial y aquella es la restauración de la vida»,
continuó. Mientras tocaba la piedra verde comencé a ver la tierra con colores de
una riqueza espectacular. Crecían en riqueza mientras más sostenía mi mano
sobre la piedra, y mi amor por todo lo que veía también crecía. Comencé a ver
armonía entre todas las cosas vivientes en un grado que nunca antes había
visto. Luego comencé a ver la gloria del Señor en la Creación. Comencé a crecer
hasta que nuevamente tuve que alejarme a causa de la intensidad. Me di cuenta que no tenía idea de cuánto
tiempo había estado allí. Sabía que mi comprensión de Dios y de su universo
había crecido sustancialmente, solo por tocar estas dos piedras, pero había muchas,
muchas más para tocar.
Había más en esa habitación de lo que una persona podía
haber observado en toda una vida. «¿Cuántas habitaciones más hay?», le pregunté
al ángel. «Hay salones como este en cada nivel de la montaña que escalaste.» «¿Cómo puede alguien experimentar todo lo que
está en tan solo uno de estos salones, ¡y mucho menos todos ellos!?», pregunté.
«Tienes la eternidad para hacerlo. Los tesoros contenidos en las verdades más
básicas del Señor Jesucristo son suficientes para durar más vidas de las que
alguien pueda medir. Ningún hombre podrá saber todo lo que hay acerca de
cualquiera de ellas en tan solo una vida, pero debes tomar lo que necesites y
continuar procediendo hacia tu destino.»
Comencé a pensar acerca de la inminente batalla y los guerreros que
habían sido capturados. No era un pensamiento placentero en un lugar tan
glorioso, pero sabía que tendría la eternidad para regresar a este salón; tenía
tan solo un corto tiempo para encontrar mi camino de regreso hacia la cúspide
de la montaña y luego regresar de nuevo al frente de batalla.
Giré nuevamente hacia el ángel. «Debes
ayudarme a encontrar la puerta que conduce a la cúspide.» El ángel miró
perplejo. «Somos tus siervos», respondió, «pero tú nos debes conducir. Esta
montaña entera es un misterio para nosotros. Todos quisimos investigar este gran
misterio, pero después que salgamos de este salón del cual hemos llegado a
conocer solo un poco, estaremos aprendiendo aun más que tú.» «¿Sabes dónde están todas las puertas?»,
pregunté. «Sí, pero no sabemos a dónde conducen. Hay algunas que parecen muy
atrayentes, algunas que son simples y otras que de hecho parecen repulsivas. Una
incluso es horrible.» «¿En este lugar hay puertas repulsivas? », pregunté con
escepticismo. «¿Y una que es horrible? ¿Cómo puede ser esto?» «No lo sabemos,
pero te la puedo mostrar», respondió. «¡Por favor, hazlo!», dije.
Caminamos por un rato, pasando tesoros de
gloria inenarrables, todos los cuales eran difíciles de atravesar. También
había muchas puertas con diferentes verdades bíblicas sobre cada una de ellas,
a las cuales representaban. Cuando el ángel las había denominado «atrayentes»,
pensé que había subestimado su atracción. Tenía fuertes deseos de atravesar
cada una, pero mi curiosidad acerca de la «puerta horrible» me mantuvo en
movimiento. Luego la vi. El término «horrible» había sido también una
subestimación. Me causó tal estupor que pensé que me quitaría la respiración.
Gracia y verdad
Me alejé de aquella puerta y me retiré rápidamente. Había una bella piedra
roja cerca, sobre la cual casi me abalancé para tocarla con mis manos.
Inmediatamente estaba en el jardín de Getsemaní, contemplando al Señor en
oración. La agonía que contemplaba era aun más terrible que la puerta que
acababa de ver. Sorprendido, retiré mi mano de la piedra y caí sobre el suelo
exhausto.
Deseaba regresar a las piedras azules o verdes, pero tenía que
recobrar mi energía y mi sentido de dirección. Los ángeles estaban rápidamente a
mi alrededor, sirviéndome. Me dieron algo de tomar que comenzó a revivirme.
Pronto me sentía lo suficientemente bien como para estar de pie y comenzar a
caminar de regreso a las otras piedras. Sin embargo, la visión recurrente del
Señor orando finalmente me obligó a detenerme.
«¿Qué fue eso atrás?», pregunté. «Cuando tocas las piedras podemos ver
un poco de lo que ves, y sentir un poco de lo que sientes», dijo el ángel.
«Sabemos que todas estas piedras son grandes tesoros y todas las revelaciones
que contienen son de un valor incalculable. Contemplamos por un momento la
agonía del Señor antes de su crucifixión y brevemente sentimos lo que El sintió
aquella terrible noche.
Es difícil comprender cómo nuestro Señor pudo haber
sufrido así. Esto hace que apreciemos mucho más el honor de servir a los
hombres por los cuales Él pagó un precio tan terrible.» Las palabras de los ángeles eran como ráfagas
de truenos que llegaban directo a mi alma. Había luchado una gran batalla.
Había escalado a la cúspide de la montaña. Me había familiarizado con la esfera
espiritual, al punto de que casi ni me doy cuenta que ellos eran ángeles, y
podía hablar en términos casi iguales con las grandes águilas. Pero no podía
soportar compartir siquiera un momento del sufrimiento del Señor sin desear
huir a una experiencia más placentera. «Yo no debiera estar aquí», casi grité.
«¡Yo, más que nadie, merezco ser un prisionero del malvado!» «Señor», dijo el ángel comprensivamente.
«Comprendemos que nadie está aquí porque lo merezca. Tú estás aquí porque
fuiste escogido antes de la fundación del mundo con un propósito.
No sabemos cuál
sea el propósito específico para ti, pero sabemos que es grande para cada uno
en este monte.» «Gracias. Ustedes son de
mucha ayuda. Mis emociones se están expandiendo grandemente en este lugar y
tienden a sobrepasar mi comprensión. Tienes razón. Nadie está aquí porque sea
digno. Ciertamente, mientras más escalamos en este monte, más indignos llegamos
a ser y más gracia necesitamos para estar aquí. ¿Cómo fue que logramos llegar a
la cúspide la primera vez?» «Por la gracia», respondió mi ángel. «Si quieres ayudarme», dije, «por favor,
continúa repitiéndome esa palabra en cualquier cosa que me veas confundido o
desesperado. Comenzaré a comprender mejor esa que cualquier otra. Ahora debo
regresar a la piedra roja. Sé que es el tesoro más grande de este salón y no
debo dejarlo hasta que lleve aquel tesoro en mi corazón.»
La verdad de la gracia
El tiempo que pasé en la piedra roja fue el más doloroso que jamás haya
vivido. Muchas veces simplemente no podía soportar más, por lo que tenía que
retirar mi mano. En ocasiones regresé a las piedras azul y verde para
rejuvenecer mi alma antes de regresar. Cada vez se tornaba más difícil retornar
a la piedra roja, pero mi amor y aprecio por el Señor estaban creciendo más a
través de ella, más que cualquier otra cosa que hubiese aprendido o vivido
antes. Finalmente, cuando la presencia
del Padre se apartó de Jesús en la cruz, no pude soportarlo. Me di por vencido.
Podía ver que los ángeles, quienes estaban viviendo hasta cierto grado lo
mismo, estaban totalmente de acuerdo conmigo. La fuerza de voluntad de tocar nuevamente
la piedra ya no estaba en mí.
Ni siquiera sentía que debía regresar a la piedra
azul. Simplemente estaba postrado en el piso. Estaba gimiendo a causa de lo que
el Señor había atravesado. Lloraba también porque sabía que yo lo había
abandonado, de igual manera como sus discípulos. Le fallé cuando Él más me necesitaba,
como ellos lo hicieron. Después de lo
que había parecido como varios días, abrí mis ojos. Otra águila estaba de pie a
mi lado. Frente a ella habían tres piedras. Una azul, una verde y una roja.
«Cómetelas», dijo. Cuando lo hice, todo mi ser fue renovado, y un gran gozo y
sobriedad inundaron mi alma. Cuando me puse de pie, vi las mismas tres piedras ubicarse
en la empuñadura de mi espada, y luego en uno de mis hombros. «Ahora estas son
tuyas para siempre», dijo el águila. «No se te podrán quitar y no las podrás
perder.» «Pero no he acabado la última»,
protesté. «Sólo Cristo podrá acabar aquella prueba», respondió. «Tú lo has
hecho bien y ahora debes continuar.» Entonces pregunté «¿A dónde?». «Tú debes decidir,
pero como el tiempo se va acabando sugiero que procures llegar a la cúspide
pronto.» El águila se fue, obviamente con apuro.
Entonces recordé las puertas.
Comencé a través de aquellas que habían sido atractivas. Cuando llegué a la
primera, simplemente ya no me atraía. Luego me fui hacia otra y sentí lo mismo.
«Algo parece haber cambiado», afirmé en voz audible. «Tú has cambiado», respondieron los ángeles
inmediatamente. Me volteé a mirarlos y estaba sorprendido cuánto habían
cambiado. Ya no tenían una mirada ingenua sino que ahora eran más reales, y sus
rostros más sabios. Sabía que reflejaban lo que también había sucedido en mí,
pero ahora me sentía incómodo con el solo hecho de pensar en mí mismo. «Les pido su consejo», le dije al líder.
«Escucha tu corazón», dijo él. «Allí es donde ahora habitan estas grandes
verdades.» «Nunca he podido confiar en mi propio corazón», respondí. «Está
sujeto a tantos conflictos... Estoy sujeto a errores, engaños y ambiciones egocéntricas.
Es difícil para mí incluso oír al Señor hablándome por encima del clamor de mi
corazón.» «Señor, con la piedra roja
ahora en tu corazón, no creo que esto continúe así», afirmó el líder con una
confianza no característica.
Me incliné contra la pared pensando que el águila
no estaba aquí cuando más lo necesita. Ella había estado por este camino antes y
sabía qué puerta escoger. Pero sabía que él no regresaría y que estaba bien que
yo escogiera. Mientras meditaba en esto, la «puerta horrible» era la única en
la cual podía pensar. Por curiosidad decidí regresar y mirarla. Me había
apartado de ella tan rápidamente la primera vez que ni siquiera me había dado
cuenta qué verdad representaba. A medida
que me aproximaba a ella podía sentir el temor que se iba acumulando dentro de
mí, pero no tan intensamente como la primera vez. De una forma distinta a las
otras puertas, estaba muy oscuro alrededor de esta y tenía que acercarme
bastante para leer la verdad que estaba escrita sobre ella. Un tanto
sorprendido, leí: «EL TRONO DEL JUICIO DE CRISTO.» «¿Por qué esta verdad es tan
temible?», pregunté audiblemente, sabiendo que los ángeles no me responderían.
Mientras continuaba mirándola sabía que era una puerta que debía atravesar. «Hay muchas razones por las cuales es
temible», respondió la voz conocida del águila. «Estoy contento que hayas
regresado», respondí. «¿He tomado una mala opción?» «¡No! Has escogido bien.
Esta puerta te llevará de nuevo a la cúspide de la montaña más rápido que
cualquier otra. Es temible porque el temor más grande en la Creación tiene su
fuente a través de esta puerta.
La sabiduría más grande que los hombres puedan
conocer en esta vida, o en la vida por venir también se encuentra en esa
puerta. Aun así, muy pocos entrarán en ella.»
«Pero, ¿por qué esta puerta es tan oscura?», pregunté. «La luz de estas
puertas refleja la atención que la Iglesia actualmente le da a las verdades
contenidas en ellas. La verdad atrás de esa puerta es una de las más olvidadas
en estos tiempos, aun cuando es una de la más importantes. Comprenderás cuando
entres. La autoridad más grande que los hombres puedan recibir será encomendada
solo a aquellos que atraviesen por esta puerta. Cuando veas a Jesucristo
sentado en su trono, tú también estarás preparado para sentarte con Él.» «Entonces, ¿esta puerta no sería tan oscura y
prohibida si le hubiésemos dado mayor atención a esta verdad?», pregunté. «Es
correcto. Si los hombres supieran la gloria que está revelada detrás de aquella
puerta, sería una de las más resplandecientes», lamentó el águila. «Sin
embargo, continúa siendo una puerta difícil de atravesar. Se me dijo que
regresara a motivarte porque pronto lo necesitarás. Verás una gloria mayor,
pero también un terror más grande del que jamás has conocido. Pero debes saber
que debido a que ahora has optado por el camino difícil, te será mucho más
fácil después; porque estás dispuesto a confrontar esta verdad ahora, no
sufrirás pérdidas después.
A muchos les encanta conocer su bondad, pero muy
pocos están dispuestos a conocer su severidad. Si no abrazas ambas, siempre
correrás el peligro del engaño y de caer de su gracia.» «Sé que nunca hubiera venido aquí si no
hubiera pasado el tiempo que pasé en la piedra roja. ¿Cómo puedo continuar
seguir intentando el camino fácil cuando es tan opuesto a la naturaleza del
Señor?», pregunté. «Pero ahora has escogido; vé rápidamente. Otra gran batalla
está próxima a dar inicio y tú eres requerido en el frente», dijo. Mientras
miré al águila y la gran determinación en sus ojos, mi confianza creció.
Finalmente, giré hacia la puerta.
PARTE IV
EL Trono Blanco Contemplé
por última vez el salón grande dentro de la montaña. Las piedras preciosas y
los tesoros que representaban las verdades de la salvación eran imponentes en
su gloria. Parecía que no había fin a su extensión y no había forma de
comprender totalmente su belleza. No podía imaginar que los salones que
contenían las otras verdades de la fe pudieran ser más gloriosos. Esto me ayudó
a comprender porqué tantos cristianos nunca querían abandonar este nivel, estando
contentos simplemente con maravillarse de las doctrinas básicas de la fe. Sabía
que podía permanecer aquí durante la eternidad y nunca aburrirme. Luego el águila que estaba parada al lado mío
me exhortó: «¡Debes continuar!» Cuando volteé a mirarla, bajó el tono de su
voz, pero continuó: «No hay ningún lugar mayor de paz y seguridad en el cual
podamos habitar que en la salvación del Señor. Fuiste traído aquí para conocer
esto porque tú necesitarás esta fe para el lugar donde vas a ir ahora, pero no
debes permanecer aquí más tiempo.» La afirmación del águila acerca de la paz y
la seguridad me llevó a pensar acerca de los guerreros valientes quienes habían
luchado en la batalla desde el primer nivel de la montaña, Salvación. Habían luchado y liberado a muchos, pero
estaban también malheridos.
No parecía que hubiesen encontrado la paz y la
seguridad aquí. Luego el águila interrumpió mis pensamientos nuevamente, como
si estuviese escuchándolos: «Dios tiene una definición distinta a la nuestra de
lo que significan paz y seguridad. El estar herido en una pelea es un gran
honor. Fue por los azotes del Señor que somos sanos, y es a través de nuestros
azotes que nos es dada también la autoridad para sanar. En el mismo lugar en el
cual el enemigo nos hiere, una vez que hemos sanado, recibimos el poder para
sanar a otros. La sanidad era una parte fundamental del ministerio del Señor, y
también una parte básica del nuestro. Esta es una razón por la cual el Señor
permite que le sucedan cosas malas a su pueblo, de manera que puedan recibir la
compasión para otros mediante la cual opera el poder sanador. Esta es la razón
por la cual el apóstol Pablo relató que había sido azotado y apedreado cuando
su autoridad fue cuestionada. Cada herida, cada cosa mala que nos sucede puede
ser transformada en autoridad para hacer el bien. Cada azote que el gran
apóstol recibió resultó en salvación para otros.
Cada herida que un guerrero
recibe resultará en la salvación, sanidad o restauración de otros.» Las palabras del águila eran muy alentadoras.
Parado allí, en medio de la gloria de los tesoros de la salvación, hacía que
esta verdad fuese aun más clara y penetrante. Quería salir y gritarlo desde la
cúspide de la montaña, para que todos los que aún luchaban estuviesen animados
por ella. Luego el águila continuó: «Hay
otra razón por la cual el Señor permite que seamos heridos. No hay valor a
menos que haya verdadero peligro. El Señor dijo que El iría con Josué a luchar
por la Tierra Prometida, pero vez tras vez lo exhortaba a ser fuerte y
valiente. Esto se debía a que debía luchar, y que existiría un peligro muy real.
Es de esta forma como el Señor prueba a aquellos que son dignos de las
Promesas.» Miré a la anciana águila y
por primera vez me di cuenta de las cicatrices de su plumaje rasgado y roto;
sin embargo, las cicatrices no eran feas, sino que estaban delineadas con oro,
que de cierta forma no era un metal, sino carne y plumaje.
Luego pude ver que
era precisamente este oro el que proyectaba la gloria que emanaba del águila,
haciendo su presencia tan asombrosa. «¿Por
qué no había visto esto antes?», inquirí. «Sólo hasta que hayas contemplado y
apreciado las profundidades de los tesoros de la salvación, no podrás ver la
gloria que viene del sufrimiento a causa del evangelio. Una vez que lo has
visto, estarás listo para las pruebas que liberarán los niveles más altos de
autoridad espiritual en tu vida. Estas cicatrices son la gloria que llevaremos
para siempre. Este es el motivo por el cual las heridas que nuestro Señor
sufrió están con El en el Cielo. Aún puedes ver sus heridas, así como las que
todos sus escogidos han recibido por Él. Estas son las medallas de honor en el
Cielo. Todos los que la llevan aman a Dios y su verdad más que sus propias
vidas. Estos son aquellos que siguieron al Cordero a donde quiera que Él fuera,
dispuestos a sufrir a causa de la verdad, de la justicia y de la salvación de
los hombres. Los verdaderos líderes de su pueblo, quienes tienen autoridad
espiritual genuina, deben probar primero su devoción de esta manera.» Miré al líder de la compañía de ángeles que
me seguía.
Nunca había visto a un ángel expresando profunda emoción en mi
presencia, pero estas palabras estaban, incuestionablemente, moviéndolo grandemente,
al igual que a los demás. Realmente pensé que estaba a punto de llorar. Luego
el líder habló: «Hemos sido testigos de muchas maravillas desde la Creación.
Pero el sufrimiento voluntario de los hombres por el Señor y por sus prójimos,
es lo más maravilloso de todo. Nosotros también debemos luchar en algunos
momentos y sufrimos, pero moramos donde existe tal grado de luz y gloria que es
muy fácil hacerlo. Cuando los hombres y mujeres que moran en tal clase de
oscuridad y maldad con tan poco estímulo, sin poder contemplar la gloria sino
tan solo llevar una esperanza en ella, optan por sufrir por aquella esperanza
que tan sólo pueden ver someramente en sus corazones, esto ocasiona que aun los
ángeles más grandes inclinen su rodilla y gratamente sirvan a estos herederos de
la salvación. Al principio no comprendíamos por qué el Padre había decretado
que los hombres tuvieran que caminar por fe, no pudiendo contemplar la realidad
y las glorias de la esfera celestial sufriendo tanta oposición. Pero ahora
comprendemos que, a través de estos sufrimientos, ciertamente es comprobada su
dignidad de recibir la gran autoridad que le será otorgada como miembros de su
propia familia.
Ahora, este caminar en fe es la maravilla más grande del cielo.
Aquellos que pasan esta prueba son dignos de sentarse con el Cordero en su
trono, ya que Él los ha hecho dignos, y ellos han comprobado su amor.» Luego el águila intervino: «El valor es una
demostración de fe. El Señor nunca prometió que su camino sería fácil, pero nos
aseguró que valdría la pena. El valor de aquellos que lucharon en el nivel de
la salvación conmovió a los ángeles en el cielo para que estimaran lo que Dios
ha labrado en hombres caídos. Recibieron sus heridas en la terrible batalla,
mientras contemplaban tan solo la oscuridad y una aparente derrota de la verdad,
de igual manera como nuestro Señor lo hizo en la cruz. Aun así, no se dieron
por vencidos y no retrocedieron.» Nuevamente
comenzaba a lamentar el no haber permanecido en el nivel de salvación y haber
luchado con aquellas otras almas valientes. Otra vez, comprendiendo mis
pensamientos, el águila los interrumpió: «Al escalar la montaña también estabas
demostrando tu fe y sabiduría, las cuales también liberan autoridad. Tu fe
libró a muchas almas de manera que pudieran venir a la montaña en busca de
salvación. Tú también recibiste algunas de las heridas, pero tu autoridad en el
Reino ha venido más a causa de los hechos de fe que del sufrimiento.
Puesto que
has sido fiel en pocas cosas, ahora recibirás el gran honor de regresar para
sufrir, de manera que puedas llegar a ser un gobernante sobre muchos más. Pero
recuerda que todos trabajamos juntos por los mismos propósitos, sin diferenciar
si estamos edificando o sufriendo. Muchas almas más llenarán estos salones para
gran gozo en el Cielo, si tú llegas a escalar más. Ahora has sido llamado a
escalar y a edificar, pero más adelante recibirás el honor de sufrir si eres
fiel a esto.» Luego me di vuelta y miré
a la puerta oscura y peligrosa sobre la cual estaba escrito: «El Trono del
Juicio de Cristo.» Y así como la calidez y la paz habían inundado mi alma cada
vez que miraba los grandes tesoros de la salvación, en esta ocasión el temor y
la inseguridad atraparon mi alma cuando miré esta puerta. Ahora parecía que
todo dentro de mí quería quedarse en este salón y nada en mí quería atravesar
aquella puerta. Nuevamente el águila respondió a mis pensamientos: «Antes de
entrar por esta puerta y alcanzar cualquier gran verdad tendrás estos mismos
sentimientos. Incluso los sentiste
cuando entraste en este salón lleno con los tesoros de la salvación. Estos
temores son resultados de la caída. Son los frutos del Árbol del Conocimiento
del Bien y del Mal.
El conocimiento de aquel árbol nos llevó a todos a
sentirnos inseguros y centrados en nosotros mismos. El conocimiento del bien y
del mal hace que el conocimiento verdadero de Dios parezca temible, cuando de
hecho cada verdad de Dios conduce a una paz y seguridad aún mayor. Incluso los
juicios de Dios deben ser deseados, porque todos sus caminos son perfectos.» Había experimentado suficiente como para
saber que lo que parece correcto por lo general es el camino menos fructífero,
y con frecuencia conduce al fracaso. A lo largo de mi peregrinaje, el camino de
mayor riesgo era el que conducía a los premios más grandes. Aun así, cada vez
parecía que más cosas estaban en riesgo. Por lo tanto, optar escalar más alto
se hacía más difícil cada vez. Comencé a compadecerme de aquellos que se
detenían en algún punto de su camino y se rehusaban a seguir, aunque yo sabía
más que nunca que este era un error. La única seguridad verdadera venía de
movilizarnos continuamente hacia adelante, hacia las esferas que requerían más
fe, lo cual era mayor dependencia del Señor.
«Sí, requiere más fe caminar en las esferas más altas del Espíritu »,
añadió el águila. «El Señor nos dio el mapa de su reino cuando dijo: "Si
buscas salvar tu vida la perderás, pero si la pierdes a causa mía la
encontrarás."
Aquellas palabras de por sí solas pueden mantenerte en el
camino hacia la cúspide de la montaña y te pueden conducir a la victoria en la
gran batalla que está por delante. También te ayudarán a estar firme delante
del Trono del Juicio de Cristo.» Sabía
que era tiempo de partir. Resolví recordar siempre la gloria de este salón que
contenía los tesoros de la salvación, pero sabía que debía moverme más allá de
donde ellos estaban. Debía continuar; giré y con todo el valor que pude asumir
abrí la puerta hacia la silla del juicio de Cristo y la atravesé. La compañía
de ángeles que me había sido asignada tomó posiciones alrededor de la puerta, pero
no entraron. «¿Qué sucede? ¿No entran?»,
demandé. «Adonde vas ahora, debes entrar solo. Te estaremos esperando al otro
lado.» Sin responder, giré y comencé a caminar antes de cambiar de opinión. De
alguna manera sabía que no era correcto basar mi seguridad en la presencia y
compañía de los ángeles. Mientras caminaba en la oscuridad escuché las últimas
palabras del águila: «Después de esto no tendrás tu confianza en nadie más, ni
en ti mismo, sino tan sólo en el Señor.»
Estaba en la oscuridad más temeraria que jamás hubiese experimentado. El
dar cada paso llegó a ser una terrible batalla de temor. Pronto comencé a
pensar que había entrado al infierno mismo. Finalmente decidí retirarme, pero
cuando intenté regresar no podía ver nada. La puerta estaba cerrada y no podía
ver dónde estaba ubicada. Comencé a sentir que todo lo que me había sucedido y
todo lo que las águilas y los ángeles me habían dicho había sido un engaño para
atraparme en este infierno. ¡Había sido engañado!
Clamé al Señor que me perdonara y me ayudara.
Inmediatamente comencé a verlo en la cruz, como cuando había puesto mi mano
sobre la piedra roja en el salón del cual había salido. Nuevamente contemplé la
oscuridad de su alma cuando Él estaba de pie, solo, llevando el pecado del
mundo. En aquel salón esta había sido una oscuridad terrible de contemplar,
pero ahora había luz. Decidí que debía continuar fijando mi mente en Él.
Mientras lo hice, con cada paso la paz comenzó a crecer en mi corazón y llegó a
ser más fácil de lo que había sido hacía tan solo unos pocos minutos atrás. Pronto ni siquiera era consciente de la
oscuridad y no sentía más frío. Luego comencé a ver una luz opaca que,
gradualmente, llegó a ser una luz gloriosa. Posteriormente se volvió tan
maravillosa que sentí que estaba entrando al mismo Cielo. La gloria crecía con
cada. paso. Me preguntaba cómo algo tan maravilloso podía tener una entrada tan
oscura y tenebrosa. Ahora estaba disfrutando cada paso. Luego el camino se abrió hacia un pasillo tan
amplio que no pensé que podría caber en la tierra misma.
Su belleza no podía
ser imaginada por ninguna referencia de arquitectura humana. Esta excedía la
maravilla de cualquier cosa que hubiese experimentado, incluyendo el jardín o
el salón que contenía los tesoros de la salvación. Estaba en este momento tan
sobrecogido de gozo y belleza como lo había estado previamente por la oscuridad
y el temor hacía tan solo unos minutos atrás. Luego comprendí que cada vez que
había experimentado un gran dolor o una gran oscuridad del alma, había sido
seguida por una revelación mayor de gloria y paz. En el fondo estaba la fuente
de esa gloria que emanaba de todo lo demás en el salón. Sabía que era el Señor
mismo y aunque ahora lo había visto muchas veces, comencé a sentir un poco de
miedo mientras avanzaba hacia Él. Sin embargo, este era un temor santo que solo
magnificaba el gran gozo y la paz que también sentía. Sabía que el Trono del
Juicio de Cristo era la fuente de mayor seguridad que jamás había experimentado,
pero al mismo tiempo era fuente del más grande y puro temor. No me di cuenta cuan grande era la distancia
hasta el trono. Era tan maravilloso caminar ahí que no me importaba si el
llegar tomaba mil años. En términos terrenales, me tomó mucho tiempo. En cierto
modo sentía que eran días y en otros años. Pero de cierta forma, el tiempo
terrenal no tenía relevancia allí.
Mis
ojos estaban tan fijos en la gloria del Señor que caminé durante mucho tiempo
antes que me diera cuenta que estaba pasando a multitudes de personas que se
encontraban de pie en filas hacia mi izquierda (había igual cantidad hacia mi
derecha, pero estaban tan lejos que no podía verlos hasta que llegué al trono).
Mientras los miraba me detuve. Eran deslumbrantes, con un corte de realeza mayor
que cualquiera que hubiese visto antes. Sus rostros eran cautivantes. Nunca
había habido tanta paz y confianza adornando un rostro humano. Cada uno era
bello más allá de cualquier comparación terrenal. Mientras miré a aquellos que
estaban cerca mío, estos se inclinaron para saludarme como si me reconocieran. «¿Cómo es que me conocen?», pregunté,
sorprendido de mi propio coraje para formular esta pregunta. «Tú eres uno de
los santos luchando en la última batalla», respondió un hombre cercano a mí. «Cada
uno de nosotros te conoce, al igual que a todos aquellos que están luchando
ahora en la tierra. Somos los santos que hemos servido al Señor en las
generaciones anteriores a ti. Somos la gran nube de testigos que hemos recibido
el derecho de contemplar la última batalla. Los conocemos a todos ustedes y
vemos todo lo que hacen.» Para mi
sorpresa, reconocí a alguien que había conocido en la tierra. Había sido un
creyente fiel, pero nunca me imaginé que hubiese hecho algo significativo.
Era
tan poco atractivo físicamente en la tierra que se había vuelto tímido. Aquí
tenía las mismas características, pero era más hermoso que cualquier persona
que hubiera conocido en la tierra. Se acercó a mí con una seguridad y dignidad que
nunca antes había visto en él, ni en ningún otro hombre. «El Cielo es mucho
mejor de lo que podríamos haber soñado mientras vivíamos en la tierra», comenzó
diciendo. «Este salón es tan solo el umbral de esferas de gloria que están más
allá de todo lo comprensible. También es cierto que la segunda muerte es mucho más
terrible de lo que podemos comprender. Ni el cielo ni el infierno son como
habíamos pensado que eran. Si yo hubiese conocido sobre la tierra lo que ahora
sé aquí, no hubiese vivido en la forma que lo hice. He sido bendecido grandemente
al poder venir aquí antes de tu muerte», dijo él, mirando mis vestimentas. Me miré a mí mismo. Aún tenía puesto el viejo
manto de humildad, y debajo de él aún estaba la armadura. Me sentía tan inmundo
como imperfecto, parado allí delante de aquellos tan gloriosos. Comencé a
pensar que estaba en serios problemas si había planeado aparecer delante del
Señor así.
Al igual que las águilas, aquellos viejos conocidos podían
comprender mis pensamientos y respondían a ellos. «Aquellos que vienen aquí con el manto puesto
no tienen nada que temer. Ese manto es el más alto rango de honor, y es el
motivo por el cual todos se han inclinado hacia ti mientras pasabas.» «No me di
cuenta que alguien estuviese inclinándose ante mí», respondí, un poco
desconcertado. «De hecho, ni siquiera me di cuenta de nadie hasta ahora.» «No es algo impropio», continuó él. «Aquí nos
damos el uno al otro el respeto que cada cual merece. Incluso los ángeles nos
sirven, pero solo nuestro Dios y Jesucristo son adorados. Hay una diferencia marcada
entre honrarnos unos a otros en amor y adorarlos a ellos. Si hubiésemos
entendido esto en la tierra, nos hubiéramos tratado unos a otros de una manera
diferente. Es aquí, a la luz de su gloria, que podemos percibir y comprendernos
unos a otros plenamente, y por lo tanto relacionarnos adecuadamente unos con otros.» Aún me sentía avergonzado. Tenía que
contenerme para no inclinarme ante ellos. Mientras que a la vez deseaba
esconderme porque me sentía muy bajo. Luego comencé a lamentar el hecho de que
mis pensamientos aquí eran tan tontos como lo habían sido en la tierra, ¡y aquí
todos los conocían! Me sentía manchado y ridículo, parado delante de estos que
eran tan asombrosos y puros. Nuevamente, aquel antiguo conocido respondió a
estos pensamientos: «Ahora tenemos nuestros cuerpos incorruptibles, mientras
que tú aún no lo tienes.
Nuestras mentes ya no están limitadas por el pecado, por
lo tanto somos capaces de comprender mucho más lo que la mente humana más
grande puede imaginarse; y pasaremos la eternidad creciendo en nuestra
habilidad de comprender. Esto es para que podamos conocer al Padre y comprender
la gloria de su creación. Sobre la tierra uno no puede comenzar a comprender lo
que el menor de estos aquí ya sabe, y nosotros somos los menores de estos
aquí.» «¿Cómo puedes ser uno de los
menores?», pregunté con incredulidad. «Hay un cierto tipo de aristocracia aquí.
Los premios por nuestras vidas terrenales son las posiciones eternas que
tendremos para siempre. Esta gran multitud son aquellos a quienes el Señor llamó
como "vírgenes insensatas". Conocíamos al Señor y confiábamos en su
cruz para nuestra salvación, pero realmente no vivimos para Él sino para
nosotros mismos. No mantuvimos nuestras lámparas llenas del aceite del Espíritu
Santo. Tenemos vida eterna, pero desperdiciamos nuestras vidas sobre la
tierra.» Estaba sorprendido por esto,
pero también sabía que nadie podía mentir en aquel lugar. «Las vírgenes
insensatas crujían sus dientes en la oscuridad de afuera», protesté. «Y eso
hicimos. La tristeza que experimentamos cuando comprendimos cuánto habíamos despreciado
nuestras vidas era más allá de un dolor posible sobre la tierra. La oscuridad
de aquel lamento tan solo puede ser comprendido por aquellos que lo han
experimentado.
Tal oscuridad se magnifica cuando se revela a la luz de la
gloria de Aquel a quien le fallamos. Tú estás parado ahora en medio de las
filas más bajas del Cielo. No hay mayor dislate que la de conocer la gran
salvación de Dios y después continuar viviendo para uno mismo. El venir aquí y aprender
la realidad de aquello es un dolor más allá de lo que un alma terrenal puede
experimentar. Somos aquellos que sufrimos esta oscuridad externa a causa del
más grande de los disparates.» Seguía
incrédulo. «Pero ustedes son más gloriosos y llenos de gozo y paz de lo que
nunca me hubiera imaginado, aun para seres que están en el Cielo. No siento en
ustedes remordimiento y sé que aquí no pueden mentir. Esto no tiene sentido
para mí.» Mirándome justo a los ojos,
continuó: «El Señor nos ama con un amor mayor del que tú puedas comprender.
Delante de su Trono del Juicio sentí la oscuridad más profunda del alma y del
remordimiento que pueda ser experimentado. Aunque aquí no medimos el tiempo como
ustedes lo hacen, parecía haber durado tanto como el mismo tiempo que mi vida
terrenal.
Todos mis pecados y tonterías de las cuales no me había arrepentido
pasaron delante de mí, y delante de todos los que están aquí. Tú no puedes
comprender el dolor de esto hasta que lo has experimentado. Sentía que estaba
en el calabozo más profundo del infierno, aun cuando estaba de pie delante de
la gloria del Señor. Él estaba resuelto de que mi vida hubiese sido revisada
completamente. Cuando dije que lo sentía y pedí misericordia de su cruz, El
secó mis lágrimas y alejó la oscuridad. Ya no siento la amargura que conocí
mientras estaba de pie delante de El, pero la recuerdo. Sólo aquí se pueden
recordar tales cosas sin sentir continuamente el dolor. Un momento en la parte
más baja del Cielo es mucho más grande que mil años de la vida más elevada en
la tierra. Ahora mi quebrantamiento a causa de mi disparate se ha tornado en
gozo, y sé que conoceré el gozo para siempre, aunque esté en el lugar más bajo
del Cielo.» Comencé a pensar nuevamente
en los tesoros de la salvación. De cierta forma sabía que todo lo que este
hombre me había dicho, había sido revelado por aquellos tesoros. Cada paso que
había tomado escalando la montaña —o dentro de ella— había revelado que sus
caminos son tanto más temerosos y maravillosos de lo que yo había podido
comprender antes. Mirándome
intensamente, aquel antiguo conocido mío, continuó: «No estás aquí solo para
ganar comprensión, sino para experimentar y ser transformado.
l próximo rango
en nivel aquí es mucho más grande de lo que aquí tenemos. Cada nivel posterior es
mayor que el previo. No es simplemente que cada nivel tenga un cuerpo
espiritual más glorioso, sino que cada nivel está más cerca al Trono de donde
emana toda la gloria. Aun así, ya no siento el dolor por mi fracaso. Realmente
no merezco nada. Estoy aquí tan sólo por gracia, y estoy muy agradecido por lo
que tengo. Él es dignísimo de ser amado. Ahora podría estar haciendo cosas
maravillosas en las distintas esferas del Cielo, pero prefiero estar aquí sólo contemplando
su gloria, aunque esté en la periferia.»
Luego, con una mirada distante en sus ojos, añadió: «Todos los que están
en el Cielo ahora están en este salón para observar la revelación de su gran
misterio y para mirar a aquellos de ustedes que lucharán en la última batalla.» «¿Puedes verlo desde aquí?», pregunté; «veo
su gloria distante pero no puedo verlo a Él». «Yo puedo ver mejor que tú»,
respondió. «Sí, puedo verlo a Él y todo lo que está haciendo, aun desde aquí. También
lo puedo oír, y puedo contemplar la tierra. Él nos dio todo este poder.
Somos la gran nube de testigos que los contemplamos a ustedes», repitió. Luego
se inclinó y regresó a su fila. Comencé
a caminar nuevamente, procurando comprender todo lo que me había dicho. A
medida que miré a la gran hueste que él había denominado «vírgenes insensatas»
—aquellos que habían «dormido» espiritualmente durante sus vidas terrenales,
sabía que si cualquiera de ellos se apareciera sobre la tierra ahora serían
adorados como dioses. Sin embargo, ¡eran los más pequeños de todos los que
estaban allí!
Luego comencé a pensar en
todo el tiempo que había desperdiciado en mi propia vida. Era un pensamiento
tan sobrecogedor que me detuve. Luego, partes de mi vida comenzaron a pasar
delante de mí, y comencé a experimentar un dolor terrible con respecto a un
pecado. ¡Yo también había sido uno de los tontos más grandes! Pude haber
mantenido más aceite en mi lámpara que otros, pero ahora sabía cuan tonto había
sido al medir lo que se requería de mí, por medio de la comparación con lo que
otros estaban haciendo. ¡Yo también era una de las vírgenes insensatas! Justo cuando pensé que iba a derrumbarme bajo
el peso de este descubrimiento terrible, un hombre a quien había conocido y
estimado como un gran hombre de Dios, vino hacia adelante para sostenerme. De
cierta forma, su toque me revivió. Luego me saludó cálidamente. Era un hombre
por el cual me hubiera gustado ser discipulado. Lo había conocido pero no nos
llevábamos bien. Al igual que otros, había procurado acercarme lo suficiente
para aprender de él, pero fui causa de su irritación, y finalmente me pidió que
me fuera. Durante años me había sentido culpable acerca de esto, sintiendo que
había perdido una gran oportunidad debido a alguna falla en mi carácter. Aunque
lo había descartado de mi mente, aún cargaba el peso de este fracaso. Cuando lo
vi, todo salió a la superficie y me sentí enfermo. Ahora él tenía un viso de
realeza que me hacía sentir más repulsivo y avergonzado por mi pobre condición.
Quería esconderme pero no había ningún camino
para tomar en donde pudiera evitarlo. Para mi sorpresa, su calidez hacia mí era
tan genuina que por fin me hizo relajar. No parecía haber barreras entre los
dos. De hecho, el amor que sentía viniendo de él hacia mí casi me hace perder mi
propia consciencia. «He esperado ansiosamente esta reunión», dijo él. «¿Me
estabas esperando?», pregunté. «¿Por qué?» «Eres sóolo uno de los muchos a los
cuales estoy esperando. No comprendí hasta mi juicio que eras uno de los cuales
había sido llamado para ayudar, e incluso para discipular, pero te rechacé.» «Señor», protesté. «Hubiera sido un gran
honor haber sido discipulado por ti y estoy muy agradecido por el tiempo que
pasé a tu lado, pero era tan arrogante que merecía aquel rechazo. Sé que mi rebelión
y mi orgullo me han mantenido distante de un verdadero padre espiritual. Esto
no fue tu culpa sino la mía.» «Es verdad que eras orgulloso, pero este no es el
motivo por el cual estaba ofendido contigo. Estaba ofendido por mi propia
inseguridad, la cual me hacía desear controlar a todo el mundo a mi alrededor. Me
ofendía que no aceptaras todo lo que decía sin cuestionarlo. Luego comencé a
mirar las cosas que estaban mal contigo para justificar mi rechazo.
Comencé a
sentir que si no te podía controlar, algún día me avergonzarías tanto a mí como
a mi ministerio. Estimaba mi ministerio más de lo que estimaba a las personas
por las cuales me había sido dado, así es que te alejé como a muchos otros»,
dijo. «En algunos momentos debo admitir
que pensé que te habías vuelto un...», me detuve a mí mismo avergonzado por lo
que estaba a punto de decir. «Y tienes razón», dijo él con una genuinidad que no
es conocida en la esfera de la tierra. «Había recibido la gracia de ser un
padre espiritual, pero fui uno muy malo. Todos los niños son rebeldes; todos se
centran en sí mismos y creen que el mundo gira alrededor de ellos. Este es el
motivo por el cual necesitan padres que los críen. Casi todo niño en algunos
momentos traerá vergüenza a su familia; sin embargo, sigue siendo parte de
ella. Yo alejé a muchos de los hijos de Dios que Él me había encomendado para conducirlos
a la madurez. Fracasé con muchos de aquellos quienes permanecieron conmigo. La
mayoría de ellos sufrieron heridas terribles e innecesarias y fracasos que pude
haber ayudado a evitar. Muchos de ellos
son ahora prisioneros del enemigo.
Construí una gran organización y tenía
considerable influencia en la iglesia, pero los dones más grandes que el Señor
me había encomendado eran aquellos que habían sido enviados a mí para ser
discipulados, muchos de los cuales rechacé. De no haber sido tan egoísta y de
haber estado tan preocupado por mi reputación, podría haber sido un rey aquí.
Habría sido llamado a sentarme en uno de los tronos más altos. Todo lo que tienes
y lo que lograrás hubiera sido parte de mi cuenta celestial también. Por el
contrario, mucho a lo cual presté mi atención tenía muy poco significado
eterno.» «Lo que lograste fue
sorprendente», interrumpí. «Lo que parece bueno en la tierra se ve muy distinto
desde aquí. Lo que te hace un rey en la tierra, por lo general, será una piedra
de tropiezo que te impedirá ser aquí un rey. Lo que te hace rey aquí son las
cosas bajas y poco estimadas en la tierra. Fracasé en una de las más grandes pruebas
y oportunidades que me fueron dadas, de las cuales una fuiste tú. ¿Me podrías
perdonar?» «Por supuesto», dije
avergonzado. «Pero yo también necesito de tu perdón.
Todavía creo que fue mi
torpeza y rebelión lo que lo hizo difícil para ti. De hecho, yo también impedí
que algunos que querían acercarse a mí lo hicieran, por los mismos motivos por
los cuales no me quisiste a tu lado.» «Es cierto que no eras perfecto y
discerní algunos de tus problemas correctamente, pero esto nunca es razón para
rechazar a alguien », respondió. «El Señor no rechazó al mundo cuando vio sus fracasos.
No me rechazó cuando vio mi pecado. Sino que dio su vida por nosotros. Es
siempre el mayor el que debe poner su vida por el menor. Yo era más maduro.
Tenía más autoridad que tú, pero me volví una de las cabras en la parábola;
rechacé al Señor al rechazarte a ti y a otros a los cuales El me había
enviado.» A medida que hablaba, sus
palabras me golpeaban profundamente. Yo también era culpable de todo lo que él
estaba mencionando. Muchos jóvenes y jovencitas a quienes había dejado de lado
por no creer que eran lo suficientemente importantes para el uso de mi tiempo,
ahora atravesaban mi mente. ¡Quería desesperadamente regresar para reunirlos!
La tristeza que comencé a sentir era aún peor que la que había sentido por
haber desperdiciado mi tiempo. ¡Había desperdiciado gente! Ahora muchos de
ellos eran prisioneros del enemigo, heridos y capturados durante la batalla en
la montaña. Toda esta batalla era por la gente, y sin embargo, la gente era con
frecuencia considerada la menos importante.
Vamos a pelear batallas por
verdades, más que por las personas por las cuales estas verdades son dadas.
Luchamos por ministerios, mientras atrepellamos ásperamente a las personas en
ellos. «¡Y muchas personas piensan de mí
como un líder espiritual! Realmente soy el menor de todos los santos», pensé en
voz alta. «Entiendo como te sientes», respondió otro hombre. Lo reconocí como a
alguien que había considerado uno de los líderes cristianos más grandes de
todos los tiempos. «Pablo, el apóstol, dijo casi al finalizar su vida que él
era el menor de todos los santos. Incluso, justo antes de su muerte, se llamó a
sí mismo "el más grande de los pecadores". El no había aprendido que
durante su vida en la tierra, también había estado en peligro de haber llegado
a ser uno de los últimos santos en el Cielo. Debido a lo que aprendió en la
tierra, es ahora uno de los más cercanos al Señor, y será uno de los más altos en
rango por toda la eternidad.» El ver a
este hombre en compañía de las «vírgenes insensatas» fue una de las sorpresas
más grandes que me había llevado hasta el momento. «No puedo creer que tú
también eres uno de los insensatos que durmió durante su vida terrenal. ¿Por
qué estás aquí?» «Estoy aquí porque cometí uno de los errores más grandes que
uno puede hacer como alguien a quien se le encomienda el glorioso evangelio de
nuestro Salvador.
De igual manera como el apóstol Pablo progresó desde no
considerarse a sí mismo inferior a los apóstoles más grandes hasta llegar a ser
"el más grande de los pecadores", yo tomé el curso opuesto. Inicié
sabiendo que había sido uno de los pecadores más grandes que había hallado
gracia, pero terminé pensando que era uno de los más grandes apóstoles. Fue a causa
de mi gran orgullo, no de la inseguridad como le pasó a nuestro amigo aquí, el
motivo por el cual comencé a atacar a todo el mundo que no veía las cosas en la
misma forma en que yo las veía. Aquellos que me siguieron abandonaron sus
propios llamados e incluso sus personalidades, puesto que presionaba a todos a
que se volvieran iguales a mí. Nadie alrededor mío podía ser él mismo. Nadie se atrevía a cuestionarme porque yo lo
aplanaba volviéndolo polvo. Pensaba que al hacer a otros más pequeños que yo,
me hacía a mí mismo más grande. Creía que debía ser algo como el Espíritu Santo
para con todos. Desde afuera mi ministerio se veía como una máquina que operaba
suavemente, donde todo el mundo estaba en unidad y donde existía perfecto
orden, pero era el orden de un campo de concentración.
Tomé a los propios hijos
del Señor e hice de ellos autómatas bajo mi propia imagen, en lugar de la de
El. Al final ni siquiera servía al Señor, sino al ídolo que había construido de
mí mismo. Al final de mi vida, de hecho, era un enemigo del verdadero evangelio,
por lo menos en práctica, aunque mis enseñanzas y escritos parecían
impecablemente bíblicos.» Esto era tan
asombroso viniendo de esta persona, que comencé a preguntarme si cada encuentro
que yo tenía aquí era para ocasionarme una conmoción mayor que la anterior. «Si
eso es cierto, el hecho de volverte enemigo del evangelio, ¿por qué es que
todavía estás aquí?», cuestioné. «Por la gracia de Dios, había confiado en la cruz
para mi propia salvación, aunque de hecho había mantenido a otros alejado de
ella, conduciéndolos a mí mismo en lugar de al Señor. Aun así, el bendito
Salvador permanece fiel a nosotros, aun cuando nosotros le seamos infieles.
También fue por su gracia que el Señor me sacó de la tierra más pronto de lo
pensado a fin de que aquellos que estaban bajo mi liderazgo lo pudieran
encontrar y llegar a conocer.» No podía
haber estado más sorprendido al pensar que esto había sido cierto con respecto
a este hombre en particular. La historia nos había dado un cuadro muy distinto
de él. Leyendo lo que estaba sucediendo en mi corazón, continuó: «Dios tiene un
juego distinto de libros de historia que aquellos que circulan en la tierra. Tú
ya has tenido un pantallazo de esto, pero aún no sabes cuan distintos son. Las
historias terrenales pasarán, pero los libros que se llevan aquí perduran para
siempre.
Si puedes regocijarte en lo que el Cielo está registrando acerca de tu
vida, ciertamente eres bendito. Los hombres ven como por un vidrio oscuro, por
lo que sus historias estarán siempre nubladas, y algunas veces completamente
equivocadas.» «¿Cómo fue que tantos otros líderes te estimaran tanto?»,
pregunté, absorbiendo con dificultad todavía lo que estaba oyendo. «Muy pocos, incluso muy pocos cristianos,
tienen el verdadero don de discernimiento. Sin este don es imposible discernir
la verdad con precisión en aquellos tanto del presente como del pasado. Incluso
con este don es difícil. Hasta que no hayas estado aquí y mientras no hayas
sido "desnudado", juzgarás a los otros a través de prejuicios distorsionados,
sean positivos o negativos. Por eso se nos advierte que no juzguemos antes de
tiempo. Hasta que hayamos estado aquí, realmente no podemos saber qué está en
el corazón de los demás, sea que estén desempeñando buenas o malas obras. Ha
habido buenas motivaciones aun en los hombres peores, y malas motivaciones hasta
en los mejores.
Tan solo aquí pueden los hombres ser juzgados tanto por sus
obras como por su intenciones.» «Cuando
regrese a la tierra, ¿podré discernir la historia con mayor precisión debido a
que he estado aquí?» «Estás aquí porque has orado al Señor para que Él te
juzgue severamente, te corrija inmisericordemente, de manera que puedas
servirle más perfectamente. Esta fue una de las solicitudes más sabias que
jamás hayas hecho. Los sabios se juzgan a sí mismos para no ser juzgados. Aun
los más sabios piden que el Señor les juzgue, puesto que se dan cuenta que no
se pueden juzgar bien a sí mismos. El haber venido aquí te dará mucha más
sabiduría y discernimiento, pero en la tierra siempre verás a través de un
vidrio oscuro, por lo menos hasta cierto grado.
Tu experiencia aquí te ayudará a conocer mejor a los hombres, pero solo
cuando estés aquí en forma definitiva podrás conocerlos totalmente. Cuando te
vayas de aquí estarás más impresionado por cuan poco conoces a los hombres, en
lugar de por cuan bien los conoces. Esto es igualmente cierto en relación con
las historias de los hombres. A mí se me ha permitido caminar contigo porque de
cierta forma te he discipulado mediante mis escritos, y el conocer la verdad acerca
de mí te ayudará», concluyó el famoso reformador. Luego, una mujer a quien no
conocía avanzó un paso hacia adelante.
Su belleza y su gracia eran fascinantes,
pero no de una forma sensual ni seductora. «Yo fui la esposa de él en la
tierra», comenzó. «Mucho de lo que
conoces acerca de su persona realmente venía de mí, por lo tanto, lo que estoy
por decir no es solo acerca de él, sino de ambos. Puedes reformar la iglesia
sin reformar tu propia alma. Puedes dictar el curso de la historia, mas no
hacer la voluntad del Padre, ni glorificar a su Hijo. Si te comprometes a ti
mismo a realizar la historia humana, lo podrás hacer; pero será un logro
pasajero que se evaporará como un puñado de humo.» «Pero, la obra de tu esposo, o su trabajo,
impactaron grandemente para el bien a cada generación que vino después de él.
Es difícil imaginar cuan oscuro hubiese estado el mundo sin él», protesté. «Cierto,
pero puedes ganar a todo el mundo y aun así perder tu propia alma. Sólo si
mantienes pura tu propia alma podrás impactar al mundo para los verdaderamente
eternos propósitos de Dios. Mi esposo perdió su alma a causa mía, y solo la
encontró al final de su vida porque fui llevada de la tierra a fin de que él
pudiera lograr esto. Mucho de lo que hacía era más por mí que por el Señor. Yo
lo presionaba, e incluso le di mucho del conocimiento que él enseñaba. Lo usaba
como una extensión de mi propio ego, porque como mujer en aquel tiempo no podía
ser reconocida personalmente como una líder espiritual.
Me posesioné de su vida
de manera que pudiera vivir la mía a través de la suya. Al poco tiempo lo tenía
haciendo de todo para probarse a él mismo ante mí.» «Debiste haberla amado mucho», dije,
mirándolo. «No. Realmente ni siquiera la amaba. Ni ella me amaba. De hecho,
después de unos pocos años de matrimonio ya ni nos queríamos el uno al otro. Pero
ambos nos necesitábamos, así es que encontramos una forma de trabajar juntos.
Nuestro matrimonio no era un yugo de amor sino uno de esclavitud. Mientras más
exitosos llegábamos a ser, más infelices éramos. Y más empleábamos la decepción
para engañar a aquellos que nos seguían. Hacia el final de nuestras vidas
éramos unos vacíos desdichados. La mayor influencia que obtienes por tu autopromoción,
y tu mayor esfuerzo por retener aquella influencia, más oscura y cruel tornarán
tu vida. Los reyes nos temían, pero nosotros temíamos a todos, desde los reyes
hasta los campesinos. No podíamos
confiar en nadie porque vivíamos tal grado de decepción con nosotros mismos que
ni siquiera confiábamos el uno en el otro. Predicábamos amor y confianza porque
queríamos que todos nos amaran y confiaran en nosotros, pero nosotros mismos
temíamos y secretamente odiábamos a todos.
Si predicas las más grandes verdades,
pero no las vives, eres tan solo el más grande de los hipócritas y el alma más
atormentada.» Sus palabras comenzaron a
golpearme como un martillo. Podía ver que mi vida estaba encaminada hacia la
misma dirección. ¿Cuánto estaba haciendo para promoverme a mí mismo más que a Cristo?
Comencé a ver cuántas cosas hacía sólo para probarme ante los demás,
especialmente ante aquellos a quienes no les caía bien, los que me rechazaban,
o aquellos con quienes me sentía de alguna manera en competencia. Comencé a ver
cuánto de mi propia vida estaba edificada sobre la fachada de una imagen
proyectada, la cual fingía lo que yo realmente era. Pero aquí no podía
esconderme. En esta gran nube de testigos todos sabían lo que yo era, más allá del
velo de las motivaciones que proyectara.
Volví a mirar nuevamente a esta pareja. Ahora carecían de engaño y eran
tan nobles que era imposible cuestionar sus intenciones. Contentos, exponían
sus pecados más descarriados para mi beneficio, y estaban genuinamente
contentos de poderlo hacer. «Pude haber tenido un concepto errado acerca de ti
mediante tu historia y tus escritos, pero ahora te tengo un mayor aprecio. Oro de
manera que pueda llevarme de este lugar la integridad y la libertad que ustedes
tienen ahora.
Estoy cansado de tratar de vivir con la imagen que he proyectado
de mí mismo. ¡Cuánto anhelo esa libertad!», me lamenté, deseando
desesperadamente recordar cada detalle de este encuentro. Luego, el famoso
reformador ofreció una exhortación final: «No procures enseñar a otros a hacer
lo que tú, por ti mismo, no estás logrando. La reforma no es tan solo una
doctrina. La verdadera reforma solamente viene de la unión con el Salvador. Cuando estás en yugo con Cristo, llevando la
carga que Él te ha dado, Él estará contigo y la llevará por ti. Tan sólo podrás
hacer su trabajo cuando lo estés realizando con Él, no sólo para Él. Solamente
el Espíritu puede engendrar aquello que es Espíritu. Si estás en yugo con El no
harás nada a favor de la política ni de la historia. Todo lo que hagas por
motivos de presión política u oportunidades te conducirá al fin de tu propio
ministerio. Las cosas que se hacen en un esfuerzo por hacer la historia, serán
la mejor restricción de tus aportes a la historia y fracasarás en tu intento de
impactar a la eternidad. Si no vives lo que predicas a otros, te descalificas a
ti mismo del sumo llamado de Dios, tal como nosotros lo hicimos.» «No creo que siquiera pueda considerar buscar
un llamado superior », interrumpí. «Ni siquiera merezco estar sentado aquí, en
este lugar que ustedes dicen es el sitio más bajo del cielo. ¿Cómo puedo siquiera
considerar la búsqueda de un llamado mayor?» «El llamado superior no está fuera
de alcance para ninguno de los cuales el Señor haya llamado. Te diré lo que
puede mantenerte en el camino de la vida: el amor al Salvador y la búsqueda de
su gloria.
Todo lo que hagas para exhaltarte a ti mismo, tan solo traerá algún día
la más terrible humillación. Todo lo que hagas por causa del amor verdadero por
el Salvador, para glorificar su nombre, extenderá los límites de su reino
eterno y finalmente resultará en un lugar más alto para ti mismo. Vive por
aquellas cosas que se registran aquí; que no te importen las cosas que se
registran en la tierra.» La pareja
partió con un abrazo alegre, todavía yo sentía de todo, menos alegría. A medida
que se alejaban, nuevamente me sentía sobrecogido por mis propios pecados.
Sobre mí, como una cascada, comenzó a caer el recuerdo de las veces en que
había utilizado a la gente para mis propios propósitos, e incluso cuando había
usado el nombre de Jesús para adelantar mis ambiciones, o para hacerme a mí
mismo parecer mejor. Aquí, en este lugar donde podía contemplar el poder y la
gloria de Aquel a quien había usado, esto llegó a ser más repulsivo de lo que
podía soportar. Caí sobre mi rostro en la desesperación más tremenda que hasta
ese entonces hubiera experimentado. Después de lo que parecía una eternidad de
haber visto a estas personas y sucesos que pasaron delante de mí, sentí que la
esposa del reformador me levantaba sobre mis pies nuevamente. Me sobrecogía su
pureza, especialmente ahora que me sentía tan malvado y corrupto.
Tenía un
deseo muy fuerte de adorarla debido a su pureza. «Mira al Hijo», dijo ella enfáticamente. «Tu
deseo de adorarme a mí o a cualquier otra persona en este momento es tan solo
un intento de sacar la atención de ti y justificarte tratando de ser lo que no
eres. Yo soy pura ahora porque miré hacia Él. Necesitas ver la corrupción que
está en tu propia alma, pero luego no debes permanecer en ti mismo, ni buscar
justificarte con obras muertas, sino buscarlo a Él.» Esto fue dicho en amor tan genuino que era
imposible sentirse herido y ofendido. Cuando ella vio que había comprendido,
continuó: «La pureza que viste en mí fue lo primero que mi esposo vio en mí
cuando éramos jóvenes. Mis intenciones eran relativamente puras en aquel
entonces, pero corrompí su amor y mi propia pureza permitiéndole que me adorara
equívocamente. Nunca se puede llegar a ser puro mediante la adoración de
aquellos que son más puros que uno mismo. Se debe transcender para encontrar a
Aquel que los ha hecho puros, y sólo a Aquel en quien no hay pecado. Mientras
la gente más nos alababa y mientras más aceptábamos sus alabanzas, más nos
fuimos alejando del camino de la vida.
Luego comenzamos a vivir para obtener
las alabanzas de los hombres y para ganar poder sobre aquellos que no nos
alababan. Este fue nuestro legado, y fue igual para muchos que están aquí, en
el lugar más bajo.» Deseando simplemente
prolongar nuestra conversación, hice la próxima pregunta que vino a mi mente:
«¿Es difícil para ti y para tu esposo estar aquí juntos?» «De ninguna manera.
Todas las relaciones que se tuvieron en la tierra continúan aquí, y todas ellas
son purificadas mediante el juicio, y por el hecho de que ahora son
espirituales, así como nosotros somos espíritus. Mientras más perdonado seas,
más amas. Después que nos perdonamos el uno al otro, nos amamos mucho más.
Ahora nuestra relación continúa en una mayor profundidad y riqueza porque somos
coherederos de esta salvación. Así como
eran de profundas las heridas que nos infringimos el uno al otro, el amor fue
capaz de brotar cuando fuimos sanos. Hubiésemos podido haber experimentado esto
en la tierra, pero no aprendimos el perdón en aquel entonces. Si hubiéramos
aprendido a perdonar, la competencia que entró a nuestra relación y desvió nuestras
vidas no hubiese podido echar raíz en nosotros. Si real- mente amas, realmente
perdonarás. Mientras más duro te resulta perdonar, más lejos estás del amor verdadero.
El perdón es esencial o te tropezarás, y de muchas formas te desviarás del
curso que se ha escogido para ti.» Al
mismo tiempo me di cuenta que esta mujer, quien me había traído a esta
confrontación con tanto dolor por mi propia depravación, era también la persona
más atractiva que hubiera conocido en mi vida. No era una atracción romántica,
sino simplemente no quería irme de su lado. Percibiendo mis pensamientos, tomó
un paso hacia atrás indicando que estaba próxima a irse, pero me ofreció una última
mirada introspectiva. «La verdad pura,
hablada en amor puro, siempre atraerá. Recordarás el dolor que has sentido y te
ayudará durante el resto de tu vida. El dolor es bueno; te muestra donde hay un
problema. No procures reducir el dolor hasta que hayas encontrado el problema. La
verdad de Dios con frecuencia trae dolor, ya que resalta un problema que
tenemos, pero sus verdades siempre nos mostrarán el camino a la libertad.
Cuando eres consciente de esto comenzarás a regocijarte en tus pruebas, las cuales
todas son permitidas para ayudarte a mantenerte en el camino de la vida.» «También, tu atracción para conmigo no está
fuera de lugar. Es la atracción entre hombre y mujer que fue dada en el
principio, que siempre es pura en su verdadera forma. Cuando la verdad pura se combina
con amor puro, los hombres pueden ser aquello para lo cual fueron creados, sin
tener que dominar a causa de su inseguridad.
Esto no es más que lujuria, la
cual es la más baja profundidad en la cual cae el amor a causa del pecado. Con
el amor verdadero, los hombres se vuelven verdaderos hombres y las mujeres
pueden ser aquello para lo cual fueron creadas, porque su amor ha reemplazado su
temor. El amor nunca procurará manipular ni controlar a causa de la
inseguridad, porque el amor hecha fuera el temor. Justo el lugar donde las relaciones pueden
ser más corruptas es también el mismo lugar donde pueden dar el mayor fruto de
realización, después que la redención haya trabajado en ellos. El verdadero amor
es una prueba del Cielo, y la lujuria es la perversión última del enemigo de
aquella gloria del Cielo. Recién en el grado en que uno esté libre de la
lujuria sobre la tierra, en aquel grado comenzarás a experimentar el Cielo.» «Pero no creo haber sentido ninguna lujuria
aquí, ni para contigo », protesté suavemente. «Por el contrario, estaba
sorprendido de poder contemplar a alguien con tu belleza y no sentir deseos.»
«La razón es porque estás aquí. La luz de su gloria hecha fuera toda oscuridad.
Pero si no estuvieses aquí, la lujuria te estaría sobrecogiendo ahora», dijo
ella. «Estoy seguro que tienes razón.
¿Podemos estar libres de esta terrible perversión sobre la tierra?», clamé.
«Sí. A medida que tu mente es renovada mediante el Espíritu de Verdad, no verás
las relaciones como oportunidades para conseguir cosas de otros, sino para dar.
El dar provee la realización más grande que podamos conocer. Las relaciones
humanas más maravillosas son tan solo un vistazo fugaz del éxtasis que viene
cuando nos damos a nosotros mismos al Señor, en adoración pura. Lo que
experimentamos en adoración aquí, tu cuerpo no glorificado y frágil no lo
podría soportar. La verdadera adoración de Dios purificará el alma para la
gloria de las verdaderas relaciones. Por lo tanto, no debes buscar relaciones,
sino verdadera adoración. Solo entonces pueden las relaciones comenzar a ser lo
que deberían ser. El verdadero amor nunca busca ser primero, ni estar en
control, sino por el contrario estar en el lugar de servicio. Si mi esposo y yo
hubiésemos mantenido esto en nuestro matrimonio, estaríamos sentados al lado
del Rey ahora, y este gran salón estaría lleno con muchas más almas.» Con esto desapareció nuevamente dentro de las
filas de los santos glorificados. Miré nuevamente hacia el trono y me sorprendí
debido a que la gloria parecía ser más hermosa que antes. Otro hombre parado
cerca a mí explicó: «Con cada encuentro, un velo es removido de manera que
puedas verlo a Él más claramente.
No eres transformado solamente al ver su
gloria, sino al verlo con un rostro sin velo. Todo aquel que viene a los
verdaderos juicios de Dios camina por un corredor como este, para encontrarse
con aquellos que pueden ayudar a remover cualquier velo que aún tengan puesto, aquellos
velos que distorsionan la visión de Él.»
Ya había absorbido más comprensión de la que sentía que mis muchos años
de ministerio sobre la tierra me habían dado. Luego comencé a sentir que todo
mi estudio y búsqueda sobre la tierra tan sólo me habían conducido hacia
adelante al ritmo de un caracol. ¿Cómo podría el vivir muchas vidas prepararme
para el juicio? ¡Mi vida ya me había descalificado más que todos aquellos con
quienes me había encontrado, y estos casi no habían podido llegar aquí! «¿Cómo
podían tener alguna esperanza aquellos a quienes no les fue dada la gracia de
esta experiencia?», pregunté. Escuché
una nueva voz: «Lo que estás experimentando aquí te ha sido dado sobre la
tierra. Cada relación, cada encuentro con otra persona podría enseñarte lo que
estás aprendiendo aquí si mantienes ese manto de humildad puesto, y aprender
siempre a mantener tu atención fija en la gloria de Él.
Se te está dando esta
experiencia ahora porque tú escribirás la visión, y aquellos que la lean la
comprenderán. Muchos, entonces, podrán llevar la gloria y el poder que deben
llevar en la última batalla.» Estaba
sorprendido al reconocer que este hombre era un contemporáneo mío, y que yo no
sabía que había muerto. Nunca lo había conocido sobre la tierra, pero tenía un
gran ministerio el cual yo respetaba mucho. A través de hombres a quien él
había entrenado, miles habían sido conducidos a la salvación y muchas iglesias
grandes habían sido edificadas, casi todas devotas al evangelismo. Me preguntó si
me podía abrazar por un minuto. Yo estuve de acuerdo, sintiéndome un tanto molesto.
Cuando nos abrazamos, sentí tanto amor viniendo de él que cesó un gran dolor
profundo dentro de mí. Me había acostumbrado tanto al dolor que ni siquiera lo
notaba hasta que dejó de doler. Después que me soltó le dije que su abrazo me había
sanado de algo. Su gozo por esta causa era profundo. Luego comenzó a decirme
por qué él estaba en el rango más bajo del cielo. «Llegué a enorgullecerme tanto hacia el final
de mi vida que no podía imaginar que el Señor pudiera hacer algo a menos que lo
hiciera a través mío. Comencé a tocar a los ungidos del Señor y a hacer daño a
sus profetas. Era egoísta y orgulloso cuando el Señor utilizaba a uno de mis
discípulos, y llegué a sentirme celoso cada vez que el Señor se movía a través
de otra persona que estuviese fuera de mi propio ministerio.
Buscaba cualquier
cosa que estuviese errada en ellos para exponerlos. No sabía que cada vez que
hacía esto tan sólo me degradaba más a mí mismo.» «Nunca supe que habías hecho algo como esto»,
dije sorprendido. «No lo hice yo solo, pero incité a hombres bajo mi autoridad
a que investigaran a otros e hicieran el trabajo sucio. Hice que recorrieran la
tierra para encontrar cualquier error o pecado en la vida de otros, de manera
que los pudiera exponer. Llegué a ser la peor cosa que un hombre puede llegar a
ser sobre la tierra —una piedra de tropiezo, que producía otras piedras de
tropiezo. Sembrábamos temor y división en la iglesia, todo en nombre de
proteger la verdad. En mi propia
justicia estaba liderando hacia la perdición. En su gran misericordia, el Señor
me permitió ser golpeado por una enfermedad que traería en mí una muerte lenta
y humillante. Justo antes de morir entré en razón y me arrepentí. Simplemente,
estoy agradecido de poder estar aquí. Podría ser uno de los menores aquí, pero
es mucho más de lo que merezco. No puedo irme de este salón hasta haber tenido
la oportunidad de pedirle perdón a aquellos de ustedes a quienes tanto mal les
hice.» «Pero nunca me hiciste daño»,
dije. «¡Oh, sí lo hice!», respondió. «Muchos de los ataques que vinieron en
contra tuya fueron de parte de aquellos a quienes había agitado y motivado en
sus ataques para con otros. Aunque tal vez no llevé a cabo esos ataques
personalmente, el Señor me mantiene tan responsable como aquellos que lo hicieron.» «Entiendo. ¡Por supuesto que te perdono...!» Estaba
comenzando a recordar cómo yo había hecho estas mismas cosas, aunque en menor
grado. Recordé cómo había permitido que antiguos miembros descontentos de una
iglesia desparramaran su veneno sin haberlos detenido.
Sabía que simplemente
por permitirles que hicieran esto, sin corregirlos, los había motivado a que continuaran.
Recuerdo haber pensado que esto se justificaba debido a los errores de aquella
iglesia. Luego comencé a recordar cómo incluso había repetido muchas de sus
historias, justificándolo bajo el disfraz de estar colocándolos en la lista de
oración. Luego una gran inundación de otros incidentes tales como este comenzó
a surgir en mi corazón. Nuevamente, comenzaba a sentirme sobrecogido por el mal
y la oscuridad de mi propia alma. «¡Yo
también he sido una piedra de tropiezo!», me lamenté. Sabía que merecía la
muerte, que merecía el peor de los infiernos. Nunca había visto tanta falta de
piedad y crueldad como ahora la veía en mi propio corazón. «Y siempre nos
confortábamos a nosotros mismos, pensando de hecho que estábamos haciéndole a
Dios un favor cuando atacábamos a sus propios hijos», fueron las palabras
comprensivas por parte de este hombre. «Es bueno que veas esto aquí, porque
puedes regresar. Por favor, advierte a mis discípulos de su destino inminente si
no se arrepienten. Muchos de ellos han sido llamados a ser reyes aquí, pero si
no se arrepienten confrontarán el peor de los juicios: el de ser piedras de
tropiezo.
La enfermedad que me humilló fue gracia de parte de Dios. Cuando
estuve de pie delante del Trono pedí al Señor que enviara esta gracia a mis
discípulos. No puedo cruzar de nuevo hacia donde ellos están, pero El me ha
permitido tener este tiempo contigo. Por favor, perdona y libera a aquellos que
te han atacado. Realmente no comprenden que están haciendo el trabajo del
Acusador. Gracias por perdonarme, pero también perdónalos a ellos. Está en tu
poder el retener los pecados o cubrirlos con amor. Te suplico que ames a
aquellos que son tus enemigos.» Casi no
podía escuchar a este hombre, puesto que estaba sobrecogido por mi propio
pecado. El era glorioso y puro, y ahora obviamente tenía poderes que no eran
conocidos sobre la tierra. Sin embargo, me estaba rogando con una gran humildad.
Sentía tal grado de amor que procedía de él que no podía imaginarme rechazando
su solicitud. Pero aun sin el impacto de su amor, sentía mucha más culpabilidad
de lo que cualquier persona que me estuviese atacando pudiese sentir. «Ciertamente debo merecer cualquier cosa que
me hayan hecho y mucho más», respondí. «Eso es cierto, pero no es el punto
aquí», suplicó. «Todos los que están sobre la tierra merecen la segunda muerte,
pero nuestro Salvador nos trajo gracia y verdad.
Si hemos de hacer su trabajo debemos
hacer todo tanto en gracia como en verdad. La verdad sin la gracia es lo que el
enemigo trae cuando viene como "Ángel de Luz".» «Si puedo ser
liberado de esto, tal vez sea capaz de ayudarlos a ellos», respondí. «¿Pero no
se dan cuenta que estoy bastante peor de lo que ellos puedan estar?» «Sé que lo
que acaba de pasar por tu memoria fue malo», respondió él, aunque con un amor y
una gracia que eran profundas. Sabía que
ahora estaba tan preocupado por mí y por mi condición como lo había estado por
sus propios discípulos. «Este realmente es el Cielo», irrumpí diciendo. «Esto
realmente es luz y verdad. ¿Cómo podemos nosotros, los que vivimos en tanta oscuridad,
llegar a ser tan orgullosos, creyendo que sabemos tanto acerca de Dios?
¡Señor!», grité en dirección al Trono, «¡Por favor, déjame ir y llevar esta luz
de nuevo a la tierra!» Inmediatamente las huestes enteras del cielo parecían
estar de pie en atención, y sabía que yo era el centro de su atención. Me sentí
muy insignificante delante de tan sólo uno de estos gloriosos, mas cuando supe
que todos me miraban, un temor me sobrevino como un maremoto. Sentía que no
podía haber un juicio como el que yo estaba próximo a experimentar. Sentía como si fuese el más grande de los
enemigos de la gloria y la verdad que llenaban aquel lugar. Luego pensé acerca
de mi solicitud de regresar.
Estaba demasiado corrupto; nunca podría
representar adecuadamente tal gloria y verdad. No habría forma en que yo
pudiera, en mi corrupción, transmitir la realidad de aquel lugar y presencia
gloriosos. Sentía que incluso Satanás no había caído tan bajo como yo. «Este es
el infierno », pensé. No podría haber un dolor peor que el de ser tan malvado como
yo, y saber que este tipo de gloria existía. El ser excluido para siempre de aquí
sería una tortura peor de la que había temido. «¡Con razón que los demonios
están tan airados y dementes!», dije en voz baja. Justo cuando sentí que sería enviado a una de
las regiones más profundas del infierno, simplemente clamé: «¡JESÚS!» Rápidamente
una paz me sobrevino. Sabía que tenía que continuar hacia la gloria nuevamente,
y en cierta forma tenía la confianza para hacerlo. Continué moviéndome hasta
que vi un hombre a quien consideré ser uno de los más grandes escritores de
todos los tiempos. Había considerado la profundidad de su percepción con
respecto a la verdad como posiblemente la más grande que hubiese encontrado en todos
mis estudios. «Señor, siempre he
anhelado este encuentro», casi dije. «Tal como yo», respondió él con sinceridad
genuina. Estaba sorprendido por este come'ntario, pero me hallaba tan
emocionado de conocerlo que continué: «Siento que lo conozco, y en sus escritos
sentía casi como que usted, de cierta forma, me conocía a mí. Creo que le debo más
a usted que a cualquier otra persona que no haya sido canonizada en la
Escritura», continué. «Eres muy amable», respondió él. «Pero lamento el que no
te haya podido servir mejor.
Yo era una persona superficial, y mis escritos también
lo eran; estaban más llenos de sabiduría mundana que de verdad divina.» «Desde que he estado aquí y he aprendido todo
lo que he aprendido, sé que esto debe ser verdad, porque usted tan solo puede
hablar la verdad aquí, pero es difícil para mí entenderlo. Pienso que sus
escritos son de los mejores que tenemos en la tierra», respondí. «Tienes
razón», admitió con sinceridad este escritor famoso. «Es demasiado triste.
Todos aquí, incluso aquellos que se sientan más cerca al Rey, vivirían sus
vidas en forma diferente si las tuvieran de nuevo para vivir, pero creo que
viviría la mía en forma aun más distinta que la mayoría. Fui honrado por reyes,
pero le fallé al Rey de reyes. Usé los grandes dones y percepciones que me
fueron dados para traer a los hombres más hacia mí mismo y mi sabiduría que
hacia El. Además, sólo lo conocía a El de oídas, lo cual era la forma en que
imponía a otros hombres que lo conocieran. Los hacía dependiente de mí y de
otros como yo. Los dirigí a un razonamiento deductivo más que al
Espíritu Santo, a quien casi no conocía. No dirigí a los hombres hacia Jesús,
sino hacia mí mismo y hacia otros como yo, quienes pretendíamos conocerlo.
Cuando lo contemplé aquí, quería destruir mis escritos y volverlos polvo, de
igual forma como Moisés lo hizo con el becerro de oro. Mi mente era un ídolo, y
quería que todos adoraran mi mente junto conmigo. Tu estima por mí no me trae
regocijo. Si el tiempo que dediqué para conocerlo a fin de impresionar a otros,
lo hubiera dedicado a buscarlo realmente, muchos de aquellos que están en las
compañías más bajas estarían sentados en los tronos que fueron preparados para
ellos, y muchos otros estarían en este salón.»
«Sé que lo que estás diciendo acerca de tu trabajo debe ser verdad,
pero ¿no estás siendo demasiado severo contigo?», interrogué. «Tus obras me
alimentaron espiritualmente durante muchos años, como sé que ha sucedido con
una multitud de personas.» «No estoy siendo duro conmigo mismo. Todo lo que he
dicho es verdad, ya que fue confirmado cuando estuve delante del trono. Produje
mucho, pero recibí muchos más talentos que la mayoría de las personas aquí, y
los enterré bajo mi propio orgullo y ambiciones espirituales. De igual manera
como Adán pudo haber llevado a toda la raza humana hacia un futuro glorioso,
pero debido a su fracaso condujo a billones de almas al peor de los juicios, con
la autoridad también viene la responsabilidad. Mientras más autoridad te
sea dada, más potencial tendrás tanto para el bien como para el mal.
Aquellos
que reinarán con Él por las edades de las edades conocerán la responsabilidad
más profunda. Ningún hombre está de pie solo, y todo fracaso humano o victoria
resuena más allá de nuestra compresión, incluso hasta las generaciones por
venir.» Estaba pensando acerca de cómo
este hombre había escrito con las frases más bellas y articuladas, sintiendo
que él era la misma definición de un «forjador de palabras», un artesano que
volvía las palabras en obras de arte. Pero aquí hablaba como un hombre común, sin
la elocuencia por la cual sus escritos eran tan bien conocidos. Sabía que él
conocía lo que estaba pensando, como todos allí, pero continuó con lo que él
obviamente pensaba era más importante. «Si hubiese buscado al Señor en lugar
del conocimiento acerca suyo, muchos miles a quienes pude haber conducido con
éxito hubiesen resultado en muchos millones aquí ahora. Cualquiera que comprende
la verdadera naturaleza de la autoridad, nunca la buscaría, sino que la
aceptaría cuando estuviesen convencidos de estar en yugo con el Señor, el único
que puede llevar autoridad sin tropezar. Nunca busques influencias para ti
mismo, busca tan sólo al Señor y está deseoso de llevar su yugo. Mi influencia
no alimentó tu corazón, sino mas bien tu orgullo por el conocimiento.» «¿Cómo puedo saber que no estoy haciendo lo
mismo?», pregunté mientras comenzaba a meditar sobre mis propios escritos.
«Estudia para mostrarte a ti mismo aprobado ante Dios, no ante los hombres »,
respondió mientras regresaba a la formación.
Antes que desapareciera se volteó
y con una leve sonrisa ofreció la última gragea de consejo: «...Y no me sigas.»
En esta primera multitud vi muchos otros hombres y mujeres de Dios, tanto de mi
propio tiempo como de la historia. Me detuve y hablé con muchos más.
Continuamente me sentía sacudido a causa de ver que tantos de quienes había
esperado que ostentaran los cargos más altos, se encontraban en los rangos más
bajos del Reino. Muchos compartieron la
misma historia básica: todos habían caído en el pecado mortal del orgullo
después de sus grandes victorias, o habían caído en celos cuando otros eran
ungidos tanto como ellos lo habían sido. Otros habían caído en lujuria,
desánimo o amargura al final de sus vidas, y tuvieron que ser llevados antes de
cruzar la línea de la perdición. Todos me hicieron la misma advertencia:
mientras más alta sea la autoridad espiritual en la cual tú caminas, más a
fondo puedes caer si no tienes amor y humildad.
A medida que continuaba hacia el Trono del Juicio comencé a pasar a
aquellos con rangos más altos en el Reino. Después que muchos velos más me
habían sido quitados, mediante encuentros con aquellos que habían tropezado con
los mismos problemas que tenía, comencé a conocer a algunos de los que habían
vencido.
Conocí parejas que habían servido al Señor y el uno al otro fielmente hasta
el fin. Su gloria aquí era indescriptible, y su victoria me motivó sabiendo que
era posible permanecer en el camino de la vida y servirle a Él en fidelidad.
Aquellos que tropezaron lo hicieron en formas distintas. Los que permanecieron,
lo hicieron de la misma forma: no se desviaron de su devoción al primer y mayor
mandamiento: amar al Señor. Así su servicio fue realizado para Él, no para los
hombres, ni siquiera para los hombres espirituales. Estos eran los que adoraban
al Cordero y lo seguían a donde quiera que iba.
Cuando aún no había llegado ni siquiera a la mitad del camino hacia el
trono, lo que había sido la gloria indescriptible del primer rango, ahora
parecía la oscuridad externa en comparación con la gloria de aquellos por cuyo
lado pasaba. La mayor belleza sobre la tierra no calificaría para ser hallada
en ningún lugar en el Cielo. ¡Y se me había dicho que este salón era tan solo
el umbral de esferas indescriptibles! Mi
marcha hacia el trono pudo haber tomado días, meses o incluso años. No había
forma de medir el tiempo en aquel lugar. Todo el mundo allí mostraba respeto
para conmigo, no a causa de quien yo era ni por nada de lo que hubiese hecho,
sino simplemente porque era un guerrero en la batalla de los últimos días. De
cierta forma, a través de esta última batalla la gloria de Dios iba a ser revelada,
de tal manera que sería testigo ante cualquier poder y autoridad, creada o aun
por ser creada, para toda la eternidad.
Durante esta batalla la gloria de la
cruz sería revelada y la sabiduría de Dios sería manifiesta de una forma
especial. El estar en la batalla era uno de los honores posible más grandes que
se me hubiera otorgado. A medida que me
aproximaba al Trono del Juicio de Cristo, aquellos en los rangos más altos
también estaban sentados en tronos que eran todos parte de su trono. Aun el
menor de estos era mucho más glorioso que cualquier trono terrenal. Algunos
eran gobernantes de ciudades en la tierra, quienes pronto tomarían sus lugares.
Otros reinaban sobre asuntos celestiales, y otros más lo hacían en asuntos de
la creación física, como por ejemplo los sistemas estelares y las galaxias. Sin
embargo, era aparente que aquellos a quienes se les otorgó autoridad sobre
ciudades eran estimados por encima de aquellos que habían recibido autoridad
sobre las galaxias. El valor de un solo niño sobrepasaba el de una galaxia de
estrellas, porque el Espíritu Santo moraba en los hombres y el Señor había
escogido a los hombres como su lugar de morada eterna. En la presencia de su
gloria toda la tierra parecía tan insignificante como un punto de polvo, y sin
embargo era tan infinitamente estimada que la atención de toda la creación
estaba sobre ella. Ahora que estaba de
pie delante del trono, me sentía aun más bajo que una mancha de polvo. Aun así,
sentía al Espíritu Santo sobre mí en una forma mayor de lo que jamás había
sentido. Era sólo por su poder que podía estar de pie.
Fue aquí donde realmente
llegué a comprender su ministerio como el Confortador. Me había conducido a lo
largo de toda la trayectoria, aunque durante la mayor parte del tiempo había
estado inconsciente de su presencia. El Señor era tanto más manso y más
terrible de lo que yo jamás hubiera imaginado. En El veía a Sabiduría, quien me
había acompañado en la montaña. También sentía, de cierta forma, la familiaridad
de muchos de mis amigos sobre la tierra, por lo cual comprendí que El me había
hablado con frecuencia a través de ellos. También lo reconocí como Aquel que
con frecuencia había rechazado cuando había venido a mí a través de otros. Vi
tanto al León como al Cordero, al Pastor y al Novio, pero principalmente lo vi
como el Juez. Aun en su presencia
asombrosa, el Confortador estaba poderosamente conmigo, de tal forma que me
sentía cómodo. Era claro que el Señor no quería de ninguna forma que me
sintiera incómodo; Él tan sólo deseaba que conociera la verdad. Las palabras
humanas no son adecuadas para describir ni cuan asombroso ni cuan confortante fue
el estar de pie delante de Él.
Había pasado el punto en donde estaba preocupado
por si el juicio iba a ser bueno o malo; solo sabía que era correcto y que
podía confiar en mi juez. En cierto momento el Señor miró hacia las galerías de
tronos a su alrededor. Muchos estaban ocupados, pero muchos otros estaban vacíos.
Entonces dijo: «Estos tronos son para los vencedores que me han servido
fielmente en cada generación. Mi Padre y yo los hemos preparado desde antes de
la fundación del mundo. ¿Eres digno de sentarte en uno de estos?» Recordé lo que un amigo había dicho en
cierta ocasión: «Cuando el Dios Omnisciente te haga una pregunta, no es porque
Él esté buscando información.» Miré los tronos. Miré a estos quienes ahora estaban
sentados. Podía reconocer algunos de los grandes héroes de la fe, pero sabía
que la mayoría de ellos ni siquiera habían sido siquiera bien conocidos en la
tierra. Muchos habían sido misioneros, quienes habían desgastado sus vidas en
la oscuridad. Nunca les había interesado ser recordados en la tierra, sino que
deseaban ser tan sólo recordados por Él. Estaba sorprendido al ver algunos de
los que habían sido ricos, o gobernantes quienes habían sido fieles con lo que
habían recibido. Sin embargo, parecía que las mujeres fieles que oraban y las
madres ocupaban más tronos que cualquier o grupo en particular. De ninguna manera podía responder «sí» a la
pregunta del Señor, acerca de si me consideraba a mí mismo digno de sentarme allí.
No era digno de sentarme en la compañía de ninguno de los presentes. Sabía que
había recibido la oportunidad de correr por el premio más grande del cielo o la
tierra y había fracasado.
Me sentía desesperado,
pero aún quedaba una esperanza. Aunque la mayor parte de mi vida había sido un
fracaso, sabía que estaba aquí antes de haber terminado mi vida terrenal.
Cuando confesé que no era digno, Él preguntó: «Pero, ¿quieres esta silla1?» «La
anhelo con todo mi corazón», respondí. El
Señor miró a las galerías y dijo: «Aquellos tronos vacíos pudieron haber
sido llenados en cualquier generación. Yo ofrecí la invitación para sentarse
aquí a cualquiera que fuera llamado en mi nombre. Aún están disponibles. Ahora
ha llegado la última batalla y muchos de los postreros serán los primeros.
Estas sillas estarán llenas antes que la batalla se termine. Aquellos que se
sienten aquí serán conocidos por dos cosas: tendrán puesto el mando de la humildad,
y serán conformes a mi imagen. Ahora tienes el manto. Si puedes mantenerlo
puesto y no lo pierdes en la batalla, cuando regreses también tendrás mi
semejanza. Entonces serás digno de sentarte con estos, porque yo te habré hecho
digno. Toda la autoridad y el poder me han sido dados, y tan sólo yo puedo
ejercerlos. Prevalecerás y te será encomendada mi autoridad sólo cuando hayas
llegado a permanecer completamente en mí. Ahora date vuelta y mira mi casa.» Volteé y miré hacia atrás, en dirección
al lugar desde donde había venido. Delante de su trono podía ver el salón
completo.
El espectáculo estaba más allá de cualquier comparación en cuanto a
su gloria. Millones llenaban las filas. Cada individuo en la fila más baja era
más sorprendente que un ejército y tenía más poder. Sobrepasaba mi capacidad el
poder absorber tal panorama de gloria. Aun así, podía ver que solo una pequeña
porción de aquel gran salón estaba ocupado.
Luego miré atrás al Señor y estaba atónito al ver lágrimas en sus ojos.
El había limpiado toda lágrima de los ojos de quienes aquí estaban, a excepción
de las propias. A medida que una lágrima rodaba por su mejilla, la dejó caer en
su mano. Luego me la ofreció. «Esta es mi copa. ¿La tomarás conmigo?» De
ninguna manera podía rehusarle a Él. A medida que el Señor continuó mirándome,
comencé a sentir su gran amor. Aun tan tonto como era, todavía me amaba.
Tan
inmerecedor como era, Él quería que yo estuviera cerca suyo. Luego dijo: «Amo
a todos estos con un amor que tú ahora no puedes comprender. También amo a
todos aquellos que deberían estar aquí pero que no llegaron. He dejado a las
noventa y nueve para ir tras aquella que estaba perdida. Mis pastores no
dejarían ir a una tras las noventa y nueve que aún están perdidas. Vine a
salvar a los perdidos. ¿Compartirás el dolor de mi corazón para ir a salvar a
los perdidos? ¿Me ayudarás a llenar esta habitación? ¿Me ayudarás a llenar
estos tronos y cada una de las sillas de este pasillo? ¿Abordarás esta búsqueda
para traer gozo al Cielo, a mí y a mi Padre? Este juicio es para mi propia
casa, y mi casa aún no está llena. La última batalla no habrá terminado hasta que
mi casa esté llena. Solo entonces será tiempo para que redimamos la tierra y
removamos todo el mal de mi creación. Si tomas mi copa, amarás a los perdidos
de la manera en que yo los amo.»
Luego
tomó una taza tan simple que parecía fuera de lugar en un salón de tanta gloria
y colocó su lágrima en él. Después me la dio. Nunca había probado algo tan
amargo. Sabía que de ninguna manera la podría tomar toda, ni siquiera la mayor
parte, pero había determinado beber cuanto pudiera. El Señor esperó
pacientemente hasta que finalmente irrumpí en tal llanto que sentía como ríos
de lágrimas fluyendo de mí. Lloraba por los perdidos, pero aun más, estaba
llorando por el Señor. Lo miré con
desesperación, ya que no podía resistir más de este gran dolor. Luego su paz
comenzó a llenarme y a fluir junto con su amor que ya estaba sintiendo. Nunca
había sentido algo tan maravilloso. Esta era el agua viva que yo sabía podía
brotar para la eternidad. Luego sentí como si las aguas que fluían dentro de mí
prendían fuego.
Comencé a sentir que este fuego me consumiría si no estaba
declarando la majestad de su gloria. Nunca había sentido tal impulso de
predicar, de adorarlo y de respirar cada soplo que recibiese a causa de su
evangelio. «¡Señor!» Grité, olvidándome
de todos menos de Él. «¡Ahora sé que este Trono del Juicio es también el trono
de gracia, y ahora te pido la gracia de poderte servir! ¡Por sobre todas las
cosas, pido tu gracia! Te pido la gracia para terminar mi camino. Te pido la
gracia para amarte de esta manera, para ser liberado de los engaños y del egocentrismo
que han pervertido mi vida. Yo clamo a ti por la salvación de mí mismo y del
mal de mi propio corazón, y pido este amor que ahora siento para que fluya
continuamente en mi corazón. Te pido que me des tu corazón, tu amor. Te pido la
gracia del Espíritu Santo para convencerme de pecado. Te pido la gracia del Espíritu
Santo para testificar de ti tal como realmente eres. Te pido la gracia de
testificar de todo lo que has preparado para aquellos que vienen a ti. Te pido
tener la gracia para predicar la realidad de este juicio. Te pido la gracia de
compartir con aquellos que son llamados a ocupar estos tronos vacíos, para
darles la palabra de vida que los mantendrá sobre el camino de la vida, que les
impartirá fe para hacer lo que han sido llamados a hacer. Señor, te ruego por
esta gracia.»
El Señor se puso de pie y
todos aquellos que estaban sentados sobre los tronos hasta donde yo podía ver,
se pusieron también de pie. Sus ojos ardían con fuego que antes no había visto.
«Has clamado a mí pidiéndome gracia. Esta solicitud nunca la niego.
Regresarás y el Espíritu Santo estará contigo. Aquí has probado tanto mi bondad
como mi severidad. Debes recordar ambas si has de permanecer en el camino de la
vida. El verdadero amor de Dios incluye el juicio de Dios. Debes conocer ambos,
tanto mi bondad como mi severidad, o caerás en engaño. Esta es la gracia que has
recibido aquí: el conocer ambas. Las conversaciones que has tenido con tus
hermanos aquí fueron mi gracia. Recuérdalas.»
Luego apuntó su espada sobre mi corazón, después hacia mi boca y
luego hacia mis manos. Cuando hacía esto salía fuego de su espada y me quemaba.
El dolor era tremendo. «Esto también es mi gracia», dijo. «Eres tan
sólo uno de muchos que han sido preparados para esta hora. Predica y escribe
acerca de todo lo que has visto aquí. Lo que te he dicho, cuéntalo a mis
hermanos. Vé y llama a mis capitanes a la última batalla. Vé y defiende a los
pobres y oprimidos, a las viudas y a los huérfanos. Esta es la comisión para
mis capitanes y es aquí donde los encontrarás. Mis hijos valen más para mí que
las estrellas de los cielos. Dale de comer a mis corderos. Cuida a mis
pequeños. Entrega la palabra de Dios a ellos para que puedan vivir. Vé a la
batalla. Vé y no te retires. Vé rápidamente porque yo vendré pronto. Obedéceme
y apura el día de mi regreso.»
Una
compañía de ángeles vino luego y me escoltó, alejándome del trono. El líder
caminaba a mi lado, y dijo: «Ahora que Él se ha puesto de pie, no se sentará
nuevamente hasta que la última batalla termine. Él ha estado sentado hasta el
tiempo cuando sus enemigos van a ser puestos bajo sus pies. El tiempo ha
llegado. Las legiones de ángeles han estado de pie listas desde la noche de su
pasión, y ahora han sido liberadas sobre la tierra. Las huestes del infierno también
han sido liberadas. Este es el tiempo sobre el cual toda la Creación ha estado
esperando. El gran misterio de Dios está próximo al desenlace. Ahora,
lucharemos hasta el fin. Lucharemos contigo y con tus hermanos.»
PARTE V
Los Vencedores
A medida que
continuaba caminando en la dirección opuesta del Trono del Juicio, comencé a
reflexionar en torno a todo lo que acababa de experimentar. Había sido tan
terrible como maravilloso. Mi corazón había sido desafiado y quebrantado a la
vez, sin embargo me sentía más seguro de nunca. No era fácil desnudarse frente
a tantos, sin poder esconder siquiera un solo pensamiento. No obstante, cuando
simplemente me relajé y lo acepté, sabiendo que eso estaba limpiando mi propia
alma, llegó a ser algo profundamente liberador. El no tener nada para esconder
era como quitarme el yugo y las cadenas más pesados.
Comencé a sentir que podía
respirar como nunca antes. Mientras más
cómodo llegué a estar, mi mente más comenzaba a multiplicar su capacidad. Luego
comencé a sentir una comunicación que estaba sucediendo, de la cual ninguna
palabra humana podía ser articulada. Pensé en los comentarios del apóstol Pablo
acerca de su visita al tercer cielo, donde había escuchado palabras que no se
podían expresar. Hay una comunicación espiritual que transciende cualquier
forma de comunicación humana. Esto es más profundo y significativo de lo que
las palabras humanas son capaces de articular. En cierta forma, es una
comunicación pura de la mente y corazón juntos, y es tan pura que no hay
posibilidad de malas interpretaciones. Mientras miraba a alguien en el salón
comencé a comprender lo que estaba pensando, de igual manera como él había sido
capaz de comprenderme. Cuando miré al Señor comencé a comprenderlo de la misma
manera.
Continuamos usando palabras, pero el significado de cada una tenía una
profundidad que ningún diccionario hubiera captado. Mi mente había sido
liberada de manera que su capacidad se había multiplicado varias veces. Esto
era más estimulante que cualquier otra experiencia previa. También era obvio que el Señor estaba
disfrutando el poder comunicarse de esta manera conmigo, de igual manera como
yo lo estaba sintiendo con Él. Nunca antes había comprendido tan profundamente lo
que significaba que Él fuera la Palabra de Dios. Jesús es la comunicación de
Dios a su creación.
Sus palabras son espíritu y vida, y su significado y poder
exceden en mucho nuestras definiciones humanas actuales. Las palabras humanas
son una forma muy superficial de comunicación del espíritu. Él nos hizo capaces
de comunicarnos en un nivel que transciende mucho más las palabras humanas,
pero debido a la caída y el fracaso de la Torre de Babel, hemos perdido esta
capacidad. No podemos ser lo que fuimos creados para ser hasta que volvamos a
restaurar esto, y tan solo podremos recobrarlo cuando seamos liberados en su
presencia.
Comencé a comprender que
cuando la transgresión de Adán causó que se escondiera de Dios, fue el
principio de la distorsión más terrible de lo que el hombre fue creado para
ser, así como de una reducción severa de sus capacidades intelectuales y
espirituales. Estás pueden solamente ser restauradas cuando salimos de nuestros
«escondites», abriéndonos a nosotros mismos a Dios y los unos a los otros,
llegando a ser genuinamente transparentes. Es a medida que contemplamos la
gloria del Señor con un «rostro sin velo » que somos transformados a su imagen.
Los velos son ocasionados por nuestros escondites. Cuando el Señor le preguntó a Adán dónde
estaba después de la transgresión, fue su primer pregunta para el hombre y es
la primera que debemos responder si hemos de ser plenamente restaurados ante
Él. Por supuesto, el Señor sabía dónde estaba Adán. La pregunta era para Adán.
Aquella pregunta fue el principio de la búsqueda del hombre por parte de Dios.
La historia de la redención es la búsqueda por parte de Dios hacia el hombre,
no la búsqueda del hombre para con Dios.
Cuando podemos responder completamente
esta pregunta, sabiendo dónde estamos en relación con Dios, seremos plenamente
restaurados a Él. Solo podremos saber la respuesta a esta inquietud cuando
estamos en su presencia. Esa era la esencia de toda mi experiencia ante el
Trono del Juicio. El Señor ya sabía todo lo que necesitaba saber acerca de mí. Era
todo por causa mía, para que supiera dónde estaba en relación a Él. Era todo
para sacarme fuera de mi escondite, para sacarme de la oscuridad a la luz. También comencé a comprender cuánto el Señor
deseaba ser uno con su pueblo. A través de todo el juicio Él no estaba
tratando que yo viese algo como bueno o malo, sino verlo en unión con Él. El Señor
estaba buscándome más de lo que yo lo estaba buscando a Él. Sus juicios me
liberaron y su juicio del mundo liberará al mundo. Cuando el Día del Juicio de
Dios llegue traerá la liberación final de Adán, sacándolo de su escondite. Esta
será la liberación final de Adán y también dará inicio a la liberación final de
la Creación, la cual fue sujeta a cautiverio por causa de Adán.
La oscuridad en
el mundo fue perpetuada por el irresistible impulso de ocultamiento que diera
inicio después de la Caída. «Caminar en la luz» es más que simplemente conocer
y obedecer ciertas verdades; es ser verdadero y libre del irresistible deseo de
esconderse. «Caminar en la luz»
significa no andar escondido de Dios ni de ninguna otra persona. La desnudez de
Adán y Eva antes de la Caída no era tan solo física, sino también espiritual.
Cuando nuestra salvación sea completa conoceremos este tipo de libertad
nuevamente. El ser completamente abierto para con otros realmente abrirá
nuestros propios corazones y mentes a una esfera que ahora ni siquiera sabemos
que existe. Esto es lo que Satanás está intentando de falsificar mediante el
movimiento de la Nueva Era.
Mientras caminaba meditando en todo lo que había
aprendido, de repente el Señor apareció nuevamente a mi lado, en la forma de Sabiduría.
Solo que esta vez apareció mucho más glorioso de lo que lo había visto antes,
incluso cuando estaba en el Trono del Juicio. A la vez, yo me sentía atónito y
con un profundo regocijo. «Señor, ¿estás regresando conmigo así?», le pregunté.
«Siempre estaré contigo así. Sin embargo, quiero ser para ti aun más de lo
que ahora ves. Has visto mi bondad y mi juicio, pero aún no me conoces plenamente
como el Juez Justo.» Esto me
sorprendió debido a que acababa de pasar todo este tiempo delante de su Trono
del Juicio, y sentía que todo lo que había estado aprendiendo era acerca de sus
juicios. Él hizo una pausa para dejar que esto penetrara en mí, y luego
continuó: «Hay libertad cuando percibes la verdad, pero a quien yo libero,
es libre de veras. La libertad de mi presencia es mayor que simplemente la de
conocer la verdad. Has experimentado la liberación en mi presencia, pero hay
aún mucho más por comprender acerca de mis juicios. Cuando juzgo no busco
condenar ni justificar, sino traer consigo justicia. La justicia tan solo se encuentra
en unión conmigo. Es el juicio justo es traer a los hombres a la unión conmigo.
»Mi iglesia ahora está vestida con vergüenza porque no tiene jueces. No tiene
jueces porque ella no me conoce como el juez. Ahora levantaré jueces para mi
pueblo quienes conocen mi juicio. No decidirán entre asuntos y personas, sino
que harán bien las cosas, lo cual los pondrá de acuerdo conmigo. »Cuando me
aparecí a Josué como capitán de las huestes, declaré que no estaba ni a favor
de él ni de sus enemigos. Nunca vengo para tomar partido. Cuando llego es para
tomar control, no para tomar lados. Aparecí como el capitán de las huestes
antes que Israel pudiera entrar a la Tierra Prometida. La iglesia está ahora a
punto de entrar a su tierra prometida, y de nuevo estoy próximo a aparecer como
el capitán de las huestes. Cuando lo haga quitaré a todo aquel que ha estado
obligando a mi pueblo a tomar partido en contra de sus hermanos. Mi justicia no
toma partido en los conflictos humanos, incluso en aquellos de mi propio pueblo.
Lo que estuve haciendo a través de Israel lo hacía para sus enemigos también,
no en contra de ellos. Es tan solo porque ustedes ven desde una perspectiva
terrenal temporal que no pueden percibir mi justicia. Debes ver mi justicia para
caminar en mi autoridad, porque la rectitud, la equidad y la justicia son el
fundamento de mi trono. »He otorgado rectitud al pueblo al que he escogido,
pero como Israel en el desierto, aun los más santos de la era de la Iglesia se
han alineado con mis caminos tan solo una ínfima parte del tiempo, o con una
pequeña porción de sus mentes y corazones. No estoy a favor de ellos ni en
contra de sus enemigos, pero estoy viniendo para usar a mi pueblo para salvar a
sus enemigos. Amo a todos los hombres, y deseo que todos sean salvos.»
No podía evitar el pensar en la gran
batalla que habíamos luchado en la montaña. Herimos a muchos de nuestros
hermanos mientras luchábamos en contra del mal que los controlaba. Había muchos
de ellos aún en el campamento del enemigo, ya sea siendo utilizados por él, o
mantenidos como prisioneros.
Comencé a preguntarme si la próxima batalla sería
en contra de nuestros hermanos nuevamente. El Señor me observaba mientras
meditaba en todo esto; luego continuó: «Mientras que la última batalla no
haya terminado, siempre habrá algunos de nuestros hermanos que estarán siendo
utilizados por el enemigo. Pero esta no es la razón por la cual te estoy diciendo
esto ahora. ¡Te digo esto para ayudarte a ver cómo el enemigo entra en tu
propio corazón y mente, y cómo te utiliza! Aun ahora, todavía no ves todo de la
manera en que yo lo percibo. »Esto es común en medio de mi pueblo. En este
momento, incluso mis más grandes líderes rara vez están en armonía conmigo.
Muchos de ellos están haciendo buenas obras, pero muy pocos están haciendo lo
que yo los he llamado a hacer. Este es el resultado de las divisiones entre
ustedes. No vengo para tomar lados con un grupo, sino que estoy llamando a
aquellos que quieran venir a mi lado. »Te
impresionas cuando te doy una "Palabra de Conocimiento" acerca de la
enfermedad física de alguien, u otro conocimiento que tú no sabes. Este
conocimiento viene cuando tocas mi mente tan solo en un pequeño grado. Yo sé
todas las cosas. Si tuvieses mi mente plenamente, serías capaz de conocer todas
las cosas acerca de todas las personas con quienes te encuentres, de igual
manera como has comenzado a experimentarlo aquí. Verías a todos los hombres de
la forma en que yo los veo. Pero incluso hay más al habitar plenamente en mí.
Debes tener mi corazón para conocer cómo usar este conocimiento rectamente.
Solo entonces tendrás mi juicio. »Sólo
puedo confiarte mi conocimiento sobrenatural en la medida en la que tú conozcas
mi corazón. Los dones del Espíritu que he dado a mi Iglesia son tan solo
pequeñas muestras de los poderes de la era por venir. Te he llamado a ser
mensajero de aquella era, y por lo tanto debes conocer sus poderes. Debes
desear los dones con sinceridad porque son parte mía, y yo te los he dado para
que puedas ser como yo. Estás en lo correcto al querer conocer mi mente, mis
caminos y mis propósitos, pero también debes desear sinceramente conocer mi
corazón*Cuando conozcas mi corazón, los ojos de tu corazón serán abiertos.
Entonces verás como yo veo, y harás lo que yo hago. »Estoy a punto de
encomendar muchos más de los poderes de la era por venir a mi iglesia. Sin
embargo, hay un gran engaño que con frecuencia viene sobre aquellos a quienes
es encomendado este gran poder, y si no comprendes lo que estoy próximo a
mostrarte, tú también caerás en este engaño.
»Has pedido mi gracia y la tendrás. La primera gracia que te mantendrá
en el camino de la vida es conocer el nivel del engaño actual en el que vives.
El engaño involucra cualquier cosa que no comprendes como yo la comprendo. El
conocer el nivel de tu engaño actual trae humildad y yo doy mi gracia a los
humildes. Por eso es que dije: "¿Quién es tan ciego sino mi siervo?"
Por esto fue que les dije a los fariseos: "Es para juzgar al mundo que he
venido ... para dar vista a los ciegos y enceguecer a los que ven ...Si fueses
ciego no serías culpable, pero porque afirmas ver, tu pecado permanece."
Este es el motivo por el cual, cuando llamé a mi siervo Pablo, mi luz irrumpió
sobre él, cegándolo. Mi luz tan solo reveló su verdadera condición. Como él, tú
debes ser golpeado y quedar ciego en lo natural, de manera que puedas ver
mediante mi Espíritu.»
Luego me
sentí impulsado a mirar a aquellos que estaban sentados sobre los tronos que
estábamos pasando. Mientras lo hice, mi mirada cayó sobre un hombre que supe
que era el apóstol Pablo. Al mirar de nuevo al Señor, me indicó que hablara con
él. «He deseado con ansias este encuentro», le dije, sintiéndome extraño aunque
emocionado por este encuentro. «Sé que eres consciente de cuánto tus cartas han
guiado a la Iglesia, y probablemente aún logran más que todo el resto de
nosotros juntos. Aún eres una de las luces más grandes sobre la tierra.» «Gracias»,
me dijo amablemente. «No obstante, no sabes cuánto hemos esperado nosotros
encontrarnos contigo. Tú eres un soldado en la última batalla; ustedes son
aquellos a quienes todos aquí hemos estado esperando conocer. Tan solo veíamos
estos días oscuramente a través de nuestra visión profética limitada, pero tú
has sido escogido para vivir estos tiempos. Eres un soldado preparándote para
la última batalla. Ustedes son los que esperábamos.» Aun sintiéndome confundido, continué: «Sin
embargo, no hay forma en que pueda expresar el aprecio que sentimos por ti y
por todos aquellos que ayudaron a dirigir nuestro camino con sus vidas y
escritos. También sé que tendremos la eternidad para intercambiar nuestro
aprecio, así es que, por favor, mientras estoy aquí, permíteme preguntarte, ¿en
qué le dirías a mi generación que nos ayude en esta batalla?» «Tan solo puedo decirles lo que ya les he
dicho mediante mis escritos. Quisiera que los comprendieran mejor, sabiendo que
no alcancé todo lo que fui llamado a hacer», afirmó Pablo, mirándome fijo a los
ojos. «Pero tú estás aquí, en uno de los tronos mayores. Aún estás cosechando más
fruto para la vida eterna de lo que cualquiera de nosotros podría esperar
cosechar», protesté. «Por la gracia de
Dios fui capaz de terminar mi camino, pero aún así no lo hice en todo lo que
fui llamado a hacer. No alcancé los propósitos más altos por los que
podría haber andado. Ninguno los ha alcanzado.
Yo sé que algunos piensan que es
blasfemia pensar en mí como cualquier cosa menos que el ejemplo más grande del ministerio
cristiano, pero estaba siendo honesto cuando escribí ya cerca del final de mi
vida, diciendo que yo era el más grande de los pecadores. No estaba
diciendo que en algún momento hubiera sido el más grande de los pecadores, sino
en ese momento era el más grande de los pecadores. Había recibido mucho
en mi comprensión y caminaba muy poco en ella.»
«¿Cómo podía ser posible eso? Pensé que simplemente estabas haciéndote
el humilde», interrogué. «La verdadera humildad es compromiso con la verdad. No
temas. Mis cartas eran verdaderas y fueron escritas mediante la unción del
Espíritu Santo. Sin embargo, recibí muchísimo y no utilicé todo lo que recibí.
Yo tampoco lo alcancé. Ninguno aquí lo hemos alcanzado, excepto Uno. Pero en especial
debes ver esto acerca de mí, porque muchos aún continúan distorsionando mis
enseñanzas porque tienen una perspectiva distorsionada de mí. »Tal como lo viste en la progresión de mis
cartas, mis sentimientos fueron desde sentirme que no era inferior de los
apóstoles, hasta llegar a pensar que era el más novicio y advenedizo de ellos,
y por lo tanto el último de todos los santos, para finalmente darme cuenta que
era el más grande de todos los pecadores.
No estaba siendo simplemente humilde;
estaba diciendo seriamente la verdad. Se me confió mucho; mucho más de lo que
utilicé. Tan solo hay Uno aquí que creía plenamente, que obedecía completamente
y que terminó completamente todo lo que se le había encomendado; pero, tú
puedes caminar en mucho más de lo que yo hice.»
Mi respuesta fue endeble: «Sé que lo que dices es verdad, pero, ¿estás
seguro que este es el mensaje más importante que puedes darnos para la última
batalla? «Estoy seguro», respondió con total convicción. «Aprecio mucho la
gracia del Señor al usar mis cartas como lo ha hecho.
Pero estoy preocupado con
la forma en que muchos de ustedes las están usando equivocadamente. Son
verdades del Espíritu Santo y son la Escritura. El Señor me dio grandes rocas
para colocar en la estructura de su Iglesia eterna, pero no son piedras de
fundamento. Las piedras del fundamento fueron puestas tan solo por Jesús. Mi vida
y mi ministerio no son el ejemplo de lo que ustedes son llamados a ser. Tan
solo lo es Jesús. Si lo que he escrito es utilizado como un fundamento, no
podrá sostener el peso de aquello que necesita ser sobreedificado. Lo que he
escrito debe ser edificado sobre el único Fundamento que puede soportar lo que
ustedes están próximos a vivir; no debe ser utilizado como el fundamento. Deben
ver mis enseñanzas a través de las enseñanzas del Señor, en vez de tratar de comprenderlo
a Él desde mi perspectiva. Sus palabras son el fundamento; yo tan sólo he
sobreedificado, elaborando sus palabras. La más grande sabiduría y las verdades
más poderosas, son sus palabras, no las mías.
«También debes saber que no anduve en todo lo que estaba disponible para
mí.
Hay mucho más disponible para cada creyente, de manera que pueda caminar en
ello más de lo que yo logré. Cada creyente verdadero tiene el Espíritu Santo
dentro suyo. El poder de Aquel que creó todas las cosas vive dentro de ellos.
El menor de todos los santos tiene el poder de mover montañas, de detener
ejércitos o de levantar a los muertos. Si tú has de lograr todo lo que has sido
llamado a hacer en tu día, mi ministerio no puede ser visto como lo mejor, sino
como un punto de partida. Tu meta no debe ser la de ser como yo, sino la de ser
como el Señor. Puedes ser como El, hacer todo lo que Él hizo y aún más, porque
Él reservó su mejor vino para el final.»
Yo sabía que solo la verdad podía ser hablada aquí. Sabía que lo que
estaba diciendo Pablo era la verdad acerca de la forma en que muchos habían
estado usando de manera equivocada sus enseñanzas como un fundamento, en lugar
de edificar sobre el fundamento de los evangelios. Pero aun así era difícil
para mí aceptar que Pablo no hubiese alcanzado a cumplir su llamado. Miré el
trono de Pablo y la gloria de su ser. Era mucho más de lo que hubiese soñado
que uno de los más grandes santos tendría en el Cielo.
Era tan directo y resuelto
como habían sido mis expectativas acerca de él. Me asombró cuan obvio era que
aun estuviese preocupado por todas las iglesias. Lo había idolatrado y esta era
una transgresión de la cual él procuraba liberarme. Aun así, él era mucho más
grande que el Pablo que yo había idolatrado. Sabiendo lo que estaba pensando,
puso ambas manos sobre mis hombros y me miró con determinación fija a los ojos. «Yo soy tu hermano. Te amo como todos aquí te
amamos.
Pero debes comprender: nuestro trayecto ha terminado. Ya no podemos ni
añadir ni quitar de lo que sembramos en la tierra, pero tú sí. Nosotros no
somos tu esperanza. Ahora tú eres la nuestra. Aun en esta conversación tan solo
puedo confirmar lo que ya he escrito, pero tú tienes mucho por escribir. Adora
tan sólo a Dios y crece en todas las cosas en él. Nunca hagas de ningún hombre
tu meta, sino tan solo Él. Muchos pronto caminarán sobre la tierra, haciendo
mayores obras de la que nosotros hicimos. Los primeros serán postreros y los
postreros primeros. Esto no nos incomoda. Es el gozo de nuestros corazones
porque somos uno contigo. Mi generación fue utilizada para colocar y comenzar
la edificación sobre el fundamento, y siempre tendremos aquel honor. Pero cada
piso edificado sobre el fundamento debe ir más alto. No llegaremos a ser el
edificio que se supone debemos ser, a menos que vayas más alto.» Mientras meditaba, él me observaba de cerca.
Luego continuó: «Hay dos cosas más que logramos en nuestro tiempo, las cuales
la Iglesia perdió rápidamente y aún no han sido recuperadas. Tú las debes
recuperar.» «¿Cuáles fueron?», inquirí,
sintiendo que lo que él estaba próximo a decir era más que un simple agregado a
lo que ya había dicho. «Debes recuperar el ministerio y el mensaje», dijo él
enfáticamente. Miré al Señor y Él asintió ante su afirmación, añadiendo: «Es
correcto que Pablo te diga esto. Hasta este momento él ha sido el más fiel con
ambos.» «Por favor, explícate», imploré a Pablo. «Bien», respondió. «A
excepción de unos pocos lugares en el mundo donde ahora hay gran persecución o
dificultades, casi no podemos reconocer ni el ministerio ni el mensaje que está
siendo hoy predicado.
Por lo tanto, la Iglesia es ahora casi un fantasma de lo
que fue en nuestro tiempo, ¡y eso que nosotros estábamos lejos del llamado que
teníamos! Cuando servíamos, el estar en el ministerio era el sacrificio mayor que
uno podía hacer, y esto reflejaba el mensaje del sacrificio más grande que fue
hecho: la cruz. La cruz es el poder de Dios y es el centro de todo por lo cual
hemos sido llamados a vivir. Ahora tienes muy poco poder para transformar la
mente y los corazones de los discípulos, debido a que la cruz no se vive ni se
predica. Por lo tanto, tenemos dificultad al buscar la diferencia entre los
discípulos y los paganos. Este no es el evangelio ni la salvación la cual nos
fue encomendada.
Debes retornar a la cruz.»
Habiendo dicho estas palabras, apretó mis hombros como un padre y luego
regresó a su trono. Sentía como que había recibido tanto una bendición
increíble como una profunda exhortación. Mientras me alejaba comencé a pensar
en el nivel de salvación en la montaña, y los tesoros de la salvación que había
visto dentro de ese monte. Comencé a ver que la mayoría de mis decisiones,
incluso la de entrar por la puerta que me había conducido hasta aquí, se había
basado mayormente en lo que me iba a dar mayor impulso, no considerando
realmente la voluntad del Señor. En todo lo que había hecho aún estaba viviendo
para mí mismo y no para Él. Aun en mi deseo de abrazar los juicios aquí, me
motivaba lo que me ayudaría más a regresar en victoria sin sufrir pérdida.
Todavía mi andar era más egocéntrico que cristocéntrico. Sabía que el corto diálogo con Pablo tendría
consecuencias que tomarían mucho tiempo para comprender completamente. De
cierta forma sentía que había recibido una bendición de toda la Iglesia eterna.
La gran nube de testigos realmente nos estaban animando a continuar. Nos
miraban como padres orgullosos que desean para sus hijos cosas mejores de las
que ellos mismos conocieron. Su gozo mayor sería el de ver a la iglesia en los
últimos días llegar a ser todo lo que la iglesia de sus días había fallado en
alcanzar. También sabía que todavía estaba lejos de alcanzar lo que nos habían
preparado y en lo cual debíamos caminar.
«La iglesia de los últimos días no será mayor que su generación, aunque
haga obras mayores», añadió el Señor. «Todo lo que se hace, es hecho por
mi gracia. Sin embargo, haré que la iglesia de los últimos días tenga a su
alcance más de mi gracia y de mi poder, porque ella deberá lograr más de lo que
la iglesia en cualquier otro tiempo ha tenido que lograr. Los creyentes de los
últimos días caminarán en todo el poder que he demostrado, y aun más, porque
serán los representantes finales de todos aquellos que los han precedido. La iglesia
de los últimos días demostrará mi naturaleza y mis caminos como nunca antes han
sido demostrados por los hombres, y esto será porque yo les estoy dando más
gracia; y a quien más se le ha dado, más se le pedirá.»
Esto me hizo pensar aún más acerca de
Pablo. «¿Cómo podríamos llegar siquiera a ser tan dedicados y fíeles
como él había sido? », pensé para mí mismo. «No te estoy pidiendo que logres
eso», respondió el Señor. «Te estoy pidiendo que permanezcas en mí. No puedes
continuar midiéndote a ti mismo con la medida de otros, ni siquiera con la de
Pablo. Siempre parecerás menor que aquel a quien admiras, pero si me miras
llegarás mucho más lejos de lo que de otra forma hubieses logrado. Como tú
mismo has enseñado, fue tan solo cuando los dos que iban camino a Emaús me
vieron partir el pan, que sus ojos fueron abiertos. Cuando lees las cartas de
Pablo o las de cualquier otro, debes oírme a mí. Solo cuando recibes tu pan
directamente de mí serán abiertos los ojos de tu corazón. »Puedes ser más distraído por aquellos que
más se me parece, si no miras a través de ellos para verme. Hay también otra
trampa para aquellos que llegan a conocer de mi unción y poder más que otros.
Por lo general, son confundidos al mirarse a sí mismos. Como te dije antes de
que hablaras con Pablo, mis siervos deben llegar a ser ciegos, para que puedan
ver. Te permití hablar con él porque es uno de mis mejores ejemplos en esto.
Fue debido a mi gracia que le permití perseguir a mi Iglesia. Cuando vio mi luz
comprendió que su propio razonamiento lo había conducido a un conflicto directo
con la misma verdad que él afirmaba estar sirviendo. Tu razonamiento siempre
hará esto; te conducirá a hacer aquello que es exactamente lo contrario a mi
voluntad. Una mayor unción trae mayor peligro de que esto te suceda, si no
aprendes lo que aprendió Pablo. Si no tomas tu cruz cada día, colocando allí
todo lo que eres y todo lo que tienes delante de ella, te tropezarás debido a
la autoridad y el poder que te daré. Hasta que aprendas a hacer todas las cosas
por el evangelio; Cuanta más influencia tengas, en mayor peligro estarás. »Uno de los engaños más grandes que vienen
sobre mis ungidos es que comienzan a pensar que, como les he dado un poquito
del conocimiento o poder sobrenatural, sus caminos deben por lo tanto ser mis
caminos y que todo lo que piensan es lo que yo pienso. Este es un gran engaño y
muchos han tropezado a causa de eso. Piensas como yo cuando estás en perfecta
unión conmigo. Incluso con los más ungidos que ya han caminado en la tierra,
incluyendo a Pablo, esta unión ha sido tan solo parcial, y por breves periodos
de tiempo. »Pablo caminaba conmigo tan cerca como ningún otro hombre lo ha
hecho. Aun así, también lo asechaban los temores y la debilidad que no venían
de mí. Pude haberlo liberado de esto y lo pidió varias veces, pero yo tenía un
motivo para no hacerlo. La gran sabiduría de Pablo fue la de abrazar su
debilidad, comprendiendo que si lo hubiese librado de eso, no hubiese podido
confiarle el nivel de revelación y poder que le entregué. Pablo aprendió a
distinguir entre su propia debilidad y la revelación del Espíritu. Él sabía que
cuando lo asechaban la debilidad o los temores, él no estaba viendo desde mi
perspectiva sino desde la suya. Esto causaba que me buscara y dependiera mucho
más de mí. También tenía cuidado de no atribuirme aquello que surgía de su
propio corazón. Por lo tanto podía confiarle revelaciones que no podría haber
confiado en otros. Pablo conocía su propia debilidad y mi unción, y distinguía
entre ambas. No confundía lo que venía de su propia mente y corazón con mi mente
y corazón.»
Comencé a pensar sobre cuán
claro estaba todo esto aquí, pero con cuanta frecuencia, incluso después de
haber tenido una gran experiencia como esta, aún se me olvida fácilmente. Es
fácil comprender y caminar en la luz aquí, pero de regreso al campo de la batalla,
nuevamente todo se vuelve nublado. Pensé acerca de cuan poco me asechaban los
temores, mientras que sí lo hacían la impaciencia y la ira, las cuales eran
también una distorsión de la perspectiva que deberíamos tener al permanecer en
el Espíritu Santo. Sabiduría se detuvo y
volteó hacia mí. «Tú eres una vasija terrenal, y esto es lo único que serás
mientras caminas sobre la tierra. Sin embargo, puedes verme tan claramente allá
como me vez aquí si miras con los ojos de tu corazón. Podrás estar tan cerca mío
allá como cualquiera que haya estado conmigo, y aun más. He hecho el camino de
tal forma que todos puedan estar tan cerca mío como lo deseen. Si realmente
deseas estar aun más cerca de mí de lo que estuvo Pablo, lo podrás hacer.
Algunos desearán esto lo suficiente como para poner a un lado cualquier cosa
que impida su intimidad conmigo, de manera que puedan entregarse completamente,
y así tener lo que buscan. »Si es tu
anhelo caminar allá de igual forma como puedes hacerlo conmigo aquí, estaré tan
cerca tuyo como lo estoy ahora. Si me buscas, me encontrarás. Si te acercas a
mí, yo me acercaré a ti. Es mi deseo colocar una mesa para ti justo en medio de
tus enemigos. Este no es tan solo mi deseo para los líderes, sino para todos
aquellos, que claman a mi nombre. Quiero estar mucho más cerca tuyo y de
cualquiera que clame a mí, de lo que he podido estar con cualquiera que ha
vivido. Tú determinarás cuan cerca estaremos, no yo. Yo seré hallado por
aquellos que me buscan. »Tú estás aquí
porque pediste mi juicio en tu vida. Me buscaste como Juez y ahora me has
encontrado. Pero no debes creer que porque has visto mi Trono del Juicio ahora
todos tus juicios serán los míos. Tan solo tendrás mis juicios a medida que
camines en unidad conmigo y busques la unción de mi Espíritu. Esta puede ser
obtenida o perdida cada día. »He
permitido que veas los ángeles y te he dado muchos sueños y visiones porque
continuaste pidiéndolas. Amo darle a mis hijos los buenos dones que piden.
Durante años pediste sabiduría, por lo tanto ahora la estás recibiendo. Me has
pedido que te juzgue y lo estás recibiendo. Pero estas experiencias no te hacen
totalmente sabio, ni un juez justo. Sólo tendrás sabiduría y juicio mientras
permaneces en mí. Nunca dejes de buscarme. Mientras más madures, más conocerás tu
necesidad desesperada de mí. Mientras más madures, menos buscarás ocultarte de
mí o de otros, entonces podrás caminar siempre en la luz. »Me has visto como Salvador, como Señor, como
Sabiduría y como Juez. Cuando regreses a la batalla aún podrás ver mi Trono del
Juicio con los ojos de tu corazón. Cuando camines en la convicción de que todo
lo que piensas o haces ha sido revelado aquí, tendrás la libertad de vivir allá
como estás viviendo aquí. Será solo cuando te escondas de mí o de otros, que
los velos regresarán para ocultarte de mí. Yo soy Verdad y aquellos que me
adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad. La verdad nunca se encuentra
ocultándose en la oscuridad; siempre se mantiene en la luz. La luz expone y
manifiesta. Solo cuando anhelas ser expuesto y permites a tu corazón exponerse,
caminarás en la luz como yo estoy en la luz. La verdadera comunión conmigo
requiere completa exposición. La verdadera comunión con mi pueblo requiere lo
mismo. »Cuando estuviste de pie delante
del Trono del Juicio sentías más libertad y seguridad de lo que nunca jamás has
sentido, porque ya no tenías que ocultarte. Sentías más seguridad porque sabías
que mis juicios eran verdaderos y justos. El orden moral y espiritual de mi
universo es tan seguro como el orden natural establecido sobre leyes naturales.
Confías en mi ley de gravedad sin pensar en ello. Debes aprender a confiar en
mis juicios de la misma forma. Mis normas de justicia son incambiables e igual
de seguras. Vivir por esta verdad es caminar en fe. La verdadera fe es tener
confianza en quién yo soy. »Buscas
conocerme y caminar en mi poder de manera que pueda sanar a los enfermos y
realizar milagros, pero ni siquiera has comenzado a comprender el poder de mi
palabra. El restaurar a todos los muertos que han vivido en la tierra no me
causaría ningún esfuerzo. Sostengo todas las cosas por el poder de mi palabra.
La creación existe y se mantiene junta por mi palabra. »Antes del fin debo revelar mi poder sobre la
tierra. Aun así, el poder mayor que jamás haya revelado o que revelare en el
futuro, será una pequeña demostración de lo que puedo hacer. No revelo mi poder
para hacer que los hombres crean en él, sino en mi amor. Si hubiera querido
salvar al mundo con mi poder cuando caminé en la tierra, hubiese movido
montañas indicándolo con un dedo. Entonces, todos los hombres se hubieran
postrado delante de mí, pero no porque me amaran o amaran la verdad, sino por
temor a mi poder. No quiero que los hombres me obedezcan porque temen a mi
poder, sino porque me aman y aman la verdad.
»Si no conoces mi amor, entonces mi poder te corromperá. No te doy amor
para que puedas conocer mi poder, sino que te doy poder para que puedas conocer
mi amor. La meta de tu vida debe ser el amor, no el poder. Entonces te daré el
poder con el cual amar. Te daré el poder para sanar a los enfermos porque los
amas, y yo los amo y no quiero que estén enfermos. »Así es que primero debes buscar el amor y
luego la fe. No puedes complacerme sin fe. Pero la fe no es tan solo conocimiento
de mi poder sino el conocimiento y el poder de mi amor. La fe, primero debe ser
amor. Busca la fe para amar más y para hacer más con tu amor. Solo cuando
busques la fe para amar podré otorgarte mi poder. La fe opera mediante el amor. »Mi palabra es el poder que sustenta todas
las cosas. En la medida que creas que mi palabra es fiel podrás hacer todas las
cosas. Aquellos que realmente creen que mis palabras son verdaderas, también
serán fieles a sus propias palabras. Esta es mi naturaleza: la de ser fiel; y
la creación confía en mi palabra porque yo soy fiel a ella. Aquellos que son
como yo, también son fieles a sus propias palabras. Su palabra es segura y sus
compromisos son confiables. Su "sí" es "sí" y su
"no" es "no". Si tus propias palabras no son verdaderas,
también comenzarás a dudar de las mías, porque hay engaño en tu corazón. Si no
eres fiel a tus propias palabras es porque realmente no me conoces. Para tener
fe debes ser fiel. Te he llamado para que camines por fe, porque yo soy fiel.
Esta es mi naturaleza. »Por eso tendrás
que ser juzgado, a causa de las palabras descuidadas que pronuncias. Ser
descuidado es cuidar poco. Las palabras tienen poder y a aquellos que no tienen
cuidado de las palabras no se les puede encomendar el poder de mi palabra. Es
sabio tener cuidado de las palabras y guardarlas como yo las guardo.»
Las palabras del Señor llegaban sobre mí
como grandes olas del mar. Me sentía como Job delante de un torbellino. Pensé
que estaba empequeñeciendo más y más, y luego me di cuenta que Él se estaba engrandeciendo.
Nunca antes me había sentido tan presuntuoso. ¿Cómo pude haber sido tan
informal con Dios? Me sentía como una hormiga mirando por la ladera de una
montaña. Era menor que el polvo, sin embargo El se estaba tomando el tiempo
para hablar conmigo. No podía permanecer de pie más tiempo y volteé hacia un
lado.
Después de un momento sentí una
mano sobre mi hombro que me tranquilizaba. Era Sabiduría. Su gloria era mayor
ahora, pero nuevamente tenía mi tamaño. «¿Entiendes lo que acaba de suceder?
», me preguntó. Sabiendo muy bien que cuando el Señor formula una pregunta no
está buscando información, comencé a reflexionar. Sabía que había sido real.
Comparado a Él soy menos de lo que sería una mancha de polvo sobre la tierra, y
por algún motivo Él quería que lo experimentara. Respondiendo mis pensamientos,
elaboró lo siguiente: «Lo que estás pensando es cierto, pero esta
comparación del hombre para con Dios no es tan solo en cuanto al tamaño.
Comenzaste a experimentar el poder de mis palabras. Ser encomendado con mis palabras
es ser encomendado con el poder mediante el cual el universo se mantiene junto.
No hice esto para hacerte sentir pequeño sino para ayudarte a comprender la
seriedad y el poder que te ha sido encomendado: la Palabra de Dios. En todas
tus actividades, recuerda que la importancia de una sola palabra de Dios para
el hombre es de más valor que todos los tesoros de la tierra. Debes comprender
y enseñar a mis hermanos a respetar el valor de mi palabra. Como aquellos que
han sido llamados a llevar mis palabras, debes también respetar el valor de tus
propias palabras. Aquellos que lleven la verdad deberán ser veraces.»
Mientras escuchaba me sentía impulsado a
mirar hacia uno de los tronos cerca nuestro. Inmediatamente vi a un hombre a
quien reconocí. Había sido un gran evangelista cuando yo era niño y muchos sentían
que él había ministrado con más poder que cualquier otra persona desde la
iglesia primitiva. Había leído acerca suyo y había escuchado algunos de sus
mensajes grabados. Era difícil no ser impactado por su genuina humildad y el
amor que tenía para con el Señor y para con las personas. También sentía que
algunas de sus enseñanzas se habían desviado seriamente. Estaba sorprendido, pero
también me sentía aliviado de verlo sentado sobre un gran trono. Me sentía
cautivado por la humildad y el amor que aún emanaban de él. Mientras regresaba mi vista al Señor para
preguntarle si podía hablar con él, pude ver cuánto el Señor amaba a este
hombre. Sin embargo, no me permitió hablar con él, sino que hizo un ademán para
que yo continuara caminando. «Solo quería que lo vieras aquí», explicó
el Señor, «y que comprendieras la posición que él tiene conmigo. Hay mucho
que debes comprender acerca de él. Fue un mensajero para mi iglesia de los
últimos días, pero no lo podían escuchar por motivos que entenderás a su
tiempo. El cayó en desánimo y desilusión durante un tiempo y su mensaje fue
distorsionado. Este debe ser restaurado al igual que las partes que he dado a
otros, las cuales también fueron distorsionadas.» Sabía que todo aquí sucedía en un
perfecto orden de tiempo con todo lo que se esperaba que yo aprendiera, y
comencé a pensar en cómo el ver a este hombre debía estar relacionado con lo
que acabábamos de hablar; el potencial que tiene el poder para corromper. «Sí.
Hay un gran peligro en caminar con gran poder», respondió el Señor. «Ha
sucedido con muchos de mis mensajeros y este es parte del mensaje que deben
darle a mi iglesia de los últimos días. Debes caminar en mi poder e incluso en
un poder mayor del que ellos experimentaron, pero si alguna vez comienzas a
pensar que el poder es mi aprobación para ti o para tu propio mensaje, abrirás
la puerta del mismo engaño. El Espíritu Santo es dado para testificar tan solo
de mí. Si eres sabio, como Pablo, aprenderás a gloriarte más en tus debilidades
que en tus fortalezas. »La verdadera fe
no es ni más ni menos que el reconocimiento real de quién soy. Pero siempre
debes recordar que aunque habites en mi presencia, aunque me veas como soy, aun
así puedes tropezar y caer si quitas tu mirada de mí para mirarte a ti mismo.
Así fue como cayó Lucifer. El moraba en este salón, contemplaba mi gloria y la
de mi Padre. Sin embargo, comenzó a mirarse a sí mismo más de lo que nos miraba
a nosotros. Luego comenzó a sentir orgullo de su posición y poder. Esto también
le ha sucedido a muchos de mis siervos a quienes se les permitió ver mi gloria
y a quienes se les confió mi poder. Si comienzas a pensar que es a causa de tu
sabiduría, tu justicia, o incluso tu devoción a la doctrina pura, tú también tropezarás.»
Sabía que esto era una advertencia tan
severa como cualquiera que hubiese recibido o. que se me hubiese comunicado
aquí. Quería regresar y luchar en esta última batalla, pero tenía serios interrogantes
acerca de si lo podría realizar, sin caer en las trampas que ahora parecían
estar por todos lados. Miré de nuevo al Señor. Él era Sabiduría y pensé cuánto
necesitaba conocerlo como Sabiduría, cuando regresara. «Es bueno que pierdas confianza en ti
mismo. No puedo confiar en ti estos poderes de la era por venir hasta que
logres esto. Mientras más confianza pierdas en ti mismo, más poder podré
encomendarte, si...» Esperé durante mucho tiempo a que el Señor continuara,
pero no lo hizo. De cierta forma, sabía que El quería que yo continuara la
frase, pero no sabía que decir. Sin embargo, mientras más lo miraba más
confianza sentía. Finalmente supe que decir: «Si pongo mi confianza en ti.» «Sí. Debes tener fe para realizar tu
llamado, pero debe ser en mí. No es suficiente el que pierdas la confianza en
ti mismo. Esto solo conduce a la inseguridad si no llenas ese vacío con
confianza en mí. Esta fue la manera en la cual muchos hombres cayeron en el
engaño. Muchos de estos hombres y mujeres eran profetas. Pero algunos de ellos,
a causa de la inseguridad no dejaban que los hombres los llamaran profetas.
Pero esto no era verdad, porque lo eran. La falsa humildad también es un
engaño. Si el enemigo los podía engañar haciéndolos pensar que realmente no eran
profetas, también los podría engañar para que pensaran que eran profetas más
grandes de lo que realmente eran, simplemente nutriendo su autoconfianza. La falsa
humildad no desecha el orgullo, es simplemente otra forma de egocentrismo, que
el enemigo tiende a explotar. »Todos tus fracasos serán el resultado de este
mismo egocentrismo. La única forma de ser liberado de esto es caminar en amor.
El amor no busca lo suyo.» Mientras
pensaba en todo esto, una maravillosa claridad comenzó a venir hacia mí.
Podía
ver toda la experiencia de principio a fin, teniendo su punto central en este
sencillo y único mensaje. «Cuan fácilmente soy engañado por lo superficial de
mi devoción a ti», me lamenté. El Señor
luego se detuvo y me miró con una expresión que, ruego a Él, nunca me olvide.
Él sonrió. No quería abusar de esta oportunidad, pero de cierta forma sentía
que cuando Él sonreía de esta manera podía pedirle cualquier cosa y Él me la
concedería, así es que aproveché la oportunidad. «Señor, cuando dijiste: "Sea la
luz", hubo luz. En Juan 17 oraste pidiendo que te amáramos con el mismo
amor conque el Padre te amó. ¿Me podrías decir ahora "sea el amor en
ti", para que yo te ame con el amor del Padre?» No dejó de sonreír, sino
que puso su brazo a mi alrededor como un amigo. «Te dije eso antes de la
creación del mundo, cuando te llamé. También se lo he dicho a tus hermanos,
quienes lucharán contigo en la última batalla. Conocerás el amor de mi Padre
para conmigo. Es un amor perfecto que echará fuera todos tus temores. Este amor
te capacitará para creerme de manera que hagas las obras que yo hice e incluso
mayores, puesto que voy al Padre y conocerás su amor por mí y las obras que se
te entregarán para que hagas, las cuales me glorificarán. Ahora, por tu propio
bienestar, te digo nuevamente: "que el amor de mi Padre sea en ti".» Me sentía sobrecogido con un aprecio
especial por toda esta experiencia. «Amo tus juicios», dije mientras comencé a
girar mirando de nuevo al Trono del Juicio, pero el Señor me detuvo. «No
mires hacia atrás. No estoy allí para ti ahora. Estoy aquí. Te conduciré desde
este salón de nuevo hasta tu lugar de batalla, pero no debes mirar atrás. Debes
ver mi trono de juicio en tu propio corazón, porque es allí donde está ahora.» «Igual como el jardín y los tesoros de la
salvación...» Pensé dentro de mí. «Sí. Todo lo que estoy haciendo, lo estoy
haciendo en tu corazón. Allí es donde fluyen los ríos de agua viva. Allí es
donde estoy.» Luego señaló hacia donde yo estaba. Me miré a mí mismo,
tirando hacia atrás el manto de humildad.
Estaba atónito por lo que vi: mi
armadura contenía la misma gloria que rodeaba al Señor. Rápidamente la tapé con
mi manto. «También oré a mi Padre la
noche antes de mi crucifixión, que la gloria que había tenido con Él desde el principio
estuviese con mi pueblo, de manera que pudiésemos ser uno. Esta es mi gloria,
la que unifica. Cuando te unes con otros que me aman, mi gloria será magnificada.
Mientras más magnificada sea mi gloria mediante la unión de aquellos que me
aman, más conocerá el mundo que fui enviado por el Padre. Ahora, realmente, el
mundo conocerá que ustedes son mis discípulos porque me aman y porque se aman
los unos a los otros.» Mientras
permanecía mirándolo, mi confianza continuó creciendo. Era como estar lavado desde
adentro. Pronto me sentía listo para hacer cualquier cosa que Él me
encomendara. «Todavía hay alguien a quien debes conocer antes de regresar a la
batalla», me dijo mientras caminábamos. Yo seguía atónito porque Él había
llegado a ser más glorioso aun de lo que era hacía solo instantes. «Cada vez que me ves con los ojos de tu
corazón, tu mente se renueva un poco más», procedió El. «Algún día
podrás habitar en mi presencia continuamente. Cuando hagas esto, tanto yo como
todo lo que has aprendido mediante mi Espíritu estaremos disponibles para ti.» Podía
escuchar todo lo que decía y lo comprendía, pero estaba tan cautivado por su
gloria que simplemente atiné a preguntar: «Señor, ¿por qué eres más glorioso
ahora de lo que lo fuiste otras veces, cuando te apareciste a mí como
Sabiduría?» «Nunca he cambiado, pero tú sí. Eres transformado a medida que
contemplas mi gloria con un rostro sin velo. Las experiencias que has tenido
están removiendo los velos de tu rostro, de manera que puedas verme claramente,
pero nada remueve estos velos tan rápidamente como cuando contemplas mi amor.»
Entonces se detuvo y yo volteé a mirar a
aquellos que estaban en los tronos cerca de nosotros. Aún estábamos en el lugar
donde los altos reyes se encontraban sentados. Reconocí a un hombre que estaba
cerca. «Señor, lo conozco de algún
lugar, pero no me doy cuenta de dónde». El hombre respondió: «Una vez me vio en
una visión.» ¡Inmediatamente lo recordé y estaba sorprendido! «¡¿Eras una
persona real?!» «Sí», me contestó. Comencé a recordar el día cuando, siendo un
cristiano joven, me había frustrado con algunos asuntos en mi vida. Salí a la
mitad de un campo de juego, en un parque cerca a mi apartamento, y me había propuesto
esperar hasta que el Señor me hablara. Mientras estaba sentado leyendo la
Biblia fui envuelto en una visión, una de las primeras que había tenido. En la visión vi a un hombre que servía
celosamente al Señor. Continuamente testificaba a las personas, enseñaba y
visitaba a los enfermos para orar por ellos. Tenía pasión por el Señor y un
amor genuino por la gente.
Luego vi a otro hombre, quien obviamente era un
vagabundo. Un pequeño gato cruzó por delante de su camino, y él comenzó a
patearlo; luego se detuvo, pero de todos modos lo empujó bruscamente fuera del
camino con su pie. El Señor me preguntó cuál de estos hombres le complacía más
a Él. «El primero», le dije sin dudar. «No,
el segundo», respondió, y comenzó a contarme sus historias. El primer
hombre había sido criado en una familia maravillosa, que siempre había conocido
al Señor. Creció en una iglesia próspera y luego asistió a uno de los mejores seminarios
bíblicos. Había recibido cien porciones de su amor, pero estaba utilizando tan
solo setenta y cinco. El segundo hombre
había nacido sordo. Abusaron físicamente de él cuando era niño y lo mantenían
en un ático frío y oscuro, hasta que la policía lo encontró a la edad de ocho
años. Desde entonces había sido trasladado de institución en institución, donde
el abuso continuaba. Finalmente lo echaron a la calle. Para vencer todo esto, el
Señor tan solo le había dado tres porciones de su amor, pero había reunido cada
pedazo de este amor para luchar contra la ira en su corazón, dejando de
lastimar al pequeño gato. Ahora miraba a
aquel hombre, un rey sentado sobre un trono mucho más glorioso de lo que
Salomón podría haber imaginado.
Las huestes de ángeles estaban dispuestas a su
alrededor, listas para cumplir su voluntad. Miré al Señor con asombro; no podía
creer que El fuera real, mucho menos uno de los grandes reyes. «Señor, por
favor, cuéntame el resto de su historia», le rogué. «Por supuesto; este es el motivo por el
cual estamos aquí. Angelo fue tan fiel con lo poco que le fue dado, que le di
tres porciones más de mi amor. Los utilizó todos para dejar de robar. Casi se
muere de hambre, pero se rehusó a tomar cualquier cosa que no fuese suya. Compraba
su comida con lo que lograba conseguir recolectando botellas y, ocasionalmente,
encontraba alguien que le permitiera cortar el césped de su casa. No podía oír,
pero había aprendido a leer, así es que le envié un tratado del evangelio. A
medida que lo leía, el Espíritu abrió su corazón y me entregó su vida.
Nuevamente dupliqué las porciones de mi amor para él y fielmente las utilizó
todas. Él quería compartirle a otras personas acerca de mí, pero no podía
hablar. Aunque vivía en tal grado de pobreza, comenzó a gastar más de la mitad
de todo lo que ganaba comprando tratados para entregar en las esquinas.» «¿Cuántos condujo a ti?», pregunté,
pensando que debieron ser multitudes las que le permitieron estar ahora sentado
con los reyes. «Uno», respondió el Señor. «Permití que él condujera
hasta mí a un alcohólico moribundo para animarlo. Esto lo alentó de tal manera que
hubiese permanecido parado en esa esquina durante muchos años más, tan solo
para traer a otra alma al arrepentimiento. Pero todo el Cielo me estaba rogando
que lo trajera aquí, y yo también quería que él recibiera su premio.» «¿Pero
que hizo él para llegar a ser un rey?», pregunté. «Fue fiel con todo lo que
recibió; logró vencer todo hasta que llegó a ser como yo y murió como mártir.» «Pero, ¿qué logró vencer? ¿Cómo fue
martirizado?» «Venció al mundo con mi amor. Muy pocos han logrado vencer
tanto con tan poco. Mucho de mi pueblo vive en casas que los reyes de hace tan
solo un siglo atrás hubieran envidiado, pero no las aprecian, mientras que
Angelo apreciaba una caja de cartón en una noche fría, y de ella hacía un
templo glorioso de mi presencia. Comenzó a amar a todos y a todo. Se regocijaba
más con una manzana de lo que algunos en mi pueblo se regocijan con un gran
banquete. Fue fiel con todo lo que le di, incluso aunque no fuera mucho
comparado con lo que le di a otros, incluyéndote a ti. Te lo mostré en una
visión porque tú pasaste a su lado muchas veces. Incluso una vez lo señalaste,
hablando de él con uno de tus amigos.» «¿Lo
hice? ¿Y qué dije?» «Dijiste: "Ahí está otro de esos Elias que debió
escapar de la estación del autobús." Dijiste que él debía ser un "lunático
religioso" enviado por el enemigo para desanimar a las personas con
respecto al evangelio.»
Este era el golpe más fuerte que hasta el momento
había sufrido en esta experiencia. Estaba más que conmocionado, estaba
horrorizado. Procuré recordar el incidente, pero no pude, simplemente porque había
muchos otros como este. Nunca había sentido compasión por los predicadores
sucios de la calle, quienes me parecían que eran enviados específicamente para
desmotivar a las personas con respecto al evangelio. «Lo lamento Señor; realmente lo lamento.» «Y
eres perdonado», respondió rápidamente. «Y tienes razón. Hay muchos que
procuran predicar el evangelio en las calles con motivaciones erradas, e
incluso hasta por motivos pervertidos. Aun así, hay muchos que son sinceros; aunque
no tengan el entrenamiento adecuado y sean ignorantes, no debes juzgar por las
apariencias. Hay tantos siervos verdaderos que tienen la misma apariencia de
este, como lo hay en medio de profesionales pulidos en las grandes catedrales y
organizaciones que los hombres han construido en mi nombre.» Luego hizo un movimiento para que mirara
a Angelo. Cuando volteé había descendido los escalones de su trono y estaba
frente a mí. Abrió sus brazos y me dio un gran abrazo, y me besó la frente como
un padre.
El amor se derramó sobre mí hasta que sentía que inundaría mi sistema
nervioso. Cuando finalmente me soltó, yo tambaleaba como si estuviese borracho,
pero era un sentimiento maravilloso. Era amor como nunca antes lo había
sentido. «Pudo haberte dado esto a ti
en la tierra», continuó el Señor. «Tenía mucho para darle a mi pueblo,
pero no se acercaban a él. Incluso mis profetas lo evitaban. Creció en la fe
comprando una Biblia y un par de libros que leía vez tras vez. Intentó ir a las
iglesias, pero no encontraba una que lo recibiera. Si lo hubiesen recibido me
hubiesen recibido a mí. Él era mi toque en sus puertas.» Estaba aprendiendo
una nueva definición del dolor. «¿Cómo murió él?», pregunté, recordando que
había sido martirizado, queriendo saber si en cierta medida yo había sido
responsable. «Se congeló de frío tratando de mantener vivo a un viejo
borrachito que se había desmayado en el frío.»
Mientras miraba a Angelo no podía creer cuan duro había sido mi
corazón. Aun así, no comprendía cómo esto lo había hecho un mártir, lo cual
creía era un título reservado para aquellos que morían por no transigir con su
testimonio. «Señor, sé que él es realmente un vencedor», respondí. «Y es muy
justo que esté aquí. Pero, ¿aquellos que mueren así también son considerados
mártires? «Angelo fue un mártir todos
los días de su vida. Tan solo ganaba lo suficiente para mantenerse vivo a sí
mismo, y con gusto sacrificó su vida para salvar a un amigo necesitado. Como
Pablo escribió a los Corintios, aunque des tu cuerpo para ser quemado si no
tienes amor, no vale nada. Pero cuando te das a ti mismo con amor, esto es contado
por mucho. Angelo murió cada día, porque él no vivía para sí mismo, sino para
otros. Mientras estuvo en la tierra siempre se consideró a si mismo el menor de
los santos, pero fue uno de los mayores. Como ya has aprendido, muchos de
aquellos que se consideran a sí mismos "los mayores" y son
considerados por otros de la misma forma, aquí terminan siendo "los
menores". Angelo no murió por una doctrina ni por un testimonio, sino que
murió por mí.» «Señor; ayúdame a
recordar esto. Por favor, no permitas que olvide lo que estoy viendo aquí
cuando regrese», rogué. «Por eso estoy aquí contigo y estaré contigo cuando
regreses. Sabiduría es ver con mis ojos, y no juzgar por las apariencias. Te
mostré a Angelo en la visión para que por eso lo reconocieras cuando lo vieras
en la calle. Si hubieras compartido con él el conocimiento de su pasado que te había
mostrado en la visión, él me hubiera entregado su vida en aquel entonces.
Pudiste haber discipulado a este gran rey y él hubiera tenido un gran impacto
en mi iglesia. Si mi pueblo mirara a otros de la manera en que yo lo hago,
Angelo y muchos otros como él habrían sido reconocidos. Hubieran desfilado por
los grandes pulpitos y mi pueblo hubiera venido desde los confines de la tierra
para sentarse a sus pies, porque al hacer esto se habrían sentado a mis pies.
Él les hubiera enseñado amor, y cómo invertir los dones que yo les he dado,
para que pudiesen llevar mucho fruto.»
Estaba
tan avergonzado que no quería ni siquiera mirar al Señor, pero finalmente
levanté mi rostro hacia Él mientras sentía un dolor que se clavaba en mí,
señalándome mi egocentrismo nuevamente. Cuando lo miré estaba virtualmente
enceguecido por su gloria. Me tomó un tiempo, pero gradualmente mis ojos se
ajustaron, de manera que le pude ver. «Recuerda
que has sido perdonado», me dijo El. «No te estoy mostrando estas cosas
para condenarte, sino para enseñarte. Siempre recuerda que la compasión quitará
los velos de tu alma más rápido que cualquier otra cosa.» A medida que comenzamos a caminar nuevamente,
Angelo habló: «Por favor, recuerda a mis amigos, a los desamparados. Muchos de
ellos amarían a nuestro Salvador si alguien les contara.» Sus palabras tenían
tanto poder que me sentía muy conmovido para responder, así es que simplemente
asentí. Sabía que aquellas palabras eran el decreto de un gran rey y de un gran
amigo del Rey de reyes. «Señor, ¿me ayudarás para ayudar a los desamparados?» «Ayudaré
a cualquiera que los ayude a ellos», respondió. «Cuando amas a aquellos
a quienes yo amo, siempre podrás tener mi apoyo. Ellos recibirán al Ayudador en
la medida de su amor. Muchas veces has pedido más de mi unción; esta es la
manera mediante la cual la recibirás. Ama a aquellos a quienes yo amo. A medida
que los ames me amarás a mí. A medida que les des a ellos, me darás a mí y yo
te daré más a cambio.»
Mi mente se
transportó a mi cómodo hogar y a todas las demás posesiones que tenía. No era
rico, pero por las normas del mundo sabía que vivía mejor que los reyes de hace
tan solo un siglo. Nunca antes me había sentido culpable por eso, pero ahora
sí. De cierta forma era un sentimiento bueno, pero a la vez no se sentía del
todo bien. Nuevamente miré hacia el Señor, puesto que sabía que El me ayudaría. «Recuerda lo que dije acerca de cómo mi
ley del perfecto amor hizo que la luz y la oscuridad fueran distintas. Cuando
llega la confusión como la que ahora sientes, sabrás que lo que estás
experimentando no es mí ley del perfecto amor. Yo me deleito en dar buenos dones
a mi familia, de igual forma como tú lo haces. Quiero que los disfrutes y los
aprecies. Solo que no los debes adorar sino compartirlos libremente cuando yo
así te lo pida. Yo podría, con el mover de mi mano, quitar instantáneamente toda
la pobreza de la tierra. Vendrá el día del juicio, cuando las montañas y los
lugares altos serán nivelados, y los pobres y oprimidos sean levantados, pero
yo de-, bo hacerlo. La compasión humana es tan contraria a mí, como lo es la
opresión. La compasión humana se utiliza como sustituto del poder de mi cruz.
No te he llamado a sacrificarte sino a obedecer. Algunas veces tendrás que
sacrificarte para obedecerme, pero si tu sacrificio no se realiza en
obediencia, nos separará. »Eres culpable por la forma en que juzgaste y
maltrataste a este gran rey cuando él era mi siervo en la tierra. No juzgues a
nadie sin preguntarme a mí. Has perdido muchas más citas, las cuales yo había
organizado para ti, más de los que puedas imaginarte, simplemente porque no
fuiste sensible a mí. Sin embargo, no te mostré esto meramente para hacerte
sentir culpable sino para traerte al arrepentimiento, de manera que no
continúes perdiéndolas. Si tan solo reaccionas con culpabilidad, comenzarás a
hacer las cosas para compensar esa culpa, lo cual es una afrenta a mi cruz.
Solo mi cruz puede quitarla, y debido a que yo fui a la cruz para remover tu
culpabilidad, todo aquello que se hace con esta motivación no se hace por mí. »No disfruto del sufrimiento de los hombres»,
continuó Sabiduría. «Pero la compasión humana no los conducirá a la
cruz, la cual es el único alivio para el sufrimiento real. Perdiste el
encontrarte con Angelo porque no estabas caminando en compasión. Tendrás más
cuando regreses, pero tu compasión deberá estar sujeta a mi Espíritu. Incluso
yo no sané a todos aquellos por los cuales sentía compasión, sino que hice solo
aquello que vi a mi Padre hacer. No debes hacer las cosas simplemente por
compasión, sino en obediencia a mi Espíritu. Solo entonces tu compasión tendrá
el poder redentor. »He encomendado en ti
los dones de mi Espíritu. Has conocido mi unción en tu predicación y en tus
escritos, pero lo has conocido mucho menos de lo que eres consciente. Rara vez
percibes realmente con mis ojos, o escuchas con mis oídos, o comprendes con mi
corazón. Sin mí no puedes hacer nada que beneficie mi reino o promueva mi
evangelio. Has luchado en mis batallas y has visto la cúspide de mi montaña.
Has aprendido a disparar flechas de verdad y herir al enemigo. Has aprendido un
poco acerca de usar mi espada. Pero el amor es mi arma más poderosa. El amor
nunca fallará. El amor será el poder que destruya las obras del diablo. Y el
amor es lo que hará que venga mi reino. El amor es el estandarte de mi
ejército. Bajo ese estandarte es que ahora debes luchar.» Con esto dimos la vuelta en un corredor y
ya no estábamos en el gran salón del juicio. La gloria de Sabiduría estaba toda
a mi alrededor, pero ya no lo podía ver claramente. De repente llegué a una puerta.
Me volteé porque no quería irme, pero inmediatamente supe que debía hacerlo.
Esta era la puerta a la cual Sabiduría me había conducido. Debía pasar a través
de ella. Continuará…